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Fedea pide un nuevo contrato para que trabajar y cobrar la pensión sea "plenamente compatible"

Un nuevo informe plantea una reforma en profundidad de la legislación actual en lo referente a la ampliación de la vida activa.

Un nuevo informe plantea una reforma en profundidad de la legislación actual en lo referente a la ampliación de la vida activa.
La jubilación activa es una opción muy habitual en la mayoría de los países ricos. | Pixabay/CC/airtank

"Un sistema de jubilación flexible, voluntario y adaptado a las circunstancias personales". Si tuviéramos que resumir la propuesta que ayer lunes hacía Fedea para reformar el sistema de pensiones, lo haríamos con esta frase. Su idea no es elevar la edad oficial de jubilación hacia arriba de forma obligatoria, sino ofrecer una alternativa a aquellos que desean seguir trabajando, partiendo de la premisa de que las condiciones de salud, esperanza de vida y tipos de empleo de los mayores de 60 años en la actualidad son muy diferentes de las de hace tres-cuatro décadas.

Así, Fedea presentaba el segundo informe de su serie "Food for thought: aportaciones al debate sobre políticas públicas". En esta ocasión se trata del documento "Envejecimiento y reforma del sistema de jubilación", de José Ignacio Conde-Ruiz y Sergi Jiménez.

Y así explicaban los autores, junto con Ángel de la Fuente, director de Fedea, su punto de partida: "España tiene una legislación laboral pensada como si los trabajadores mayores molestasen. Hay una percepción, en el origen de la legislación, según la cual una persona mayor molesta al llegar a una determinada edad y tiene que dejar su espacio a los jóvenes. Esto parte de una falacia económica: la falacia del número total de horas trabajadas definidas [la idea de que existe un número de horas fijas que hay que repartir entre los trabajadores]. Esta falacia se ha usado en el pasado (por ejemplo, con la incorporación de las mujeres al mercado laboral) y se sigue usando ahora (con la llegada de inmigrantes que nos roban el trabajo), pero no es cierta".

Lo primero es lo obvio: desde los años 60-70 en España (en realidad, en toda Europa) fue bajando el porcentaje de mayores de 55-60 años que trabajaban. En aquel momento la caída en la tasa de actividad del grupo de edad de personas más mayores se asociaba a una mejora en el Estado del Bienestar. Eran "conquistas sociales" (o al menos así lo destacaban los políticos) que permitían que los más ancianos no tuviesen que dedicar sus últimos años al trabajo, porque tenían una pensión asegurada.

El problema es que cuando aquella tendencia (jubilación cada vez más temprana) se sumó a otra (el incremento de la esperanza de vida a los 65 años) la situación se volvió financieramente poco sostenible. Desde comienzos de los 80 tenemos un mercado laboral en el que nos incorporamos más tarde (a mediados de siglo era relativamente habitual comenzar a trabajar con 14-16 años, algo que ahora es excepcional) y nos jubilamos antes. Este recorte en los años trabajados sería complicado de cuadrar en cualquier caso; pero si, le sumamos que ya no morimos con 70-72 años como era habitual hace 3-4 décadas sino a los 85-87, pues es casi imposible.

En este sentido, la ecuación resultante sería: menos años de vida activa (tanto al incorporarnos como al salir del mercado), más derechos a pensión (porque nuestras cotizaciones han sido más elevadas) y más años de cobro de la pensión (porque nuestra esperanza de vida a los 65 ya no es de 7-10 años, sino que ronda las dos décadas: en 2022, era de 19,1 años para hombres y 23 las mujeres). Si a este cóctel le añadimos una baja demografía (no hay reemplazo de trabajadores) es muy complicado que las cuentas salgan.

Porque a todo esto hay que sumarle que el porcentaje de españoles de más de 65 años que tienen un empleo no es muy elevado. Si lo comparamos con el resto de los países europeos (sobre todo los más ricos) vemos enormes diferencias. Como explicábamos hace unos días, según Eurostat, la tasa de actividad entre las personas de 65 y 74 años asciende al 6,8% en España, frente a una media del 11,3% en la Eurozona y superior al 15% en otros miembros de la UE como Alemania, Dinamarca, Países Bajos, Suecia o Irlanda.

Desaprovechar el talento

"Estamos desaprovechando una fuerza laboral más educada y con buenas condiciones de salud, que puede que quiera seguir trabajando si las condiciones son las adecuadas", aseguraba Jiménez durante una presentación en la que recordó que los incentivos para continuar en el empleo a partir de los 65-67 años no son especialmente generosos en España. Sí, se han incrementado en los últimos años, entre otras cosas porque José Luis Escrivá se fijó como principal objetivo como ministro de Seguridad Social el retrasar algo la edad de jubilación. En este sentido, en Libre Mercado recordábamos hace un par de semanas que sí, algo se consiguió en este sentido, pero menos de lo que se pretendía y todavía muy lejos de lo habitual en otros países europeos.

En esta línea, desde Fedea aseguran que "la respuesta al reto del envejecimiento consiste en utilizar parte de las ganancias de longevidad (con buena salud) experimentadas en las últimas décadas". ¿Cuál es su propuesta? Ampliar las opciones para las personas con más edad, ofreciendo más alternativas que tengan en cuenta el empleo, las ganas de seguir trabajando, el estado físico del trabajador, etc..

"Hay dos cosas que ahora van en un paquete: cobrar la pensión y dejar de trabajar. Nuestra idea es que los que decidan jubilarse (cobrar la pensión) puedan seguir trabajando", aseguraban los autores en la rueda de prensa posterior a la presentación del informe. ¿Cómo lograrlo? En primer lugar, cambiando el principio general que rige en la actualidad: cuando llega tu edad de jubilación, dejas de trabajar. Pasas de 40 horas semanales a 0.

Es verdad que ya existen excepciones. En concreto, cuatro: jubilación activa, jubilación parcial/flexible (antes/después de la edad ordinaria de jubilación) y la jubilación compatible con el trabajo autónomo. Como vemos, son algo relativamente poco común y para lo que hay que cumplir determinados requisitos. Así lo explican en Fedea:

En la modalidad activa, además de las restricciones a la contratación que se imponen a la empresa, hay que tener una carrera contributiva completa y dejar pasar un año desde la edad de jubilación ordinaria para poder compatibilizar la pensión con el salario.

En el caso de la jubilación parcial se exige cotizar como si fuera un contrato a tiempo completo y se obliga a la empresa a firmar un contrato de relevo con un nuevo trabajador.

La jubilación flexible, por su parte, mantiene severas restricciones de jornada y el correspondiente recorte de la pensión.

Finalmente, existe la posibilidad de percibir la pensión de jubilación y llevar a cabo un trabajo por cuenta propia pero los ingresos salariales no pueden superar el Salario Mínimo Interprofesional.

A cambio, la propuesta de Fedea tiene como clave de bóveda es "la plena compatibilidad entre la percepción de la pensión y el salario".

Una modalidad

Para empezar, lo lograrían unificando todas las modalidades de jubilación en una única modalidad (desde los 61-63 años). A partir de ese momento, cobrar pensión sería compatible con cualquier trabajo. Por supuesto, no será igual la pensión mensual del que comience a cobrar la prestación con 63 que la del que lo haga a los 69. Pero el derecho está ahí: la Seguridad Social sólo tendría que informar a cada uno de cuál sería la mensualidad en cada momento.

Tampoco habría discriminación a ningún trabajador (salvo, quizás un mínimo de años cotizados). De esta manera, todos aquellos trabajadores que cumplan la edad mínima planteada anteriormente podrían acogerse a este esquema. Por supuesto, habría que eliminar la obligación de pasar un año por la jubilación demorada para acceder a esta jubilación activa. Y el cobro de la prestación debería ser compatible con seguir en el mismo trabajo a tiempo parcial.

En lo que hace referencia a las cotizaciones, los autores plantearon cambios más profundos. La primera opción sería que esa persona que ya ha pasado su edad de jubilación siga cotizando, con la correspondiente prima en forma de pensión más elevada en el futuro. Pero incluso han planteado la posibilidad de que el trabajador decida dejar de cotizar e integre parte de lo que paga la empresa por él en su neto: "Si este trabajador decide seguir generando cotizaciones, tendrá derecho luego a una pensión más alta. Si decide que se incremente su salario neto, luego cobrará la pensión a la que tendría derecho si se jubilara ahora. Aquí habría un margen de flexibilidad que permitiría que cada trabajador decidiera".

Por último, un tema espinoso: el despido. Ahora mismo, las empresas normalmente no quieren (y, por lo tanto, no incentivan e incluso penalizan) que los trabajadores de más edad sigan en sus puestos más allá de la edad de jubilación. ¿Cuál es la razón principal? El coste del despido. Imaginemos un trabajador que podría jubilarse a los 65, no lo hace... y fuerza la situación para que la empresa lo despida a los 66 años, con la indemnización correspondiente. Si se hubiera jubilado a su edad le habría salido gratis; si se marcha un año después, el coste es enorme.

Para acabar con este miedo (comprensible) de las empresas y animarlas a que mantengan la relación laboral con sus empleados más senior, Fedea propone "crear un nuevo contrato laboral de plena compatibilidad con la pensión y sin topes máximos de retribución". Y puesto que este contrato se aplicaría a trabajadores que ya tienen asegurada una pensión "debería tener un régimen extintivo especial, sin costes indemnizatorios para la empresa contratante". Los autores aseguran que se lograrían una situación "mejor para todos: el trabajador puede decidir cuándo deja de trabajar y cuándo comienza a cobrar la pensión. Es bueno para el empleado, para la empresa (que puede mantener talento) y para el conjunto de la sociedad. Las empresas no tendrían miedo a que el trabajador siguiera trabajando".

Cuentas nocionales

¿Todo esto suena a cuentas nocionales? Sí, mucho. Al fin y al cabo, ese modelo se basa en que a cada uno le contabilizan cuánto ha cotizado desde que comenzó a trabajar y le dejan jubilarse cuando quiera (con un mínimo y un máximo, pero con mucho margen). Y la mensualidad depende de cuándo se jubile cada uno: si es muy pronto será baja (porque ha cotizado menos y cobrará más años); si decide retirarse más tarde, la prestación mensual será muy elevada (ha cotizado más años y, además, cobrará menos tiempo la pensión).

Así explicaba Conde-Ruiz el modelo actual y las tensiones financiera a las que hace frente: "Mantener tasas de sustitución tan elevadas [como las actuales en España] lleva a un gasto excesivo. Ahora mismo tenemos un sistema de sustitución de rentas (garantiza mi renta para siempre, con una pensión similar al salario). Creemos que sustituir este modelo sería mucho más claro y transparente con cuentas nocionales. Cada año la Seguridad Social te diría cuánto llevas cotizados, con esa carta famosa que todos los gobiernos dicen que nos van a mandar y luego no hacen. A partir de una determinada edad (por ejemplo, los 63 años), la Seguridad Social te diría ‘si te jubilas ahora, te toca tanto [de prestación]’. Y tú puedes decidir si hacerlo o no".

En general, las cuentas nocionales abren todo tipo de alternativas: seguir trabajando y no cotizar (más adelante, la pensión mensual será algo menor que si cotizaras, pero algo mayor que jubilándote a la edad legal); trabajar al 50-60% y cotizar por ese nuevo horario; dejar de trabajar ahora y luego volver al trabajo más adelante... Cada uno decide en función de sus circunstancias y hay claridad respecto a lo que te toca en cada momento.

Lo que propone ahora Fedea no es exactamente esto, pero sí tiene puntos en común. El problema es que las reglas actuales (años de cotización para calcular la prestación, bases máximas y mínimas, pensión máxima y mínima, recorte de la pensión si uno no llega a un mínimo de años...) no son lo mismo que las cuentas nocionales y en cierto sentido siguen una lógica contraria: en vez de sumar todo lo aportado, la idea es cumplir o no determinados requisitos. En cualquier caso, los autores dejaron claro que la propuesta de este lunes no se mete en ese jardín de las cuentas nocionales (incluso aunque les podría parecer interesante abrir el debate).

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