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Domingo Soriano

El gol en propia puerta de Yolanda Díaz

Cargarse el sector hostelero español podría ser lo más absurdo que a un Gobierno se le podría pasar por la cabeza.

Cargarse el sector hostelero español podría ser lo más absurdo que a un Gobierno se le podría pasar por la cabeza.
Yolanda Díaz atiende a la prensa a su llegada a un desayuno informativo, este lunes, en Madrid. | EFE

He escuchado en varias ocasiones una anécdota deliciosa sobre Alfredo Di Stéfano. No tengo claro al 100% que sea cierta. Pero si no lo es, debería serlo.

Parece ser que el portero del equipo del genial delantero hispano-argentino estaba teniendo un mal día. Y Don Alfredo se le acercó y le dijo: "No le pido que saque ninguna de las que van dentro. Pero, por favor, no meta las que van fuera".

Pues algo así he pensado yo en estos últimos días tras leer que Yolanda Díaz está planeando un nuevo decreto para que bares y restaurantes tengan que adelantar su horario de cierre. La ministra de Trabajo cree que "no es razonable" vivir en un país en el que hay restaurantes abiertos a la una de la madrugada.

Miren, la economía española tiene muchos problemas. La mayoría, estructurales. Por ejemplo, en productividad. No somos capaces de hacer mejor las cosas, de fabricar más barato o con más calidad algo que los demás quieran comprar. Por eso, desde comienzos de siglo, sólo hemos podido competir con nuestros vecinos incrementando las horas de trabajo: ya se lo explicábamos hace unas semanas a la ministra, empeñada en que trabajemos menos para ganar productividad. Sería fantástico, pero lo que hay que hacer es lo contrario: ser más productivo para poder trabajar menos.

Tampoco lo hemos hecho especialmente bien en cuanto a atracción de inversiones, ni en nuevas tecnologías. España tiene poco capital (quizás con la excepción de las grandes infraestructuras) y el que tiene es poco productivo (mucho ladrillo, poca fábrica de tecnología punta). Nuestras empresas son pequeñas e incluso a las que lo hacen bien les cuesta crecer. El mercado de trabajo es poco competitivo, muy rígido y no está adaptado a las necesidades de la economía actual. La formación no es la adecuada, tanto al llegar al mercado laboral desde el colegio o la universidad, como durante la estancia en el mismo (los trabajadores no van mejorando sus competencias como es habitual en otros países). Y los empresarios tampoco pueden presumir demasiado: todos los informes sobre esta cuestión nos reiteran que también tenemos un problema de formación y habilidades empresariales (vamos, que nuestros emprendedores son peores gestores que sus homólogos en los países más ricos de Europa).

Sí, lo sé, le estoy haciendo un traje a la economía española. Pero es que es inevitable. Como decía al comienzo, tenemos una serie de enormes problemas estructurales desde hace casi un cuarto de siglo y no parecemos capaces de enfrentarlos.

¿Algo positivo en este panorama? ¿Tenemos algo que los demás no tengan y deseen? Pues, lo primero, el sol. No somos conscientes de lo que eso supone, aunque es muy importante. Ésta es una de mis obsesiones: a igualdad de condiciones, cualquiera preferiría vivir en Málaga o Valencia a Goteborg, Hamburgo o Liverpool. Nuestro problema es que no ofrecemos igualdad de condiciones (regulatorias, fiscales, laborales...). Pero no lo despreciemos, porque es una de nuestras mejores bazas: porque nosotros sí podemos acercarnos lo que ellos tienen (al final, la gran diferencia es normativa), pero ellos no pueden igualar nuestra situación geográfica. En términos empresariales, es una ventaja competitiva espectacular.

Además, la clave no es sólo el clima. Otros estudios que me encantan son aquellos en los que se pregunta a los ejecutivos por los lugares en los que les gustaría vivir. O por cómo puntúan aquellos en los que han vivido. Pues bien, desde hace años, en la mayoría de las clasificaciones sobre lugares preferidos para vivir de los trabajadores mejor formados y con mejores sueldos, es habitual que aparezcan las grandes ciudades españolas, sobre todo Madrid.

A esto no le hacemos demasiado caso, pero debería ser una prioridad para cualquier Gobierno. Porque Madrid aparece como una de las capitales más atractivas para los ejecutivos de todo el mundo "a pesar de...". ¿A pesar de qué? Pues de casi todo lo que parece relevante para estos trabajadores. En este tipo de rankings se mezclan muchos aspectos: sueldos, fiscalidad, regulación empresarial... Y en los epígrafes más empresariales las ciudades españolas no puntúan demasiado bien.

Pero estas clasificaciones no tienen sólo epígrafes empresariales. También hay muchas preguntas sobre calidad de vida: compatibilidad de vida familiar-profesional, opciones de ocio... En resumen, ciudades en las que a uno le gusta vivir. Pues bien, ahí no sólo logramos recuperar el terreno que hemos perdido en lo que tiene que ver con regulación o sueldos, sino que sacamos tan buena puntuación que pasamos a los primeros puestos en la clasificación general.

¿Qué tiene esto que ver con las declaraciones de Yolanda Díaz? Pues mucho. Cargarse el sector hostelero español podría ser lo más absurdo que a un Gobierno se le podría pasar por la cabeza. Por lo evidente: somos un país que lucha por ser el primer destino turístico del mundo (el año pasado, segundos sólo por detrás de Francia). Pero también por todo lo que comento en los párrafos previos. Nuestra forma de vida es uno de nuestros mejores activos. Y sí, aquí también incluyo la posibilidad de salir a cenar en Madrid cualquier día de la semana, luego tomarte una copa e incluso que se te vaya un poco la mano con la hora si te lías un poco. No tenemos demasiados (activos) como para ignorar aquello en lo que somos realmente potentes.

Yo a este Gobierno y a Yolanda Díaz no le pido demasiado. No les tengo demasiada confianza. ¿Novedades positivas? No espero casi nada. Me conformaría con que no se metan los goles de tiros que ni siquiera les han disparado.

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