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El infierno de vivir rodeada de okupas: "Te insultan, pegan patadas y puñetazos a la puerta y hasta te tiran lejía"

Los okupas de patada en la puerta se aprovechan de los pisos vacíos de los bancos, pero son los vecinos los que sufren su falta de civismo.

Los okupas de patada en la puerta se aprovechan de los pisos vacíos de los bancos, pero son los vecinos los que sufren su falta de civismo.
Suciedad, contadores arrancados, cuartos cerrados a cal y canto... | Libertad Digital

Mientras Pedro Sánchez sigue centrando toda su labor de Gobierno en contentar a sus socios independentistas, cada vez son más los ciudadanos que recurren a la Plataforma de Afectados por la Ocupación, desesperados ante la inacción del Ejecutivo en esta materia. Desde que en 2020 el Gobierno aprobara el llamado decreto antidesahucios, la modalidad más extendida es la llamada inquiokupación, aquella protagonizada por inquilinos que dejan de pagar. Sin embargo, el okupa de patada en la puerta no ha desaparecido.

Los pisos vacíos en manos de bancos o grandes fondos de inversión siguen atrayendo a mafias que no dudas en comerciar con estos inmuebles, vendiéndolos o alquilándolos a gente particularmente conflictiva a pesar de no contar con título real alguno. El problema en estos casos es para los vecinos, las verdaderas víctimas de esta denominada okupación indirecta, que se ven abocados a un callejón sin salida: viven un auténtico infierno, pero no pueden vender su piso para huir de él.

"¿Quién va a querer comprarlo?", se pregunta desesperada Montse, una catalana rodeada de okupas que le hacen la vida imposible. La suciedad y el ruido se han convertido desde hace más de un año en sus compañeros de vida. Los golpes a las puertas y los insultos, también. Incluso le han llegado a quitar el móvil. En el patio han construido "una chabola ilegal". La luz la tienen enganchada y el cuarto del aire acondicionado cerrado con un candado.

Hay propietarios que han tirado la toalla y han huido abandonando el piso a su suerte. Ella, sin embargo, llegará hasta donde sea para que se haga Justicia. Un parte médico da buena cuenta de la ansiedad y los vértigos que esta situación le ha provocado, pero en su cabeza no cabe la posibilidad de que nadie en el Gobierno ponga fin a este calvario que, como ella, sufren cientos de personas en toda España: "Quiero pensar que harán algo, porque, si yo supiera que esta situación no va a cambiar, yo me quitaba del medio, así te lo digo. Y no soy una loca ni estoy desquiciada, pero yo no quiero ni puedo vivir así el resto de mis días".

Cuatro pisos okupados

Su historia se remonta a finales de 2022. Por aquel entonces, Montse se acababa de separar de su marido y habían decidido vender la casa común, por lo que necesitaba con urgencia un piso en el que vivir. Dada la delicada situación económica que atravesaba, optó por mudarse de Barcelona a Cambrils, un lugar que por aquel entonces apenas conocía. "Mi ex no dejaba de meterme prisa, yo no me encontraba bien, así que, en cuanto vi el primer piso que me gustó, lo visité una vez y lo compré sin darle más vueltas", recuerda. Aquel fue el inicio de su descenso a los infiernos.

"Una vez que ya entré a vivir aquí, me enteré de que había cuatro pisos okupados -explica-. Dos son de bancos, otro de un matrimonio que ya no pagan ni nada porque lo dan por perdido y también pasará a ser del banco, y otro del constructor, que murió y los herederos, imagínate cómo lo ven, lo han rechazado". Pronto se dio cuenta, no obstante, de que lo peor no era la okupación en sí misma: "Si estuvieran en su casa y no molestaran a nadie, pues mira, a mí me puede parecer mejor o peor, pero ni me va ni viene. El problema es que son agresivos, son conflictivos, rompen todo, ensucian, hacen ruido a todas horas… Y, evidentemente, no pagan a la comunidad y tienen todo enganchado".

Violencia extrema

Por si fuera poco, aquellos que, como Montse, se atreven a hacerles cualquier reproche, reciben todo tipo de ataques e insultos, como corroboran los vídeos y audios que ella misma aporta a Libre Mercado. "Te insultan, te pegan patadas y puñetazos en la puerta y hasta te tiran lejía cuando tienes la ropa tendida", denuncia esta propietaria, a la que también le han llegado a quitar el móvil e incluso a cortar la luz.

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Los contadores han desaparecido y los okupas tienen la luz enganchada

Tal y como atestiguan las imágenes que va recopilando, en estos momentos tan solo hay cuatro contadores en el edificio, además del de la comunidad. "El resto están enganchados, incluso el de tres vecinas que han decidido sumarse a la causa -aclara-. Un día vino Endesa y, al ver el panorama, les desenganchó y no se les ocurrió otra cosa que cortarme a mí los cables, así que estuve un día entero sin luz", apunta desesperada. La situación es tal que ya pocos electricistas se atreven a visitar esta comunidad. "Y cuando encuentras alguno, tienen que venir con la Policía porque si no, les agreden", puntualiza.

Atrapada y desesperada

Con todo, la situación empieza a pasarle factura a su salud: "Es horrible, de verdad. Tengo hasta informe médico y todo, porque me encuentro fatal. A parte de la ansiedad, como no me dejan dormir, tengo muchísimos vértigos y eso me limita mucho. Aquel que no está en esta situación no se hace a la idea. Ni siquiera puedo hacer un curso de formación online, porque, claro, son tres horas delante del ordenador y es imposible: empiezan a liarla arriba, en la escalera… Mi vida depende literalmente de cómo se levanten ellos".

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Desde la ventana de Montse se puede ver el tejado de la "chabola ilegal" que han construido en el patio

Muchos vecinos ya han tirado la toalla. "Aquí se ha ido todo el mundo por miedo. Los últimos que se fueron eran una pareja que vivía aquí al lado. Ella tenía 78 años y él 90, y la hija se los terminó llevando porque ya los habían agredido verbalmente y tenía miedo de que les hicieran algo", explica. Las hijas de Isabel también tienen ese temor. Sin embargo, ella ya no quiere irse de Cambrils, y vender el piso, desgraciadamente, no es una opción. "¿Quién va a querer comprarlo? Y mira que estos pisos eran bonitos, y el pueblo, la playa y el clima son divinos, pero, claro, con lo que tenemos aquí dentro… Y además es que esto es una mafia: se van unos y vienen otros. Incluso han construido ilegalmente una chabola en el patio para meter a más gente", denuncia.

Por su ventana, efectivamente, se puede ver la edificación. También las "cacas de perro que ni siquiera se molestan en limpiar", aunque la suciedad va más allá de sus propios pisos. "A veces te encuentras pis en la escalera, o la bolsa basura que huele fatal colgada por fuera de su puerta y que ni siquiera se molestan en tirar… Y eso por no hablar de lo que aparece en las típicas cestas metálicas que hay en el portal para meter la publicidad: desde mascarillas usadas hasta pañales con la popó de los niños", relata indignada.

SOS al Gobierno y a la Generalidad

Aun así, no se da por vencida. Además de ponerse en contacto con la Plataforma de Afectados por la Ocupación para visibilizar su caso, Montse ya ha pedido cita en el Ayuntamiento para ver de qué manera se puede aplicar la ley catalana que, desde el año pasado, permite agilizar los desahucios en caso de que los okupas sean conflictivos. También se ha dirigido a uno de los bancos afectados para ayudarles en el procedimiento que ellos, como dueños, puedan emprender.

"¿Y al Gobierno qué le diría? Pues que esto se tiene que acabar. Tienen que cambiar la ley como sea. Si quieren hacer pisos sociales, que los hagan, pero esto no puede seguir así", insiste. Es tan evidente que no concibe otra idea: "Quiero pensar que harán algo, porque, si yo supiera que esta situación no va a cambiar, yo me quitaba del medio, así te lo digo. Y no soy una loca ni estoy desquiciada, pero yo no quiero ni puedo vivir así el resto de mis días".

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