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Las cifras del envejecimiento: la tasa de dependencia se duplicará incluso tras la llegada de 10 millones de extranjeros

Desde comienzos de siglo, España ha demostrado que es un destino muy apetecible para los trabajadores de baja cualificación.

Desde comienzos de siglo, España ha demostrado que es un destino muy apetecible para los trabajadores de baja cualificación.
La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, la semana pasada, durante un desayuno informativo. | EFE

La población española va a sufrir en las próximas tres décadas un proceso de envejecimiento acelerado. Y sí, esto ya es conocido, pero quizás no seamos conscientes de lo que significa. Pues bien, de acuerdo a las previsiones del Banco de España, incluidas en el Informe Anual 2023 que se ha publicado esta semana, la tasa de dependencia se duplicará desde ahora a 2053. Y no podemos pensar que revertiremos este proceso simplemente con la llegada de inmigrantes: porque en esas cifras ya está incluida una entrada en términos netos de más de 10 millones de personas desde el extranjero. Si no lográramos alcanzar ese nivel, los datos de envejecimiento serían todavía más preocupantes.

El Informe Anual del Banco de España es uno de los documentos más esperados del año. Bueno, quizás esto suene exagerado. Porque el ciudadano medio ni se entera. Pero para periodistas y académicos del ámbito económico, sí es un hito relevante. Pocos documentos analizan con más profundidad la realidad económica de nuestro país. En el que se publicaba el pasado martes, por ejemplo, tenemos el capítulo 2, dedicado a los "retos estructurales de la Economía española". Hablamos de productividad, mercado laboral, acumulación de capital, formación... Y, por supuesto, de envejecimiento.

En este punto, uno puede ver el vaso medio vacío (tensiones financieras) o medio lleno (es el resultado del aumento en la esperanza de vida). Pero en uno y otro caso llama la atención la magnitud y la velocidad de los cambios. Así, los autores nos recuerdan que desde la década de los 70, "el peso sobre la población total del colectivo de mayores de 64 años se ha más que duplicado". Pero eso no es todo. Aunque ya somos un país envejecido, lo seremos mucho más a mediados de siglo:

De acuerdo con las proyecciones demográficas de Eurostat más recientes, entre 2023 y 2053 la tasa de dependencia en España aumentará en 27,2 puntos, hasta el 53,8%, mientras que en el promedio de la UE el incremento de dicha tasa será de solo 16,6 puntos, hasta el 45,8%.

Es decir, nosotros pasaremos del 26,6% de tasa de dependencia, medida como el número de mayores de 66 años respecto de la población en edad de trabajar (de 16 a 66 años) al 53,8%. Mientras, la media de la UE pasará del 29,2% hasta el 45,8%. Resumiendo: empezamos mejor, pero acabamos peor; y eso es el resultado de que el proceso de envejecimiento es mucho más acelerado en nuestro caso.

Inmigración

En este punto, la respuesta casi siempre es la misma: inmigración. La que ha habido y la que habrá. Y sí, es cierto que la llegada de millones de trabajadores jóvenes desde fuera de nuestras fronteras ayudará a rejuvenecer (más bien, envejecer menos) nuestro mercado laboral. Pero también aquí hay que plantear muchos matices. En primer lugar, esto ya se ha producido:

Desde 2002, han entrado en España más de 10 millones de extranjeros, lo que supone, en promedio, medio millón de entradas al año (...) En cuanto a número de inmigrantes permanentes, España se sitúa en la cuarta posición mundial entre los países de destino, solo por detrás de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido.

Hablamos de medio millón de llegadas al año, de los que más o menos la mitad se quedan en nuestro país: es decir, en el acumulado neto de las últimas dos décadas estaríamos ante unos cinco millones de nuevos extranjeros que residen con nosotros. Enfrente, el saldo entre españoles es bastante equilibrado (1,15 millones de entradas y 1,3 millones de salidas entre 2002 y 2022).

Como es lógico, esos extranjeros son más jóvenes de media que la población española y también tienen una mayor propensión a entrar al mercado laboral: su tasa de actividad suele ser muy elevada, aunque esto en parte se compensa porque también tienen un nivel de desempleo superior al de la población nacida en España.

Y aquí vienen los dos asteriscos que deben plantearse siempre que se habla de este asunto. Porque al decir "extranjeros" o "rejuvenecer el mercado laboral", estamos dando unos titulares que explican muy poco si no vamos al detalle. Así, el informe del Banco de España recuerda:

  • Formación: "Dentro del colectivo de extranjeros que llevan menos de 1 año en España, alrededor del 80% de aquellos en edad de trabajar no tenían estudios universitarios y más del 70% trabajaban en actividades de baja cualificación, como servicio doméstico, construcción, comercio y hostelería. Estos porcentajes son similares a los que se observaban en 2008, del 87,4% y el 60,4%, respectivamente"
  • Envejecimiento: "La capacidad de los flujos migratorios para mitigar de forma apreciable el proceso de envejecimiento poblacional es limitada. Para que la tasa de dependencia en España se mantuviese constante a lo largo de los próximos 30 años, el tamaño del colectivo nacido en el extranjero en edad de trabajar tendría que ser tres veces mayor que el contemplado por el INE en sus proyecciones de población. Y es importante destacar que dichas proyecciones ya estiman que los flujos migratorios supondrán, hasta el año 2053, una ganancia neta de población muy considerable, de casi 10 millones de personas en términos acumulados".

La realidad

Como vemos, el peso de la realidad se impone. En primer lugar, los inmigrantes que estamos atrayendo hasta este momento tienen un perfil formativo y económico poco atractivo desde un punto de vista fiscal. Siempre que se habla de "pagar las pensiones" o "compensar la salida" del mercado de los españoles que se jubilan, situamos en el otro lado de la balanza el números de los inmigran es que llegan, como si estos fueran piezas intercambiables, pero no lo son. No es lo mismo un inmigrante universitario que uno sin estudios primarios: ni en el pago de impuestos-cotizaciones, ni en el cobro de posibles ayudas públicas o el uso de los servicios. Hasta ahora (y esto se ha mantenido igual desde comienzos de siglo) España ha demostrado que es un destino muy apetecible para la inmigración de baja cualificación. En parte es lógico en un país en el que el peso de determinadas actividades (servicios, construcción, cuidados, agricultura) es más importante que en otros de nuestros vecinos europeos. Pero no está nada claro cuál puede ser la capacidad de estas actividades para seguir acogiendo trabajadores, el saldo fiscal de esos mismos trabajadores y el impacto en la productividad del conjunto de la economía.

En segundo término, tenemos los datos en bruto. Lo que nos dice el Banco de España es que para que el proceso de envejecimiento no sea todavía más acusado (y hablamos de doblar la tasa de dependencia en treinta años) necesitamos que se cumplan las previsiones migratorias que hablan de 10 millones de entradas netas hasta 2053. Esto implicaría doblar el saldo neto que tuvimos de 2002 a 2022. Ni es sencillo porque: (1) cada vez hay más países que se posicionan como posibles destinos de la inmigración internacional; y (2) si en las regiones de origen de esta inmigración mejoran las cifras macroeconómicas, podría reducirse la tendencia a salir de las mismas. Además, ese acumulado de 10 millones de nuevas entradas en tres décadas está claro que implicará ajustes de carácter social, económico, político, fiscal... que no será sencillo de lograr.

Pero no sólo eso. Además, el Banco de España recuerda que para mantener la tasa de dependencia (y asumiendo que cambiar las cifras de la población nacida en España es muy complicado, porque los jóvenes de 2040-50 o ya han nacido o llegan tarde)... decimos que para mantener la tasa de dependencia habría que triplicar "el tamaño del colectivo de nacidos en el extranjero" en edad de trabajar que prevé el INE. Éste es el punto que ha generado más polémica a lo largo de la semana (por ejemplo, aquí la columna en Libertad Digital de José García Domínguez). Porque el INE anticipa que ese colectivo acogerá a algo menos de 12,5 millones de personas a mediados de siglo (recordemos, asumiendo una inmigración neta de 10 millones en estas tres décadas); así que para "triplicar" su número, el mercado laboral español debería tener unos 36-37 millones de nacidos en el extranjero para ese momento. O, lo que es lo mismo, necesitaríamos unos 25-26 millones de entradas netas extra a los 10 millones ya previstos. Una cifra que se antoja imposible en términos económicos, pero también sociales y políticos.

Y si no mantenemos esa tasa de dependencia, las opciones son limitadas: incrementar mucho la productividad, mejorar las tasas de empleo, jubilarnos más tarde, subir los impuestos a los que ya trabajan, recortes de prestaciones a los jubilados. O un mix de todo lo anterior.

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