Yolanda Díaz tiene un objetivo. Como dicen los ingleses, es "a woman on a mission". Está determinada a que sus días en el Ministerio de Trabajo terminen con una reducción sustancial de las horas de trabajo de los españoles. Ya ha comenzado a legislar para lograr la jornada de 37,5 horas a la semana, pero su objetivo va más allá: las 32 horas, lo que equivaldría a una reducción equivalente a un día completo. Por supuesto, sin que eso suponga reducción del salario. ¿Sueño? Pues la vicepresidenta está decidida a lograrlo.
Esta semana, Eurostat le ha ofrecido lo que Díaz considerará un buen argumento. La oficina estadística de la UE publicaba la estadística de horas trabajadas en el empleo principal en los diferentes países de la UE. El resultado puede verse en el siguiente mapa:
Como podemos comprobar, lo de la laboriosidad de los países del norte de Europa parece camino de convertirse en un mito. Todos los nórdicos, Alemania, Holanda, Austria, Bélgica... están entre los países en los que menos se trabaja de Europa. El primero, destacado, casi en el nivel que quiere Díaz para España, es Holanda, con 32,2 horas semanales.
Enfrente, los que más trabajan son los países del este, con Turquía a la cabeza (en la lista se incluyen países que, sin ser parte de la UE, forman parte del espacio económico europeo) con 44,2 horas, seguida de Bosnia, Serbia, Polonia, Rumanía, Bulgaria, Grecia... Todos los tópicos también aquí parecen irse a la papelera. ¿Y España? Pues en un punto intermedio. En ese verde que en el gráfico significa que ni tanto como los países del este (todos ellos en el azul que indica más de 37 horas semanales) ni tan poco como los del centro y norte de Europa (ese amarillo que señala a los de menos de 35 horas).
Las leyes de Díaz
En este punto, lo primero que viene a la cabeza es la pregunta de por qué pasa esto. Es decir, por qué estas diferencias. De acuerdo con Díaz, la razón habría que buscarla en las diferentes legislaciones. Porque así es como quiere ella cambiar la situación en España, regulando por decreto cuántas horas semanales trabajaremos a partir de ahora.
El problema es que no parece que por ahí vayamos a encontrar demasiado. Sí, hay diferentes normativas laborales en cada país, pero no hay ninguna ley que diga que los alemanes tienen que trabajar 34 horas mientras los franceses tienen que hacerlo 36. De hecho, si fuera por eso, en el país galo es donde menos tiempo deberían pasar en el trabajo, puesto que allí es donde la jornada laboral teórica es más corta (35 horas). En España, como en la mayoría de los países de la UE, la jornada laboral teórica es de 40 horas, pero la negociada en los convenios colectivos es algo más corta: de media, algo más de 38 horas semanales.
Llegados a este punto, la duda permanece: si la jornada teórica es de 40 horas (incluso más, porque hay muchos países en los que no está regulado el número máximo de horas y podríamos decir que son los 48 que fija como tope la legislación comunitaria), cómo explicamos la realidad de todos esos países que aparecen en amarillo en el mapa. La clave, aunque la vicepresidenta no aluda a ello, es la productividad y la presencia de la jornada a tiempo parcial voluntaria.
Respecto a lo primero, una evidencia: desde los años 50, en los países más ricos se trabaja cada vez menos. Incluso en aquellos que trabajan más, como EEUU, la reducción de la jornada respecto a su situación de hace unas décadas es constante. En lenguaje poco técnico, podemos decir que somos capaces de hacer más cosas en menos tiempo; por eso ganamos más; y también por eso, podemos elegir. Y en la elección entre más horas de trabajo a cambio de una remuneración superior, o menos horas por menos sueldo, tendemos a escoger lo segundo. No es una regla fija ni que aparezca en la legislación, pero la tendencia del mercado laboral es obvia y las empresas lo saben: las condiciones laborales (también el tiempo en el trabajo) son cada vez más importantes para los trabajadores, tanto en la negociación colectiva como en la individual. En este sentido, no hay más que mirar el mapa: los países más pobres también le echan más horas. ¿Por qué? Porque son mucho menos productivos.
En segundo lugar, la jornada parcial voluntaria. En España suena raro, porque no tener un contrato a tiempo completo se asocia a precariedad y a empleados que desearían trabajar más. Pero en los países más ricos de Europa (el caso más destacado es el holandés), el trabajo a tiempo parcial es una realidad extendida, deseada y buscada por muchos colectivos. De nuevo, lo que se esconde detrás es la productividad: porque son muy ricos y ganan mucho por hora trabajada, se pueden permitir el lujo de firmar contratos de jornada reducida si lo desean (y muchos trabajadores de estos países, no todos ni mucho menos, pero sí una cifra muy relevante, lo hacen).
La pregunta es: ¿reducir la jornada laboral mejorará nuestra productividad por arte de magia? En Francia lo intentaron y no les salió especialmente bien. Y otra cuestión que apela todavía más a la vicepresidenta: más allá de lo que tiene que ver directamente con la jornada laboral, las políticas que sigue el Gobierno de la señora Díaz, ¿ayudan o perjudican a impulsar la productividad de la economía española?
Lo que parece claro es que la causalidad no va en la dirección que se plantea normalmente en el debate público español. Primero tenemos que ser tan productivos como los holandeses, daneses, alemanes o suizos. Si lo conseguimos, la reducción de la jornada laboral será mucho más sencilla.