
La economía española presenta dos problemas seculares que nos han diferenciado con mucho de la media tanto de nuestro continente, como de nuestra área de moneda única, así como de los países de la OCDE. Esos problemas son, por un lado, las tasas de paro y de paro juvenil más elevadas y por otro la escasa productividad de cada uno de los trabajadores por hora trabajada.
Un reciente informe de la oficina de Estadística de la Unión Europea, Eurostat, así lo atestigua: coloca a España a la cola de Europa en productividad, con una caída brutal desde los máximos alcanzados antes de la pandemia, y registrando, desde entonces, una caída el doble de pronunciada que la de la media de la Eurozona.
Sobre una base 100 que marca el promedio del conjunto de la UE), España arranca 2024 en 97 puntos, desde los 101,9 que marcó antes de la pandemia. Eso son casi 5 puntos de caída, frente a los 2,7 puntos que perdió la media de la eurozona que pasó del 106,5 al 103,8.
En su análisis de España, la Comisión Europea decía que nuestro país "ha caído en productividad laboral por hora trabajada por debajo de los niveles prepandémicos, la diferencia con la media de la UE ha aumentado considerablemente", alertaba.
Atribuía este desastre a "los bajos niveles de inversión, la falta de innovación, la escasa transferencia de conocimiento de la academia a la industria y la fragmentación del mercado nacional". Por supuesto, también apunta a una regulación demasiado estricta, que dificulta a las pymes acceder a capital, además de, de nuevo, la inseguridad jurídica que genera las "deficiencias en el sistema judicial". Las dificultades para contratar personal cualificado es otro de los problemas que coloca a España a la cola de productividad de la Zona Euro.
Es más, el estudio, que recogía esta semana el Economista, revela cómo nuestra productividad todavía no ha conseguido alcanzar los niveles de 2009, cuando tocó máximos en los 105,7 puntos. Es decir, que España cayó en picado desde entonces y seguimos sin recuperarnos. En la media de la eurozona la curva es parecida, pero mucho menos pronunciada.
Sin embargo este dato es más dramático aun si echamos la vista atrás y vemos lo que ha sucedido con la productividad de la economía española desde el siglo pasado, en 1995. En 2017 la productividad total de los factores (PTF) era un 10,5% inferior a la de 1995 y su evolución contrasta con el aumento del 1,4% y 4,5% experimentado por el conjunto de la UEM y la UE, respectivamente. Es decir, que la productividad en España lleva casi 30 años en caída libre.

El desempeño en los últimos años, desde el impacto de la pandemia, es quizá de los más llamativos, ya que el nivel de inversión pública se ha disparado. Además, hemos contado con los paquetes de ayuda comunitarios más gruesos del conjunto de la UE, lo que demuestra que el desarrollo económico, la competitividad y la construcción de una industria y un mercado laboral sano y productivo poco o nada tienen que ver con la inyección de dinero público, sino con la gestión del mismo y con la capacidad de liberalizar sectores y flexibilizar el mercado laboral. España no ha sido un ejemplo. Estos factores hacen que España profundice de una manera dramática su problema de productividad.

En esta situación y con estas cifras encima de la mesa, el incremento de la precariedad en el mercado laboral, con multitud de contratos para mantener cada nuevo puesto de trabajo, y una caída súbita en el poder adquisitivo de los españoles, que el Gobierno quiera colocar en el centro del debate el recorte de horas de trabajo por ley resulta un brindis al sol letal para nuestra economía.
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