De los sitios hay que irse por la puerta grande. Eso ha debido pensar Teresa Ribera antes de hacer las maletas con destino Bruselas. Se ha desmarcado con una revisión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) que es pura fantasía. Alguien dijo una vez que se ha escrito más ficción con el Excel que con el Word, y no le falta razón a la vista de lo postulado desde el ministerio de la señora Ribera.
Resulta que la máxima demanda de potencia eléctrica en España tuvo lugar allá por el año 2007. Desde entonces han transcurrido casi veinte años y jamás hemos vuelto a acercarnos a aquellos niveles de consumo. Esto pone de manifiesto un hecho fundamental, estamos fracasando en eso que hemos llamado "electrificación de la sociedad".
Todo este tinglado se sostenía (en el Excel) porque la demanda eléctrica iba a aumentar de manera drástica. Del Excel salta al Word, de ahí a los think-tanks, allí se construye el relato, se repite hasta la saciedad por el equipo de opinión sincronizada y listo, ya has creado una realidad paralela. Así de sencillo, si no fuera porque a la realidad -la de verdad- le dan igual los Consejos de Ministros.
Según el relato oficial íbamos a prescindir de los combustibles fósiles, íbamos a comprar millones de coches eléctricos y nos íbamos a deshacer de las calderas de gas de nuestras casas para cambiarlas por flamantes bombas de calor eléctricas que funcionarían con energías renovables. Sin embargo, la demanda de electricidad no crece, lo que significa que nada de eso está pasando, al menos en una escala apreciable.
El récord de potencia demandada en 2007 fue de unos 45.000 MW. Hoy tenemos instalada en España una potencia de 122.000 MW. Teresa Ribera se desmarca ahora con un PNIEC que postula una potencia de 214.000 MW en el año 2030. Según el Plan (el del Excel) vamos casi a doblar la potencia en seis años con una economía estancada que no da signos de mejoría. En este caldo de cultivo se supone que vamos a generar la riqueza suficiente para hacer inversiones multimillonarias con el fin de acometer este hilarante delirio.
No hay más que ver los niveles de inversión de los que se hablan: más de 300.000 millones de euros, de los cuales se supone que 250.000 serán de inversión privada. Hasta el propio Excel debía estar riéndose cuando en el ministerio andaban liados metiendo números en una tabla. Ni siquiera las asociaciones del sector de las energías renovables dan credibilidad a esta quimera. El papel lo aguanta todo.
El sector energético necesita reformas de un calado que no se están planteando en los más altos estamentos del gobierno. No habrá inversiones multimillonarias en el sector renovable mientras haya precios cero en el mercado mayorista de electricidad. Nadie invierte para no ganar nada. Nadie. Buena parte de los errores históricos en nuestro sector se originaron, precisamente, por hacer estimaciones del consumo de electricidad fuera de toda realidad. Por lanzarse a hacer inversiones innecesarias que no podían amortizarse o por lanzarse a hacer inversiones con el dinero de todos. Mientras el consumo eléctrico no dé signos de acelerarse, únicamente nos hacemos trampas al solitario. Pero eso a los viven pisando moqueta les da exactamente igual. La fiesta nunca la pagan ellos.