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El futuro decrecentista que propone un científico español para Europa: bicilavadoras, rickshaws, veleros y Pentium

El "decrecimiento" sigue abriéndose camino: un nuevo libro lo propone como solución única ante un planeta que se "agota". y un capitalismo "enfermo".

La obsesión de la nueva izquierda por empobrecernos: a qué viene y qué consecuencias tendrá

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El "decrecimiento" sigue abriéndose camino: un nuevo libro lo propone como solución única ante un planeta que se "agota". y un capitalismo "enfermo".
Unsplash/Delfino Barboza

Desde hace años, en medio de las teorías más catastrofistas sobre el cambio climático, está ganando terreno incluso en foros "serios" el decrecentismo: una corriente que defiende el agotamiento irremediable de los recursos planetarios y propugna frenar en seco el ritmo de consumo actual. Uno de sus mayores defensores en España es el investigador científico en el CSIC Antonio Turiel, que acaba de publicar un nuevo libro (El futuro de Europa, en Destino) sobre lo que a su juicio le espera al continente. Además de dibujar un negro panorama, describe cómo sería esa UE en decrecimiento y cómo, a su juicio, deberíamos vivir todos en unas décadas.

El autor pinta un escenario catastrófico por el fin de la "época fósil": Turiel, como llevan otros científicos profetizando décadas sin que llegue todavía a cumplirse, avisa de que "ya hemos pasado ese punto de no retorno a partir del cual la producción de todo lo que hemos dado en llamar petróleo va a ir decreciendo con el tiempo" y lo mismo ocurre con el carbón, el gas y el uranio. Una situación que aboca a una crisis energética que se sumará, avisa, a la "crisis climática", la "crisis ambiental" causada por un "sistema económico enfermo, patológico" y una "crisis social", mientras insiste en que el capitalismo es un "sistema económico y social indisociablemente insostenible".

Ante este panorama y mientras descarta cualquier salto tecnológico (habla de "tecnoquimeras" y "tecnofantasías"), Turiel defiende como única opción borrar el mundo tal y como lo conocemos hasta ahora: para el científico la solución que se vende, la transición verde, no funcionará, y es de hecho extremadamente crítico con cada mantra de la transición energética, defendiendo entre otras cosas que la "electrificación absoluta es un mito", que la "adopción masiva" del coche eléctrico es imposible o que el hidrógeno verde "no tiene futuro como combustible".

Particularmente llamativo es su cuestionamiento de las renovables como vía para "desfosilizar" la economía: cita su intermitencia, la "escasez de materiales", los problemas para la "estabilidad" de la red y los límites del almacenamiento. Pasa luego a avisar de que la eólica en Europa "está herida de muerte", con China amenazando con convertirse en proveedor prácticamente en exclusiva como ocurre ya con la fotovoltaica, cuyo principal problema, dice, es cómo hacerla rentable.

"Lo justo para cubrir necesidades"

Ante estas "limitaciones" y el agotamiento de los recursos, Turiel proclama el fin de la "grandiosidad de la época fósil" defendiendo una "vuelta a lo local", a "hacer lo justo y necesario para cubrir las necesidades humanas", de forma que "no perturbemos los ciclos de vida". El profesor no cree en innovaciones tecnológicas futuras (de la nuclear dice que la fusión es una "quimera" y las actuales centrales "un callejón sin salida") y propone para Europa una especie de marcha atrás de muchas décadas que él considera inevitable, y deseable: "Toca decrecer", afirma, "sobre todo en lugares como Europa, que tienen más que un sobredesarrollo, un sobreconsumo. No ya por una cuestión moral (gula, avaricia, vanidad), sino por imposibilidad práctica". Estos son algunos de sus propuestas para esa Europa "decreciente":

-Viviendas eficientes: propone entre otras cosas la "propiedad compartida" de lavadoras, neveras y cocinas y apunta la posibilidad de hornos solares y de "bicilavadoras", que pone como ejemplo de electrodomésticos con función mecánica que "pueden ser sustituidos por sistemas de tracción humana".

-Pesca a vela: apunta Turiel que la pesca como la conocemos hoy en día tendrá que "redefinirse por completo" y caerá su volumen y distancia recorrida. Propone "el recurso a la vela".

-Desaparición de la minería: augura un coste energético creciente para aprovechar los minerales que queden; por eso apunta que "el reciclaje y reaprovechamiento" serán indispensables.

-Fin de la "hipermovilidad actual": el transporte estará dominado por ferrocarriles, con una distribución de mercancías mucho más limitada al comercio local, en el que se utilizarán "camiones y camionetas" (electrificados o con biocombustibles") o "incluso rickshaws" para los últimos kilómetros y en el que ve gran importancia en el uso de "ríos y canales". Para el transporte marítimo apuesta por "el empleo de veleros", que dice que podría mantener "un nivel de comercio marítimo de larga distancia bastante decente", y vaticina que los vuelos se convertirán en "algo marginal". Como consecuencia de todo esto, "el turismo de masas va a desaparecer".

-Adiós a la ganadería y agricultura industrial: avisa Turiel que "habrá ciertos cultivos que tendrán que ser abandonados" y se "tendrá que fomentar la alimentación de temporada y proximidad". Aunque admite un "cierto grado de mecanización", sí da por segura una "conversión de la mano de obra" que se ocupará en el campo de forma "varias veces superior" a la actualidad. También vaticina que paulatinamente las oportunidades de empleo escasearán en las ciudades "y la gente buscará nuevas oportunidades en el campo". La consecuencia de todo esto será que todo será más caro: dice que "se tendrá que pagar un precio justo por los productos agropecuarios" y finalizará el "proceso de reducción del precio final de los alimentos: "Esto se acaba, se acaba ya, es lógico que se acabe y es bueno que se acabe", señala admitiendo que habrá consecuencias para una población que tendrá que "dedicar una mayor parte de su renta al pago de necesidades básicas".

-Electrónica "sostenible": Turiel también ve "insostenible" la electrónica y augura chips fabricados "a una escala nacional con unos medios más modestos", poniendo como ejemplo los que se fabricaban en los ochenta. "Opino que si somos capaces de llegar a un nivel como el de los primeros Pentium, podremos mantener una capacidad semejante a la actual", que garantice, dice, "lo fundamental". Como consecuencia, apunta que "internet tal y como lo conocemos dejará de existir" y se limitará a "los requerimientos más funcionales, asociados a la operativa de sistemas críticos".

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