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El gran debate: ¿le merece la pena cotizar a un joven de 25 años?

España es el país con una deuda pública real (oficial + implícita) más elevada. Y a esto se suma un gasto creciente en Sanidad y Dependencia.

España es el país con una deuda pública real (oficial + implícita) más elevada. Y a esto se suma un gasto creciente en Sanidad y Dependencia.
Un anciano, en la playa, con sus nietos. | Cordon Press

Para qué cotizamos: para cobrar una pensión. Y si pensáramos que no la vamos a cobrar. Pues entonces, no cotizaríamos o cotizaríamos menos. ¿Está de acuerdo con este planteamiento? Algunos de los Youtubers más famosos entre la juventud española no sólo hace años que comenzaron a desfilar hacia Andorra en busca de un entorno fiscal más amigable. Además, hacen proselitismo libertario (o, al menos, anti-impuestos). Les dicen a sus jóvenes seguidores que no sólo es injusto que les cobren los elevados impuestos que pagan cada mes, en los que se incluyen también cotizaciones sociales que suponen un porcentaje muy relevante de su coste laboral. También les dicen que es un muy mal negocio porque ellos no tendrán pensión (o será una prestación casi de subsistencia).

De eso hablan esta semana Nuria Richart y Domingo Soriano en Economía Para Quedarte Sin Amigos (el programa completo en el siguiente vídeo).

Lo cierto es que éste es uno de los grandes puntos de fricción de la sociedad española. En un lado, los que dicen que los mayores se lo merecen, después de muchos años trabajando. En el otro, los que recuerdan que los sueldos de los jóvenes están subiendo mucho menos que las pensiones de los mayores; que, además, estos tienen ya una casa en propiedad; y que, por si fuera poco, muchas de las ayudas aprobadas en los últimos años están diseñadas específicamente para este colectivo (de los viajes del Imserso a los precios reducidos en el transporte o en muchos otros servicios).

Es un tema muy emocional. Además, nuestra posición depende mucho (aunque no siempre lo reconocemos en voz alta) del lugar en el que cada uno se posiciona en la suma-resta de impuestos-prestaciones. Sí, a los ancianos les preocupan los sueldos que cobran sus nietos... pero diles que vas a recortarles la pensión para aliviar algo la carga fiscal al trabajo en España. Y los jóvenes quieren a sus abuelos, pero explícales por qué un señor de 70 años con una pensión de 3.000 euros al mes tiene el transporte público gratuito mientras que un becario de 24 que gana 800 euros tiene que pagarse el Metrobús. En teoría, se comprenden; en la práctica, están enfrentados.

Por aquí dejamos algunos datos para el debate:

  • El salario medio para los menores de 25 años en España ascendía a 16.649 euros al año en 2023. Para el grupo de edad de 25 a 34, este salario medio alcanzaba los 24.138 euros al año.
  • La pensión media de jubilación en el Régimen General para las nuevas altas ascendió en diciembre de 2024 a 1.678,98 al mes (brutos). En catorce pagas, esto supone una prestación anual de 23.505 euros.

Si tenemos en cuenta que muchos de estos jubilados ya tienen su casa pagada, es evidente que el coste de su día a día es más controlable que para esos jóvenes con un empleo. Y ya no digamos para los cientos de miles de veinteañeros que no tienen un trabajo: la tasa de paro entre los menores de 25 años sigue por encima del 25%. Es verdad que en los peores momentos de la crisis de 2008-2014 estuvo cerca del 60%, pero no lo es menos que sigue siendo una cifra muy elevada y que es complicado encontrar en los países europeos de nuestro entorno.

La otra clave del debate gira en torno a si merece la pena o no cotizar. Es decir, si va a haber pensiones públicas en el futuro para esos jóvenes que ahora están pagando las prestaciones del presente (porque de eso va el sistema de reparto). Y sí, pensiones públicas habrá casi con total seguridad (si no las hay, tenemos un problema muy grave) pero la pregunta no es ésa, sino las condiciones de acceso a las mismas (a qué edad de jubilación y con cuántos años cotizados para tener derecho a una prestación contributiva) y la generosidad en relación a los salarios.

En este sentido, otro dato: España es el país de Europa con una deuda implícita más elevada. ¿Qué quiere decir esta expresión: "deuda implícita"? Son los compromisos de pago que los políticos españoles han adquirido con sus ciudadanos, en forma de prestaciones a futuro. Se denomina "implícita" porque no está emitida, no es como un bono a diez años que el Tesoro coloca en el mercado.

Pero, aunque no haya un papel que diga "el Estado español se compromete a...", el compromiso de pago persiste. Casi podríamos decir que esta deuda es más obligatoria que la oficial. Pues bien, España debe el 500% de su PIB en promesas a futuro a sus propios ciudadanos (en términos anuales, hablamos de 16-18 puntos del PIB sólo para ir cubriendo este punto). Estas promesas se articulan, sobre todo, en forma de pensiones: ningún otro país del mundo tiene una carga más elevada en esta deuda implícita. Si a eso le añadimos, unas perspectivas de envejecimiento más preocupantes que en otros países; una deuda oficial que también supera el 100% del PIB y con un gasto en intereses creciente; baja productividad y un mercado laboral con muchos problemas; y proyecciones de incremento del gasto en Sanidad y Dependencia. El cóctel no puede ser más explosivo: no es extraño que ese debate que planteamos al inicio genere tanto ruido. Tampoco lo es que haya muchos menores de 35 que se pregunten: para qué cotizar si a mí apenas me tocará nada. Y sí, repetimos, algo le tocará, pero casi seguro que será en peores condiciones de las que disfrutan los actuales jubilados (menos generosidad del sistema, sobre todo en tasa de sustitución: relación salario/pensión).

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