
Seguridad y defensa. Dos palabras que apenas entraban en la discusión política europea hace un lustro encabezan ahora los informativos. Más allá de lo que cada uno piense sobre lo que ha hecho (y dicho y tuiteado) Donald Trump esta semana, lo cierto es que su movimiento en Ucrania, señalando al Gobierno de Zelensky y dejando caer que impulsará un acuerdo de paz que beneficie a Rusia, ha disparado las alarmas en Europa.
Los líderes del Viejo Continente han coincidido en que hay que gastar más y hay que hacerlo ahora. Sí, como mínimo hay que alcanzar el 2% del PIB de gasto en Defensa al que estamos obligados (en teoría) por nuestra pertenencia a la OTAN. Pero cada día hay más voces que dicen que ni siquiera esto es suficiente y que en realidad habría que irse al 3-4%.
No entraremos en la discusión sobre si eso es necesario o no. Ni siquiera en quién tiene razón en el fondo del asunto. Eso es para Política Exterior o Defensa. Y aquí venimos a hablar de Hacienda.
Lo primero, lo que lleva siendo así veinte años, pero nunca nadie (casi nadie) explicaba: España es el país de la OTAN en el que el gasto en Defensa es más bajo en relación al PIB. De nuevo, no entramos a valorar si eso es bueno, malo o regular; simplemente es así. Por lo tanto, si hay que igualar al 2% o al 3%, también seremos el que tendrá que dedicar más dinero nuevo del Presupuesto a este asunto. De acuerdo a las cifras de la propia Alianza Atlántica, gastamos apenas el 1,28% del PIB en estos asuntos, justo un poco menos que Eslovenia, Luxemburgo y Bélgica; y a años luz del 4,12% de Polonia (el que más gasta en relación a su PIB), Estonia (3,43%) o EEUU (3,38%). Para llegar del 1,28% al 3% serán necesario un 1,72% del PIB extra, unos 27.000-28.000 millones de euros.
¿De dónde?
Como decimos, si nos metemos en un debate sobre política internacional o Defensa, éste sería el momento en el que discutiríamos sobre si Europa ha sido irresponsable en los últimos años, sobre si no hemos hecho los deberes en lo que se refiere a nuestra seguridad colectiva o sobre si España ha sido el alumno rezagado, que ahora apela a Santa Bárbara tras el primer trueno. Pero incluso si ignoramos todo eso y nos centramos sólo en los números, las conclusiones son muy desalentadoras:
- España no sólo está en muy mala situación de partida porque sea el que menos gasta, sino también porque es uno de los países que tiene menos margen fiscal. A pesar del discurso triunfalista del Gobierno sobre el crecimiento o la reducción de la ratio deuda/PIB, seguimos entre los países de la Eurozona con un mayor nivel de deuda (por encima del 100% del PIB) y con un déficit que se situó en 2023 en el 3,5% del PIB y que con suerte, habrá cerrado 2024 alrededor del 3%. ¡Y recordemos que ese 3% se supone que es el máximo al que se comprometen todos los países de la Eurozona!
- Es cierto que otros están peor ahora mismo en lo que se refiere al déficit. Por ejemplo, Italia o Francia; que, además, también presentan una deuda pública disparada. Pero incluso así, la posición de España es llamativa, y todavía más tras una década de teórico crecimiento (si quitamos los años del Covid). De hecho, aquí podríamos repetir los argumentos que utilizamos cuando comenzó la pandemia y el Gobierno español comenzó a reclamar que se flexibilizarán las reglas fiscales. Una parte del debate es si la situación justifica esa flexibilización. Y otra es la pregunta de ¿qué demonios hemos estado haciendo en la última década para, otra vez, llegar a una situación de emergencia en la que puede ser necesario tirar de gasto extra sin apenas margen para hacerlo?
- ¿Qué pasaría si nuestros socios europeos dicen que nanay a lo de flexibilizar las reglas fiscales? Que sí, que es cierto que por un lado todos saben que es una situación excepcional; pero, por el otro, en los países del norte, especialmente en Alemania y con elecciones-formación de nuevo Gobierno a la vuelta de la esquina, a lo mejor están hartos de seguir ampliando el margen de maniobra. Hay que recordar que desde la crisis de 2010-12 España no puede considerarse independiente desde un punto de vista financiero: para salir al mercado de deuda a los niveles actuales necesitamos como mínimo del apoyo implícito de nuestros socios de la moneda única. Si nos exigen por un lado un incremento del gasto y con la otra nos aprietan en el Presupuesto, tendremos un problema.
- ¿Cómo de grande sería ese problema? Pues imaginemos que es de esos 27.000-28.000 millones de los que hablábamos antes. ¿Hay partidas en los Presupuestos Generales del Estado para recortar esa cifra? No hablamos en teoría (quizás nosotros, en Libre Mercado, diríamos que sí), sino en la práctica de este Gobierno de coalición. ¿Cómo obtendría ese margen presupuestario? Intuimos que la respuesta se encuentra en nuevas subidas de impuestos, pero tampoco ahí parece que haya demasiado espacio para seguir apretando.
- La postura del Gobierno español, ¿es sincera o fruto de la necesidad? Lo decimos porque Sánchez está siendo de los menos entusiastas en cuanto a la necesidad de ese incremento del gasto. No sólo en términos absolutos, sino también en lo que se refiere a los detalles (quedarse en el 2% y no ir al 3%; plazos para lograr ese porcentaje; mecanismos de financiación mancomunados). Y aquí surge la duda de si es convicción o simple necesidad. Cuando no hay dinero en la caja, es fácil encontrar argumentos que rechacen lo que no puedes pagar. O dicho de otra manera: nuestras prioridades políticas e incluso la capacidad de defender nuestros principios están limitados por el nulo margen presupuestario del que disponemos.
- Muy relacionada con lo anterior: desde 2010-12, los austericidas (así nos llamaron) alertamos de que el déficit continuado que se acumula como deuda tiene precisamente esta consecuencia: en términos talebianos, te sitúa en una situación muy frágil. Por una parte, dependes de tus prestamistas; por otra, ya no eres dueño de tu destino y puedes tener que ignorar necesidades que, en realidad, sí tienes (en este caso, te convences de que en realidad no necesitas gastar tanto en defensa); y por último, porque cualquier imprevisto te pone al borde del abismo. ¿Era una crisis inesperada el Covid? Sí. ¿Lo es también la guerra e incluso la respuesta de Trump? También. Pero con una deuda del 30% del PIB y sin una bomba demográfica-jubilatoria a la vuelta de la esquina, las sorpresas se afrontan mejor. Si mañana hay que recortar pensiones, la culpa no será (sólo) de Putin o de que éste nos obligue a incrementar el gasto en defensa; miremos también a lo que hemos hecho desde 2010.
- Por último, supongamos que a Sánchez y a María Jesús Montero les sale todo bien: es decir, que la UE acepta flexibilizar las normas fiscales e incluso mutualizar en cierto sentido la deuda que haya que emitir para financiar esto. ¿Estaría mejor el español medio? Complicado verlo así. La deuda seguiría creciendo y ese margen presupuestario para este año sólo sería otro balón de oxígeno a corto plazo que nos impondría costes a medio y largo.
En definitiva, sí, puede que tengamos la guardia baja en lo que hace referencia a equipamiento militar o el tamaño de nuestro ejército. Pero en clave presupuestaria, en lo que hace referencia a quién pagará nuestra puesta al día (ya sea con más tanques, mejores salarios para nuestros militares o un incremento de nuestras fuerzas armadas)... estamos todavía peor.