
Se estima que más de 400 jets privados acudieron a la Cumbre del Clima COP26, celebrada en Glasgow (Escocia). A bordo, líderes como Joe Biden, Pedro Sánchez o Jeff Bezos acudieron a pontificar sobre el cambio climático y castigarnos por usar el coche diésel para ir al trabajo, mientras sus aviones privados emitían toneladas de CO2.
Y cómo olvidar la última cumbre climática, la de Emiratos Árabes Unidos, donde los líderes mundiales se reunieron para abordar la reducción de la huella de carbono hospedados por uno de los mayores productores de petróleo del mundo y todo un ejemplo en la violación de los derechos humanos.
Pero en esta competición de hipocresía climática, el presidente de Brasil, Lula da Silva, tiene bastantes papeletas para llevarse el premio gordo. Está construyendo una nueva autopista de cuatro carriles que atraviesa miles de hectáreas de selva amazónica protegida para facilitar el tráfico hacia Belém, la ciudad que acogerá la cumbre climática COP30 este próximo noviembre.
El gobierno estatal asegura que la carretera es "sostenible", pero los lugareños a los que ha entrevistado la BBC discrepan. Aseguran que se está deforestando la selva tropical y se están pavimentando humedales, lo que obviamente contradice el propósito mismo de una cumbre climática.
También están en contra de esta nueva carretera los agricultores que se ganaban la vida cosechando bayas de açaí de los árboles que antes ocupaban ese espacio de selva deforestada y las asociaciones conservacionistas que denuncian que cientos de animales morirán atropellados porque la autopista ha dejado desconectadas dos zonas de un bosque protegido.
Además de la carretera, también se han aprobado unos 30 proyectos de infraestructuras, se están construyendo nuevos hoteles, se está renovando el puerto para que los cruceros puedan atracar allí y dar cabida al exceso de visitantes y el gobierno federal ha invertido 75 millones de euros para ampliar la capacidad del aeropuerto de siete a catorce millones de pasajeros.