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Una mala noticia para Sánchez: por qué nadie ve el cohete... y seguirá sin verlo

Inflación y vivienda tienen mucho que ver en que numerosos colectivos de nuestro país no compartan el optimismo del Gobierno sobre la economía.

Inflación y vivienda tienen mucho que ver en que numerosos colectivos de nuestro país no compartan el optimismo del Gobierno sobre la economía.
Pedro Sánchez, esta semana, durante una comparecencia en el Palacio de la Moncloa. | Europa Press

Otra semana, otro gran dato, y como si nadie se diera cuenta. Algo así debe estar pensando Pedro Sánchez. Hace unos días, por ejemplo, el FMI revisaba al alza las previsiones para la economía española. Es uno de los pocos países para los que anticipa un desempeño mejor de lo esperado en este 2025. Tras la guerra comercial, casi todas las cifras que ofrecían los expertos del organismo apuntaban a la baja. No parece que vaya a haber una recesión, pero sí un claro enfriamiento de la economía mundial. Y nosotros nos salvaremos, dice el FMI: si en el conjunto del planeta la previsión ha pasado de un 3,3% para este año a un 2,8%; en el caso de nuestro país, las cifras eran del 2,3% y ahora llegan al 2,5%.

Y, sin embargo, la sensación no es ésa. No se percibe una euforia (como en los años de la burbuja inmobiliaria, por ejemplo). Ni estamos cerca siquiera de esa impresión. ¿Qué está pasando?

Pues que, más allá de la propaganda gubernamental o de las excusas para argumentar por qué el ciudadano de a pie no le compra su discurso, se impone una realidad en los titulares (por poner dos ejemplos: aquí lo explica Luis Fernando Quintero en Libre Mercado; y aquí la noticia sobre el mismo asunto en El Confidencial). El país sí produce más, pero el reparto no llega para mejorar las vidas del ciudadano medio. Y no sólo en lo que respecta a este año. El FMI también anticipa que la mejoría del PIB per cápita desde ahora hasta 2030 será inferior en España a la de la mayoría de sus vecinos. No todos, porque Francia, Alemania o Italia están peor. Pero sí que a gran parte de los países de la Eurozona.

¿Cómo se explica? Pues básicamente, por la inmigración. Somos más; producimos más en agregado (esto no es malo), pero ni hay ganancias de productividad ni grandes avances en lo que nos toca a cada uno. Es más, en ese mismo documento que el Gobierno tanto cita estos días nos dicen que el crecimiento del PIB per cápita sería menor al del ciclo 2014-2019; y a que la tasa de paro se quedará estancada alrededor del 11% (y eso que asumen como buena la peculiar contabilidad del Gobierno). Por eso, la metáfora del cohete que seguro que tanto éxito tuvo entre los asesores de comunicación de Moncloa que la idearon, se está quedando casi en un meme, que se usa más como burla por sus adversarios que como argumento por sus partidarios.

Renta real

Todavía podría ser peor (para el Gobierno). El panorama que se dibuja para el futuro cercano (sujeto a todo tipo de incertidumbres, como siempre) apunta a una consolidación de la tendencia: crecer sin que nadie lo note. O sin que lo noten demasiados de los que se supone que deberían notarlo. Aquí hay un concepto clave que no sabemos si manejan en Moncloa: renta disponible.

No me refiero a la estadística del INE. Eso va por otro lado. Sino a esa idea de que no sólo importa lo que ganamos en total, sino en qué podemos gastarlo. Pondré un ejemplo extremo que utilizo a menudo, para que se entienda a qué me refiero:

  • País 1. Trabajador que gana 70.000 dólares. Pero el país es muy inseguro y debe gastar 15.000-20.000 dólares en una alarma, una empresa de seguridad, reformas en su casa para hacerla menos vulnerable, un segundo coche porque no quiere que sus hijos vayan a la universidad en transporte público, etc...
  • País 2. Trabajador que gana 60.000 dólares, pero apenas gasta en seguridad porque su ciudad es muy tranquila

En teoría, el primero gana en la estadística. Su sueldo es más alto. En la realidad, el que vive mejor es el segundo, que tiene más dinero para aquello que le importa: desde salir con los amigos a viajar en verano.

Pues algo así (menos extremo que en el ejemplo) está pasando en España desde hace años. Sobre todo en determinados lugares y para ciertos colectivos. ¿Culpables? Inflación de la cesta de la compra y vivienda.

En cuanto al IPC, no es de los indicadores de los que más tira el Gobierno en sus arrebatos propagandísticos. Porque incluso en los meses en los que ha estado por debajo de la media europea, tampoco solía ser por mucho. Y porque en el acumulado 2021-25 estamos más o menos en el mismo nivel que nuestros vecinos. Pero, cuidado, que ese IPC medio no se haya disparado es tranquilizador sólo en parte. Porque los sueldos no lo subido hecho tanto; y, sobre todo, porque algunas de las categorías más importantes, sí lo han hecho. Hace poco leía un informe del Banco de España en el que se recogía que el IPC de los alimentos había subido en nuestro país en un 33,9% desde 2019, frente a un 31,2% en la UE y un 28,3% en EEUU. Con otra derivada: esto no impacta igual en todos los hogares; a menor renta, el peso de este tipo de productos es más elevado.

Y no metemos en el IPC la subida de impuestos por la puerta de atrás que sufrimos desde hace años. Que eso también impacta (y mucho) en el dinero real que nos queda a finales de cada mes y que hace que cualquier subida de sueldo sea menos subida. De hecho, si sumamos la inflación a la subida del IRPF: en términos reales y en sueldo neto, muchos españoles están ahora peor que hace 4-5 años, incluso aunque les hayan subido el bruto-nominal.

Ganadores y perdedores

El segundo elemento es la vivienda. Que sigue disparada y que no tiene pinta de que vaya a moderarse en los próximos años. Por un triple factor: ni hay impulso legislativo para incrementar la oferta; ni es un sector con un ajuste rápido (al final, una promoción tarda 3-4 años al menos en estar disponible desde que alguien piensa en el proyecto); ni se relaja el incremento de la demanda (la llegada de inmigrantes, sobre todo de Sudamérica, sigue a buen ritmo).

Por supuesto, este punto no afecta igual tampoco a todos los españoles. Jóvenes y habitantes de las ciudades-regiones con más incremento de población lo sufren más. No tiene pinta de que en el centro de Madrid, Barcelona, Málaga, ciudades vascas, ciudades pujantes del arco mediterráneo, etc... vaya a ver un descenso en los precios. Sin nueva oferta y con bastante nueva demanda, no puede ocurrir otra cosa, por muchas leyes de vivienda que el Gobierno anuncie. Ya empiezan a aparecer en prensa artículos sobre pisos no especialmente grandes donde viven 10-12-15 personas. No me extrañaría que esto fuera a más.

En todo este proceso, habrá ganadores y perdedores. Propietarios y los que cobran rentas protegidas de la inflación lo pasarán mejor. Los que buscan casa (ya sea para comprar o alquilar) y tienen salarios y empleos no muy estables estarán en el segundo grupo. Otro elemento para la guerra generacional viejos-jóvenes que va a dominar nuestro debate público.

Pero sin llegar a eso siquiera, volvamos al ejemplo que apuntábamos antes. Y preguntémonos, tras pagar lo que todos consideramos básico-obligatorio (comida, ropa, vivienda, servicios esenciales, impuestos), ¿tenemos más renta, para nuestras cosas, ahora que hace 3-4 años? Sánchez puede viajar en cohete o en Falcon; puede tener a sueldo a decenas de asesores; y puede poner cara muy seria cuando habla de Economía y reclama que le demos a su Gobierno el mérito que merece. Pero no logrará que una mayoría de españoles conteste que sí a esa sencilla pregunta.

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