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Francisco Aranda

Cerremos todas nuestras playas

Una vez más se confirma aquello de que en España se discuten hasta los datos.

Una vez más se confirma aquello de que en España se discuten hasta los datos.

"Sí, el empleo ha crecido en el último trimestre, pero la causa ha sido el sector turístico. Si aislamos el efecto de los trabajos relacionados con el verano, entonces habríamos generado desempleo". Esto se lo he escuchado a un notable dirigente político de nuestra izquierda sin sonrojarse lo más mínimo. Una vez más se confirma aquello de que en España se discuten hasta los datos.

Me parece que lo honesto no es definir un escenario inventado sino la realidad, sea la que sea. Es decir, si ahora resulta que no queremos generar empleo relacionado con el verano, pues que se cierren las playas y piscinas y prohibamos la entrada a los turistas. O mejor, nacionalicemos todo el litoral y convirtamos en funcionarios a todo el personal de hoteles, bares, chiringuitos, aerolíneas y tiendas, así como a socorristas, hamaqueros, guías y vendedores de patatas fritas, cometas o pasteles.

Vamos a ser todos un poquito consecuentes. Si el único sector productivo que tira de nuestra economía es el turismo estacional, especialmente el de verano, parece tremendamente lógico que el empleo que genere sea igualmente estacional. No es ni precario ni de calidad. Es temporal. Me imagino que nadie pretende que el señor de las hamacas o el camarero del chiringuito sea contratado todo el año.

A mi juicio, las políticas de empleo deben caminar en dos direcciones: por un lado hay que fomentar los flexipuestos y, por otro, favorecer el resurgimiento del olvidado sector industrial.

Si un trabajador de hotel tiene las competencias necesarias para colocar hamacas pero también para realizar el mantenimiento de una piscina cubierta, tiene una mayor empleabilidad, luego será más necesario en esa empresa y contará con más posibilidades de mantenerse empleado cuando llegue el otoño.

Siempre recordaré mi llegada al aeropuerto de un pueblo del interior del estado de Texas, en Estados Unidos, donde tuve la oportunidad de estudiar. El aeropuerto no tenía pinta de haber sido inaugurado por Fabra, porque constaba de una pista de aterrizaje sólo apta para aviones de hasta 60 plazas (yo fui en uno de 25), un mostrador, una cinta de equipajes y, como bar, una máquina de vending. Pues bien, el señor que hizo de señalero en la pista indicaba a los pasajeros el camino a la terminal, recogía las maletas y las llevaba en una gran furgoneta a la cinta; y cerró la instalación con llave cuando salimos todos.

En España no podemos disimular que somos unos nuevos ricos en el sentido más hortera de la expresión. Si se trata de ampliar Barajas, creamos un monstruo en el que tardamos, cuando menos, media hora en llegar a la puerta de facturación. Incluso tenemos que coger un metro para ir a determinados vuelos (habiendo fingers vacíos en la terminal principal). Sin embargo, si usted va a Valencia, accede al avión andando por la pista y entre el ruido de los motores. Pero lo mejor es que si antes nos quedaba grande, ahora nos queda enorme. Y encima, para poder pagarlo, nos suben los impuestos. Respecto a los trabajadores, aquí nadie hace lo que no le compete. Cada actividad dentro del proceso tiene su propio colectivo profesional. No me extrañaría que en el apartado de maleteros lleguen a subdividirse según sea la marca o el color del bulto.

Por otro lado, el sector industrial tiene por su propia naturaleza espíritu de estabilidad, y en nuestra economía pesa muy poco. Muchos países de nuestro entorno están poniendo en marcha planes de relocalización industrial centrados en sectores como el textil, el del calzado, el del automóvil, el juguetero, el aeronáutico, etc. No estoy hablando de subvenciones, sino de generar un ecosistema que favorezca la instalación de fábricas, las cuales generan muchos puestos de trabajo y hacen aumentar la recaudación tributaria.

El último dato de la EPA es prudentemente bueno, pero, habiendo seis millones de personas sin empleo, hay que hacer mucho más, porque en España sigue siendo más fácil perder un empleo que encontrarlo. El porcentaje de personas ocupadas que en el segundo trimestre del año eran desempleadas fue del 5,71%, esto es, 34 centésimas más que en el segundo trimestre, mientras la proporción de parados que estaban ocupados hace tres meses aumenta 2,2 puntos, instalándose en el 13,18%. Cuantos menos impuestos existan y más espacio se deje a la iniciativa empresarial, más estaremos favoreciendo que las inversiones se dirijan a la economía productiva y no a la financiera.

En Libre Mercado

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