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Ignacio Moncada

El tipo de interés debe fijarlo el mercado

El tipo de interés es demasiado importante como para dejarlo en manos de un comité de planificación centralizada. Es sólo en el libre mercado donde puede coordinarse el ahorro con la inversión.

Cuando el Banco Central Europeo, tal y como estaba previsto, subió 25 puntos básicos el tipo de interés, la mayor parte de la opinión pública y publicada española se lanzó a criticar la medida. Es como si mantener bajos los tipos de interés fuera una suerte de botón mágico que cuando Trichet se digna a pulsar, nos hace más ricos. Pese a que los cofrades del pensamiento único sigan creyendo en las varitas mágicas, la economía es mucho más compleja que ese simplón mecanismo. No se trata de grandes sabios que deciden los designios de la Humanidad, sino de la coordinación de pequeñas decisiones de millones de personas que buscan alcanzar sus propios fines.

En ese sentido, el tipo de interés cumple un papel vital. Es el precio que, en un mercado libre, tiende a coordinar el ahorro disponible con las posibilidades de inversión, fijando la rentabilidad de los bienes de capital y por tanto dónde y cuándo debe invertirse. A mayor ahorro disponible, menor será el tipo de interés real, y por tanto podrán afrontarse más inversiones que de otro modo provocarían pérdidas económicas a la sociedad. El problema es que nuestro sistema monetario actual, en el que es un gran banco central el que fija este importante precio de forma prácticamente arbitraria, el ahorro y la inversión quedan desconectados, provocando un permanente desequilibrio en la economía.

Cuando se fijan artificialmente los tipos de interés a la baja, como sucedió entre los años 2002 y 2005, lo que se produce es una alocada carrera a la inversión sin considerar el ahorro que existe para financiarlo ni cuáles serán los sectores que después tendrán demanda. Es, por ejemplo, lo que ha sucedido en España con el sector inmobiliario. Sin remedio, al cabo del tiempo se descubre que esas inversiones no eran rentables. Que quienes habían invertido lo habían hecho engañados por unas señales manipuladas por el poder político. Estamos ante una burbuja que primero se manifiesta en forma de inflación, y que tarde o temprano tendrá que reventar. Es lo que suele conocerse como crisis económica, una enorme destrucción de capital y de relocalización de recursos que deja a millones de personas sin trabajo.

Entonces, cuando parece evidente que todo ha sido un error, siempre aparece un político que dice que para salir de la crisis deben... ¡bajarse los tipos de interés! No hay mejor forma de posponer y dificultar la recuperación. Así se desincentiva la necesaria liquidación de malas inversiones y la dura reducción de las deudas contraídas, y se siembran nuevas burbujas. Lo que ha movido a Trichet ahora a subir los tipos de interés ha sido, precisamente, la inevitable llegada de la inflación, señal inequívoca de que estamos a las puertas de otra burbuja antes de haber salido de la anterior.

Pese a que para los españoles será duro a corto plazo, la decisión de subir los tipos es correcta. Como bien explica Domingo Soriano en Libertad Digital, esto permitirá que se liquiden las malas inversiones, que se vayan amortizando las deudas, y que se ponga freno, a medio plazo, a la inflación. Ahora bien, todo esto podríamos haberlo evitado si todas las inversiones hubieran estado respaldadas con ahorro real. Lamentablemente para Trichet, esto no es algo que esté a su alcance, ni en el de ninguna otra sabia autoridad pública. El tipo de interés es demasiado importante como para dejarlo en manos de un comité de planificación centralizada. Es sólo en el libre mercado donde puede coordinarse el ahorro con la inversión, y por tanto es como debe fijarse el tipo de interés.

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