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Las grandes falacias de Pedro Sánchez sobre la desigualdad

Repasamos los indicadores que desmontan el discurso de Sánchez.

Repasamos los indicadores que desmontan el discurso de Sánchez.
El discurso igualitarista de Sánchez no se sostiene | EFE

Ni siquiera en la despedida parlamentaria de Pablo Casado, el presidente del gobierno Pedro Sánchez fue capaz de dejar a un lado su discurso en referencia a la "desigualdad". Para ser precisos, el máximo responsable del poder Ejecutivo afirmó en sede parlamentaria que España es "un país extremadamente desigual".

Hace apenas un mes, en los micrófonos de la Cadena Ser, Sánchez hizo unas declaraciones muy parecidas, denunciando que el nuestro es "un país muy desigual". De modo que no estamos ante un pronunciamiento aislado y puntual, sino ante un elemento central de la propaganda del gobierno, que curiosamente no parece sentirse responsable de la nefasta situación que dibuja cada vez que hace este tipo de declaraciones.

Pero, ¿qué nos dicen los indicadores? Si hablamos de igualdad hombre-mujer, lo cierto es que el Índice de Igualdad de Género sitúa a España como un país de referencia, con una nota de 73,7 puntos sobre 100 que supera holgadamente el promedio europeo, de 68 puntos sobre 100. De modo que, si la desigualdad a la que alude Sánchez es de este corte, los resultados arrojan un escenario muy distinto.

¿Se trata, entonces, de la desigualdad de renta o de riqueza? En clave global, la desigualdad de ingresos medida por el Coeficiente de Gini ronda los 0,65 puntos sobre 1, casi duplicando el último resultado disponible para España, en el que nuestro resultado se sitúa en torno a los 0,33 puntos sobre 1.

Es importante recalcar, además, que casi el 90% de la desigualdad se explica por el paro, de modo que, más que de una cuestión de inequidad de renta, de lo que hablamos es de un problema de flexibilidad laboral. No solo eso: si medimos cómo evoluciona la desigualdad de renta a lo largo del tiempo, encontramos que su evolución a medio y largo plazo (a diez y veinte años) sitúa a España en una posición muy favorable, puesto que somos el país europeo en el que más se reducen las diferencias salariales conforme van pasando los años. Y, si establecemos un análisis cruzado entre los indicadores de desigualdad observados bajo cada etapa política, lo cierto es que podemos ver que la tendencia fue bajista con Aznar, alcista con Zapatero y nuevamente bajista con Rajoy, para volver a crecer con Sánchez.

Por otro lado, en lo tocante a la desigualdad de riqueza, los datos muestran que somos uno de los países con menos desigualdad patrimonial del mundo. Así pues, tampoco esta línea de ataque parece tener el menor fundamento, como tampoco lo tiene el enfoque en la desigualdad de consumo, una rúbrica que ha tendido a la baja en los últimos años (por ejemplo, se redujo un 10% durante la pasada crisis).

Finalmente, si hablamos de igualdad de derechos y oportunidades, lo cierto es que las mediciones referidas a la calidad de la democracia española tienden a ser favorables, como muestran los indicadores de Freedom House o The Economist, donde España figura como una de las democracias con mejores resultados del mundo (aunque, todo sea dicho, la presidencia de Sánchez ha coincidido con un preocupante retroceso en la nota recibida en este segundo informe).

Desigualdad no es sinónimo de pobreza

En cualquier caso, es importante recalcar que Sánchez parece hacer una identificación entre desigualdad y pobreza, puesto que sus declaraciones parlamentarias y sus manifestaciones radiofónicas acerca de esta cuestión han tendido a reunir ambos conceptos bajo un mismo paraguas.

En realidad, puede haber igualdad en la prosperidad, desigualdad en la prosperidad, igualdad en la miseria o desigualdad en la miseria. Por ejemplo, los niveles de desigualdad son relativamente elevados en Estados Unidos, pero también en Turquía, mientras que registran puntuaciones relativamente bajas en Dinamarca, pero también en Eslovenia. De manera que Sánchez incurre en otros error de bulto al conectar dos debates que no necesariamente van de la mano.

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