Con la amenaza de embargos o bien cortes de suministro de gas por parte de Rusia - este jueves Gazprom cortó el suministro de gas a través del gasoducto Yamal en Polonia-, las miradas se dirigen hacia el gas natural licuado: más caro pero que multiplica las posibilidades de importación. España lleva la delantera en este terreno desde hace décadas con seis regasificadoras mientras que otros países están tratando de buscar vías alternativas a los gasoductos: Alemania, sin ninguna planta, acaba de alquilar cuatro regasificadoras flotantes en un intento de independizarse del gas ruso.
La situación creada podría haberse convertido en una oportunidad para España, pero, como dijo el consejero delegado de Repsol, Jose Jon Imaz, hace unos días, "nos ha pillado el toro". Nuestro país tiene una enorme capacidad para procesar gas natural licuado, el que viaja en metaneros desde cualquier parte del mundo, pero su capacidad para exportarlo es limitada. La empresa encargada de las infraestructuras gasistas en España, Enagás, opera las conexiones que tiene España con Portugal (Tuy y Badajoz), las de Argelia y las dos con Francia: Larrau, que abrió por primera vez nuestro mercado al europeo en 1993, e Irún. Ambos gasoductos permiten exportar 7 BCM (siete millones de metros cúbicos) de gas natural a Europa. Pero según Enagás, hay capacidad para exportar otros 20 BCM al año.
El conducto que lo haría posible, el proyecto Midcat, se paralizó en 2019 por decisión de Francia y también por el desinterés del Gobierno de España. Las primeras evaluaciones apuntaban a una inversión necesaria de 3.000 millones de euros: el proyecto, pensado inicialmente como una forma de enviar gas del norte al sur de Europa, cayó finalmente en el olvido por decisión de ambos ejecutivos, como confirmó hace unos días la Comisión Europea y denunció el eurodiputado de Cs José Ramón Bauzá.
Entonces, el 1 de abril, la Comisión me contesta oficialmente: el Gobierno de Sánchez se opuso al proyecto cerrando la puerta a que España se convirtiera en el hub gasístico de Europa. pic.twitter.com/rScCdLogp4
— José Ramón Bauzá 🇺🇦 (@JRBauza) May 3, 2022
Ante una situación radicalmente distinta, el interés europeo por el Midcat ha regresado, como manifestó hace unos días Ursula von der Leyen. Sin embargo, en el Gobierno no todos piensan así: este jueves, el Congreso votó una enmienda que pedía impulsar el Midcat con el fin de que cuente con financiación europea, sea considerado proyecto de interés común y sirva en el futuro para conducir hidrógeno verde. Lo apoyaron PSOE, PP y Ciudadanos. Podemos votó en contra, con argumentos como que el gas natural no es una energía limpia. EH-Bildu, la CUP, Más País-Equo, el BNG y Compromís también lo rechazaron.
Desde Enagás defienden el proyecto, del que dicen que "con una inversión muy moderada, nos permitiría enviar gas en un plazo de 2 años y medio". "Encaja perfectamente con la estrategia europea de respuesta a esta situación, que necesita respuestas a corto, medio y largo plazo", declaró este viernes su consejero delegado, Arturo Gonzalo.
Mientras, Teresa Ribera, que defiende que fue Francia quien paralizó el plan, reclama financiación europea, que tenga "vida útil futura" y que quede preparado "para el uso de gases renovables". "Seguridad de suministro de terceros, financiación de terceros", dice la ministra que impulsó la ley que hoy por hoy prohíbe las prospecciones y extracción de gas y petróleo en España.
Desde Cs, Bauzá insiste en que la Comisión Europea demostró "muy taxativamente" que además de Francia, también se opuso el Gobierno español impidiendo así que hoy España "disfrute de la mayor oportunidad estratégica en Europa", al ser "el único con seis plantas de regasificación". "Sería la puerta de entrada del gas licuado que viene de EEUU", señaló hace unos días en La Noche de Dieter, lamentando que "gracias a Pedro Sánchez" España no pueda ser una "potencia geoestratégica" y "reivindicar un protagonismo político en estos momentos tan difíciles".
El potencial español
Desde inicio de año hasta final de abril, en plena escalada de tensión con Rusia y tras el comienzo de la invasión, el 35,5 % del gas importado por España ha procedido de Estados Unidos, el 25,4 % de Argelia y el 14,8 % de Nigeria. Las importaciones de EEUU, potencia gasista gracias al fracking que ha prohibido buena parte de Europa y también España, alcanzaron en marzo su máximo desde que hay datos. Abril, mientras, se convirtió en el cuarto mes consecutivo en que Estados Unidos es el primer suministrador de gas a España por delante de Argelia.
La situación es posible gracias a la red de regasificación española, cuya andadura comenzó en los sesenta con la creación de la planta más antigua de Europa, la del Puerto de Barcelona, para procesar gas argelino y libio. En las seis que hoy están en funcionamiento, se devuelve al estado gaseoso el gas que se exporta de otros países en estado líquido, a -160 grados, consiguiendo así que el volumen se reduzca 600 veces. Las plantas regasificadoras actúan además como almacenes y de hecho España cuenta con el 45% de la capacidad de almacenamiento de gas natural licuado de toda la UE. Una red que ha permitido acuñar la tan usada expresión "isla energética" y que pone a nuestro país en una situación de ventaja frente a centroeuropa en esta crisis.
Que la situación es muy distinta a la de 2019 lo atestiguan datos como el flujo de gas en dirección a Francia: mientras en los últimos años las dos interconexiones con Francia tenían "unos balances netos poco relevantes", según Enagás, desde la invasión de Ucrania están funcionando a plena capacidad. En el primer trimestre de 2022 se registraron saldos netos exportadores a través de las interconexiones con Francia, alcanzando los 1,3 teravatios hora (TWh), el doble (135 %) que en el mismo periodo de 2021.
Otras conexiones
Además de la conexión francesa, la compañía trabaja para que haya una tercera interconexión con Portugal y está estudiando la posibilidad de construir un gasoducto entre España e Italia, que también busca reducir su fuerte dependencia del gas ruso. El gasoducto, de momento sólo en análisis técnico, alcanzaría los 750 kilómetros de longitud y una capacidad para transportar 10 bcm al año. Según el consejero delegado de Enagás, Arturo Gonzalo, si Europa quiere sustituir los 155 bcm que importa de Rusia, tendrá que "recurrir a todos los recursos a su alcance".