España se lanza a quemar gas. Este martes, cerca del 40% de la energía que se está generando en nuestro país procede de las centrales de ciclo combinado, que son las encargadas de transformar la energía térmica del gas natural en electricidad.
Esta realidad, no es más que otra evidencia que echa por tierra las obsesivas pretensiones ecologistas del Gobierno de Pedro Sánchez (y de Bruselas) de imponer las energías renovables sin una alternativa tecnológica que las respalde. Porque la naturaleza es difícilmente controlable por mucho que se empeñen los políticos.
Y cuando no hay sol o no hace viento, España tiene que quemar más gas porque también le ha declarado la guerra a las nucleares, a diferencia de otros países como Reino Unido, que ya ha elaborado un plan para construir ocho centrales antes de 2050 con el objetivo de reducir su dependencia de los hidrocarburos rusos y bajar el precio de la luz.
Es precisamente la falta de viento la que destaca hoy y la que está detrás de la entrada en tromba en el sistema de los ciclos combinados. Así, como se observa en la detallada base de datos de Red Eléctrica (REE), participada al 20% por el Estado, pasado el mediodía, la generación eólica apenas representaba al 4%. Es decir, los molinos de viento del país estaban prácticamente parados.
Gracias a que sí ha hecho sol, a la energía producida a través de gas le sigue la fotovoltaica (25,37%) y ya después la denostada nuclear (16,35%). Estas cuantías van cambiando en tiempo real y pueden darse la vuelta rápidamente, pero son el ejemplo ideal de los perniciosos efectos de la política climática de Bruselas (y aplicada por Sánchez), que persigue las energías "contaminantes" (disparado los derechos de emisión de CO2 por ejemplo), pero luego tiene que recurrir a ellas por falta de alternativa renovable o nuclear.
Una gran paradoja se ha dado en Alemania, que ha tenido que recuperar las centrales de carbón ante los recortes del gas ruso. Lo mismo ocurrió en España el pasado invierno, mucho antes de la invasión de Ucrania, en plena ola de frío.
La luz, en máximos con la fórmula de Ribera
La necesidad de usar gas es uno de los motivos que explican que el Gobierno haya fracasado estrepitosamente con la fórmula de la excepción ibérica para abaratar luz tras una semana de su puesta en marcha.
Tanto es así que, mañana miércoles, los clientes de la tarifa regulada pagarán la friolera de 282,12 euros por megavatio hora (MWh) de media por la luz que osen gastar en sus hogares, un 4,4% más que hoy.
La razón de este ridículo gubernamental es que el precio del mercado mayorista está en 152,75 euros/MWh, pero a esta cifra hay que sumarle la compensación que reciben las centrales de ciclo combinado de gas y que, según los datos de Omie, asciende a la friolera de 129,37 euros/MWh. El resultado son los 282,12 euros, la mayor cota con la fórmula de Ribera, que no cumple su objetivo.