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Así era la miserable vida de los polacos bajo el comunismo

El autor visita Varsovia para conocer de primera mano el pasado, presente y futuro económico del país.

El autor visita Varsovia para conocer de primera mano el pasado, presente y futuro económico del país.
Un vistazo a la miserable vida de los polacos bajo el comunismo | EFE

Este mes de septiembre de 2022 visitaré Varsovia, en Polonia, y Hanoi, en Vietnam. Ambos lugares tienen mucho más en común de lo que podríamos pensar. Por ejemplo, en uno y otro caso hablamos de naciones que sufrieron terribles guerras en la historia reciente, Polonia entre 1939 y 1945 y Vietnam de 1955 a 1975. En dichos conflictos murieron millones de personas y los dos países terminaron devastados. Y, peor aún, las guerras no vinieron seguidas de una recuperación y una reconstrucción económica, porque los regímenes instaurados promovieron la economía socialista de planificación.

En Polonia y Vietnam, dicho modelo condujo a los mismos resultados de siempre: trajo miseria, pobreza y una inflación galopante. En ambos casos, los comunistas intentaron reformar el sistema a última hora, pero la mayoría de la gente había asumido ya que solamente con derechos de propiedad y una economía de mercado sería posible salir adelante. Ningún país de tamaño comparable ha avanzado tanto en el Índice de Libertad Económica como lo han hecho Vietnam y Polonia en las últimas décadas. En ambos países, la vida de la gente común ha mejorado dramáticamente.

La vida bajo el socialismo

Cada vez que viajo a un país, intento conocer su historia para entenderlo mejor. Es por eso que, a mi llegada a Polonia, organicé un encuentro con Alicja Wancerz-Gluza, cofundadora del Centro Karta, un archivo histórico independiente de las instituciones públicas. Alicja participó activamente en el movimiento sindical Solidaridad y, más tarde, tras la declaración de la ley marcial en Polonia, se sumó a la militancia anticomunista, que operaba en la clandestinidad. El 4 de enero de 1982, junto con su esposo y un pequeño grupo de amigos, fundó el periódico clandestino Karta. Con el tiempo, el periódico, que ella misma escribía en máquina de escribir y luego mimeografiaba, se convirtió en una editorial que publicaba periódicos y libros ilegales.

Hoy, el archivo de Karta suma un total de 5.000 libros y folletos, además de 35.000 periódicos, 300 carteles y 1.000 postales, recopilando publicaciones clave de la rebelión anticomunista. La colección también incluye la colección más grande de documentos del sindicato Solidaridad. Alicja me enseñó con orgullo un documento de la UNESCO que certifica que su colección forma parte del registro internacional de patrimonio documental mundial asociado al programa "La Memoria del Mundo", que impulsa dicha agencia de la ONU.

Karta cuenta con las tablas de madera del astillero de Gdansk en las que los trabajadores que participaron en la huelga de agosto de 1980 escribieron sus 21 reivindicaciones. Además, su archivo ha recopilado un total de 6.000 entrevistas con testigos contemporáneos de la época, incluidas 1.000 entrevistas con exprisioneros de los gulags soviéticos. Cuenta, además, con más de 400.000 fotografías.

Durante nuestra conversación, Alicja me explica cómo era la vida en la economía planificada socialista polaca. Me enseña la pila de cartillas de racionamiento que los polacos necesitaban para comprar alimentos y otros productos, una restricción que se mantuvo hasta el colapso del régimen socialista, a finales de la década de 1980. Las primeras cartillas de racionamiento afectaban al azúcar pero, hasta finales de los años 80, el racionamiento se aplicó también a productos de todo tipo: carne, grasa, mantequilla, detergente, jabón, cigarrillos, gasolina e incluso zapatos. También se instauraron los llamados "cupones de reemplazo". Con ellos se podían comprar algunos bienes básicos: compresas para las mujeres, material escolar para los niños… Era una tragedia perder cualquiera de aquellos tickets, porque solo se recibía uno cada mes.

Alicja recuerda "una ocasión verdaderamente especial: el día en que recibí una tarjeta del registro civil que me permitiría comprar medias blancas para mi boda. También obtuve un certificado que decía que, puesto que nos íbamos a casar, podríamos comprar anillos de bodas de oro en la joyería. Pero no teníamos dinero para eso y tampoco queríamos hacernos con anillos, por idéntico motivo... En aquella época, había tarjetas especiales para todas las ocasiones, por ejemplo, para un funeral había que recibir una tarjeta con la que comprar calcetines o medias negras". Pero el hecho de que uno tuviera estas tarjetas no significaba que simplemente podía bajar a la tienda y comprar un producto. En realidad, uno tenía que hacer fila durante horas para comprar lo que necesitaba. Muchas personas también intercambiaban sus tarjetas si necesitaban un producto diferente al que les tocaba, de modo que, por ejemplo, una tarjeta de vodka, que daba derecho a una botella al mes, se podía cambiar por una tarjeta de café. Para los niños había tarjetas de leche en polvo y dulces, los llamados "sucedáneos del chocolate", que también estaban sujetos a algunos intercambios.

Cuando uno quería comprar artículos como muebles, lavadoras o televisores, la gente tenía que hacer lo que se conocía como "kolejkach społecznych" o colas sociales. A veces, había que hacer cola a diario durante un mes o dos, esperando durante horas. Los distintos integrantes de cada familia esperaban en la fila y se intercambiaban el lugar con otros miembros de la familia, relevándose cada determinado número de horas. Cada dos horas, los responsables de las tiendas gritaban los nombres de quienes estaban esperando y, si alguien no estaba en su sitio, perdía su lugar en la fila y el tiempo que había permanecido en ella no servía para nada.

También era difícil conseguir un teléfono. Alicja me cuenta que, en su barrio, "en 1986 había solo había una cabina telefónica que daba servicio a todas las calles y edificios del nuevo distrito. Era un teléfono público, nadie en el barrio tenía un teléfono personal y privado en su casa…". Sus padres se habían mudado al "departamento cooperativo" en el que vivía en 1960 y, nada más instalarse, solicitaron una línea telefónica. El teléfono llegó finalmente trece años después, en 1973. Podría haber sido peor, pero su padre era miembro del Partido de los Trabajadores Unidos de Polonia, de modo que la instalación fue más "rápida".. . En cualquier caso, las llamadas internacionales solo se podían realizar desde la oficina de correos, donde la gente tenía que reservar dichas comunicaciones con varias horas de antelación.

La militancia del padre de Alicja también ayudó a que su familia recibiese un vale especial para comprar un automóvil (un Fiat 126p), aunque la espera también fue de muchos años. Así, el coche solo estuvo listo en 1980, a pesar de que su progenitor había obtenido aquel bono como premio por ascender a Primer Secretario del Partido en la fábrica en que trabajaba.

La gente tenía que esperar por todo, de modo que acceder a un piso también era cuestión de tiempo. Alicja recuerda que, cuando su futuro esposo tenía apenas cinco años, "sus padres comenzaron a pagar dinero a una cooperativa, para ganarse el derecho a comprar un pequeño apartamento ¡veinticinco años después!". Los padres de mi entrevistada hicieron algo parecido pero empezaron por su hermana. Cuando ella tenía 29 años y su marido cumplió 30, ambas familias juntaron sus derechos, adquiridos durante muchos años de ahorro, y lograron mudarse a un piso de tres habitaciones, que sin embargo estaba lejos de estar libre de deudas y todavía tenía que seguir siendo financiado con nuevas aportaciones.

Derecha e izquierda no significan mucho en Polonia

Hoy, Polonia es un país con una economía excepcionalmente exitosa, pero también hay acontecimientos negativos. Adam Szlakpka, líder del partido liberal Nowoczesna, está preocupado por su país. Su agrupación coopera con otros movimientos, como la Plataforma Civil (PO) de Donald Tusk, Los Verdes o el partido Inicjatywa Polska, insertado en la Koalicja Obywatelska (Coalición Cívica).

Los términos "izquierda" y "derecha" tienen un significado muy diferente en Polonia que en otros países de Europa occidental. Szalpka cree que el 80 por ciento de los 130 diputados que forman parte de la Coalición Cívica respaldan el libre mercado, aunque considera que la formación gobernante, Ley y Justicia (PiS por sus siglas en inglés), se ha vuelto muy estatista. El PiS se considera de derechas, pero los partidarios de la economía de mercado que conocí en Polonia consideran que ha evolucionado a posiciones socialistas, porque defiende la redistribución, la nacionalización de ciertos sectores y un Estado más grande.

Estas explicaciones son importantes para mí, porque recientemente encargué a Ipsos MORI una encuesta que mide el grado de aceptación del capitalismo en Polonia y otros veintiséis países. Los hallazgos del sondeo fueron un tanto extraños. En casi todos los países analizados, encontramos que los encuestados que se autoidentificaron como personas de izquierda se situaron en contra la economía de mercado y el capitalismo. De igual modo, en casi todos los lugares donde realizamos nuestra encuesta vimos que los participantes que se clasificaron como gentes de derechas estaban más a favor de la economía de mercado y el capitalismo. En Polonia, en cambio, las tornas se invertían.

En aquel momento, recuerdo que descolgué el teléfono y llamé a Thomas Petersen, del Instituto Allensbach. Petersen es también mi enlace en Ipsos MORI y, sin duda, el mayor experto en encuestas de opinión de Alemania. Durante un tiempo, fue presidente de la Asociación Mundial para las Investigaciones de la Opinión Pública. Le trasladé mis dudas sobre los datos que habíamos obtenido en Polonia. "Son plausibles, pero algo debe haber salido mal con la asignación de derecha a izquierda, tal vez un error en la codificación…", expresé.

Petersen le pidió a Ipsos MORI que revisara meticulosamente todo el proceso, incluyendo la traducción del cuestionario, la codificación del mismo… pero el equipo concluyó que no había dudas. Los datos eran correctos. Pero, siendo sinceros, la verdad es que seguí dudando un poco de lo ocurrido – hasta mi conversación con Szlapka. "Lo que quizás resulta aplicable al resto de Europa Occidental no es tan trasladable a nuestro país, en absoluto. En Polonia, los ex comunistas son incluso más liberales que el partido PiS, que los alemanes clasifican en cambio como un partido de derechas", me transmitió.

"El partido del gobierno", explica Szlapka, "combina el nacionalismo con el anticapitalismo y ha tenido un éxito notable entre los votantes al afirmar que la privatización de las empresas estatales fue una entrega de la riqueza polaca a los capitalistas extranjeros". En este sentido, Ley y Justicia ha detenido radicalmente e incluso revertido una serie de privatizaciones, algunas de las cuales fueron realizadas anteriormente por partidos que, en teoría, están a su "izquierda". Para muchos europeos, esto puede resultar confuso y chocante. Sin duda, es necesario viajar al terreno para entenderlo.

Al día siguiente de aquella reunión, me reuní con Tomasz Wroblewski, que forma parte de del Instituto Empresarial de Varsovia y promueve la economía de mercado, reivindicando especialmente el papel de las pequeñas y medianas empresas en Polonia. Tiene una visión muy crítica de la Unión Europea, "que al principio jugó un papel positivo para Polonia, pero ahora se está moviendo cada vez más en la dirección del intervencionismo estatal y la limitación de la libertad económica".

Polonia recibe a ucranianos y bielorrusos

Polonia es criticada a menudo por otros países europeos por su política respecto a la acogida de refugiados. Sin embargo, el país no solo ha acogido con los brazos abiertos a muchos refugiados llegados de la guerra de Ucrania, sino que también ha aceptado a miles de refugiados que huyen de Bielorrusia. Desde 2019, ambas nacionalidades explican el mayor número de ingresos vía permisos de residencia o permisos temporales de trabajo.

Conozco a seis empresarios bielorrusos que huyeron del país después de que el dictador Lukashenko manipulara las elecciones presidenciales en agosto de 2020. Aquello provocó una ola de protestas masivas. Más de 33.000 personas fueron detenidas y cerca de 250 fueron heridas de gravedad en las manifestaciones.

Alexey era un alto directivo empresarial en Minsk que encabezó a un grupo de 4.500 opositores. También habría acabado encarcelado si no hubiera huido. Ya en Polonia, fundó una organización que apoya a las familias de los presos políticos y los refugiados de su país de origen. Apoyándose en su conocimiento de los negocios y sus excelentes habilidades lingüísticas, confía en que también tendrá éxito profesional en Polonia en el futuro.

Serg es otro bielorruso que había considerado su salida a Polonia en repetidas ocasiones, pero también en su caso fue la brutal represión de las protestas de 2020 lo que inclinó la balanza, empujándole a salir. Me confiesa que ya no puede entender que haya nadie que todavía quiera seguir viviendo en el país gobernado por Lukashenko. Serg fue un alto directivo en Minsk durante veinte años y hoy tiene en marcha un proyecto en Varsovia dedicado a financiar la creación de nuevas empresas. Antes de mudarse a Polonia, vivió en Dinamarca: "en Copenhague, conocí a mucha gente feliz, que enfrentaba la vida con una sonrisa en los labios. También conocí a mucha más gente alegre y amistosa en Polonia. En Bielorrusia, en cambio, ves a la gente triste y amargada. Nadie está feliz". Por cierto, su impresión subjetiva está en línea con el Índice Mundial de Felicidad, en el que Dinamarca ocupa el segundo lugar, Polonia figura en el puesto 48… y no hay ningún dato para Bielorrusia.

Mikhail es especialista en sistemas de seguridad y alarmas antirrobo. Emigró de Bielorrusia a Polonia en noviembre de 2021. Quiere reproducir aquí la exitosa empresa con la que se ganaba la vida en su país y se plantea expandirse a otros países europeos, como Italia. Es optimista, porque comprueba que "a los polacos les gustan los bielorrusos y aprecian nuestra capacidad de trabajo". Cuando emigró, creyó que los bielorrusos serían impopulares en Polonia, básicamente por razones históricas. Sin embargo, ha constatado que los polacos "hacen una distinción muy clara entre rusos y bielorrusos. A nosotros se nos reconoce como un pueblo muy apreciado".

El gran reformador Balcerowicz

El último día de mi estancia en Polonia conocí al legendario Leszek Balcerowicz, el hombre a quien Polonia más debe su éxito económico. Fue dos veces ministro de Finanzas del país y luego se convirtió en Presidente del Banco Central, desde donde luchó primero contra la inflación y después promovió la estabilización económica del país, ayudando a introducir las reformas de libre mercado que permitieron que Polonia se convirtiera en uno de los países económicamente más exitosos del mundo libre durante las últimas décadas.

Probablemente, la idea más importante que tuvo Balcerowicz, y la principal razón del éxito de su programa de reformas, fue la constatación de que introducir reformas paso a paso no ayudaría a Polonia a superar los problemas a los que se enfrentaba. Solo con reformas rápidas, integrales y radicales en todas las áreas se podrían mejorar las cosas. A diferencia de muchos otros economistas, Balcerowicz poseía también una intuición política muy fina que le decía: en la situación tan problemática que enfrentaba su país, solo hay una ventana de oportunidad muy pequeña para introducir reformas. La clave, pues, era abrir de par en par la ventana de oportunidad con reformas rápidas y decisivas.

Balcerowicz es diez años mayor que yo, pero igual de activo. Es el fundador y presidente del consejo de FOR, el Foro de Desarrollo Civil, una organización que promueve una economía de mercado. Balcerowicz reconoce que está preocupado por el futuro de su país. En lugar de continuar con las reformas que él puso en marcha, el partido Ley y Justicia, que ha estado en el poder desde 2015, está aplicando políticas que, según me dice, son las más estatistas de las de cualquier otro gobierno polaco desde el fin del socialismo en Polonia. Las reformas que se adoptaron entonces son ahora criticadas desde el Ejecutivo, por ejemplo con mensajes nacionalistas que empañan la privatización y la describen como una entrega de la riqueza polaca a los inversores estadounidenses o alemanes.

De hecho, parecería que la culpa de los problemas que sufrió Polonia en la década de 1990 no habría sido el nefasto legado de los comunistas, que habían hundido al país, sino de las reformas de mercado. Sin embargo, como señala Balcerowicz, "en la década de 1990, la gente entendió lo importantes que eran las reformas y pudo comprobar cuánto mejoró su situación como resultado de lo aplicado". De lo contrario, Balcerowicz no habría ganado las elecciones de 1997 con su partido en Silesia, la región más industrializada de Polonia.

Durante nuestra conversación, percibo algo que ya había empezado a entender al leer sus libros: no estoy ante un economista teórico al uso. De hecho, en un momento me dice que un economista teórico es una contradicción en los términos, ya que los economistas tienen que lidiar con la realidad. Esto me recordó un dicho de Marx, quien afirmó que "hasta ahora los filósofos solo han interpretado el mundo de unas u otras maneras. Lo importante, sin embargo, no es interpretarlo, sino cambiarlo". Pues bien, Balcerowicz cambió Polonia como Margaret Thatcher cambió Gran Bretaña. Para mí, él fue uno de los más importantes reformadores económicos del siglo XX. Espero que la gente de Polonia no olvide que fue más mercado, y no más estado, lo que los hizo tan exitosos.

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Rainer Zitelmann es empresario, además de doctor en Historia y en Sociología. Considerado uno de los liberales más influyentes de Alemania, ha publicado más de una veintena de libros, entre los que destacan El capitalismo no es el problema, es la solución (2021) y Los ricos ante la opinión pública (2022), en Unión Editorial.

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