Villar de Cañas se muere. Lo han matado, para ser más exactos. En sus calles vacías y silenciosas no hay ni un alma. Solo se escucha el silbido del viento que agita las hojas secas en una lluviosa mañana de otoño. Un gato negro, augurio de mal agüero, bufa a nuestro paso mientras nos dirigimos hacia el hostal rural de Amparo. Las puertas de las casas están cerradas, en los patios crece la maleza descontrolada y tras las ventanas, las persianas desvencijadas acumulan polvo de meses. A lo lejos, se ve el esqueleto de unos preciosos chalets que nunca terminaron de construirse. Villar de Cañas (Cuenca) es un pueblo fantasma que agoniza después de que Emiliano García Page y Pedro Sánchez le asestasen el golpe de gracia cancelando el Almacén Temporal Centralizado (ATC).
Amparo nos espera En un Rincón de la Mancha, un hotelito antiguo y cálido que huele a leña, jabón y cebolla pochada. Nos acomoda en un salón comedor decorado con muebles robustos de nogal en los que se exhiben tacitas de porcelana de estilo inglés. La mujer compró y arregló la casa para acoger a sus 5 hijos durante la Navidad y las vacaciones de verano, pero cuando surgió lo del ATC, decidió hacer una nueva reforma para acondicionar la casona como hostal.
"A los dos años de invertir un dineral en la obra, dicen que esto se paraliza. Automáticamente el pueblo se vació. Estaban ya los permisos, estaba todo listo para empezar el ATC y a la mañana siguiente, la primera noticia es que Page lo ha paralizado. De la noche a la mañana te encuentras con una trampa que te sobrepasa".
Amparo se queda en silencio, uno de esos que encogen el alma y desatan una ira profunda hacia los que, por motivos políticos, han destrozado la vejez de una anciana, atada a una hipoteca que heredarán sus hijos. "Y lo mismo le pasó a Pablo, que montó un bar restaurante; y a la señora del supermercado, que alquiló su negocio. A todos nos dejaron con el culo al aire. Yo tenía el hostal siempre lleno de gente y de la noche a la mañana te encuentras con que te han hundido", explica Amparo.
Además de una asignación anual de tres millones de euros para una localidad que ahora mismo cuenta con unos 400 habitantes, el proyecto del almacén también incluía un vivero de empresas y un Centro Tecnológico Asociado. Ahora, el vivero es un polígono cerrado y sin actividad, donde un guarda de seguridad vigila para que nadie entre a robar el material de un precioso laboratorio de última generación que ya nadie va a utilizar.
"Había unas perspectivas de trabajo muy grandes. Se iban a realizar investigaciones, había gente que iba a venir aquí a estudiar y a trabajar… La gente del pueblo estaba loca de contenta porque sus jóvenes, que ahora están en Valencia, Barcelona o Madrid, podrían volver aquí con un porvenir. Y todo eso se vino abajo", resume Amparo.
La mitad de los vecinos se han ido
Las calles que llevan al restaurante El Nido siguen desiertas. Ya casi es mediodía. Pablo, el propietario, limpia detrás de la barra y su mujer, Mercedes, apila unas sillas en el patio. Cuando se aprobó el ATC, compraron el terreno y levantaron el negocio de la nada. Mientras construían el vivero de empresas y las carreteras para transportar los residuos nucleares, Pablo y Mercedes llenaban El Nido a diario, tanto en el turno de comidas como en el de cenas. Ahora atienden a tres o cuatro clientes al día. "Es una putada, con perdón de la palabra, porque inviertes muchísimo y de buenas a primeras, todo política para no variar, nos dicen que no se va a hacer. Y ahora, sigue adelante… paga letras… y no sé cómo", dice Mercedes.
Los vecinos no entienden cómo es posible que el proyecto se haya retirado si la mayoría del pueblo está a favor (se realizó una votación con amplia mayoría para el ‘sí’) y no existe ningún informe técnico en contra de su ejecución. El ATC, necesario para guardar los residuos nucleares de las centrales, quedó paralizado poco después de la llegada de Pedro Sánchez al poder y en el momento en el que García Page decidió, de buenas a primeras, ampliar el Espacio Protegido Red Natura 2000 Laguna del Hito para hacerlo coincidir con los terrenos del almacén. Aunque el Tribunal Supremo suspendió el truco de Castilla-La Mancha para acabar con el ATC, el proyecto ha acabado muriendo en los despachos por motivos políticos, y junto a él, también las esperanzas y el futuro de los vecinos de Villar de Cañas.
Un primer cliente entra en el restaurante. Es José Fraile, concejal de Cultura en Villar de Cañas. "Cuando se aprobó el ATC éramos unos 800 habitantes. Hoy día somos la mitad. Si hubieran puesto el almacén como estaba previsto, hoy esto sería una maravilla. Se habrían creado puestos de trabajo, las empresas podrían tener un futuro asegurado, cuando hoy hay dificultades para mantenerlas. Y a pesar de que el Consejo de Ministros dijo que esto quedaba suspendido, aún tenemos esperanzas de que pueda salir para adelante". Desde la barra, Pablo mira y niega con la cabeza. Él ya lo da por perdido.
300 millones de euros perdidos
En un pueblo donde los pocos vecinos que quedan se las ven y se las desean para salir adelante, nadie comprende cómo es posible que el Gobierno haya decidido tirar por la borda los 300 millones de euros de dinero público que ya se han invertido en la construcción de carreteras, los estudios de terreno, el vivero de empresas y el centro de investigación.
"Ese es el problema" nos dice una vecina que sale de comprar del único colmado del pueblo. "Se han gastado ya todo ese dinero y ¿para qué?" Ahora, la solución para albergar los residuos nucleares de España pasa por construir siete almacenes temporales descentralizados (ATD), uno por cada central nuclear. Los expertos ya han advertido de que no es buena idea: es más caro y más inseguro. Pero, ¿qué más da? ¿Qué son 300 millones de euros dilapidados y una región condenada? Para satisfacción de Page, el dormidero de las grullas en la Laguna de Hito a unos 20 kilómetros de Villar de Cañas, sigue protegido, a excepción de los múltiples campos de placas solares que hay en los alrededores y que para el Gobierno regional no parecen ser un problema.
"El ATC no se va a poner. Eso lo sé", sentencia Amparo. "Mientras Page y el socialismo sigan en el poder, esto aquí no vuelve. Y ahora mismo, el futuro que había con el campo, lo están destrozando con las placas solares, porque este pueblo y todos los de alrededor están llenos de placas solares. Ni siquiera los labradores tienen futuro y dentro de nada no tendremos ni para comer. Lo están destrozando todo. Esto es un despropósito".
Mientras conducimos de vuelta a Madrid y dejamos atrás el pueblo fantasma de Villar de Cañas, nos invade el silencio clamoroso de una pregunta de Amparo que todavía sigue sin respuesta: "Nadie piensa en el futuro. A mí me da miedo pensar en el futuro de mis nietos. Y a vosotros, los jóvenes, ¿qué futuro os va a esperar?"