La revista Panorama Social de Funcas ha publicado un demoledor informe del experto medioambiental Bjorn Lomborg, quien estima que el coste de la agenda climática para el bolsillo de los ciudadanos europeos se sitúa en una horquilla que arranca por los 3.000 euros y puede alcanzar incluso el umbral de los 6.000 euros.
Un sondeo de 2019 puso de manifiesto que cerca de la mitad de la población mundial cree que la humanidad se va a extinguir debido al cambio climático Lomborg cree que la ciencia respalda la tesis de que las temperaturas globales y el nivel del mar han crecido en los últimos veinte años, pero opina que "la retórica de los políticos y los medios parece estar desconectada del conocimiento científico, puesto que una consideración sobria de los resultados que arrojan las investigaciones revela que no estamos ante una situación apocalíptica, sino un problema manejable".
Lomborg toma como referencia los estudios de William Nordhaus, que recibió el Premio Nobel de Economía por los modelos que ha desarrollado en la Universidad de Yale y que permiten estimar el coste de los posibles daños provocados por situaciones climáticas adversas. El libro "El casino del clima" está disponible en España desde 2019. Pues bien, como explica Lomborg, "Nordhaus estima que el coste en el año 2100 ascenderá al 3,6% del PIB. Sin embargo, las estimaciones de la ONU apuntan que la renta media de la población subirá un 450% durante el siglo XXI. Si no hacemos nada, nuestra prosperidad "solo" aumentará un 434%, en vez de un 450%. ¿Es un problema? Puede, pero no el fin del mundo", señala el danés.
Para Lomborg, "las tácticas del amedrentamiento están haciendo que se gaste mucho dinero en medidas ineficaces e ineficientes que golpean desproporcionadamente a los pobres, por ejemplo mediante costes energéticos más altos. Hay que preguntarse cómo podemos combatir el cambio climático de la manera más eficaz, sin empobrecer a la humanidad". La propuesta que recomienda Lomborg consiste en un impuesto de 36 dólares por tonelada de CO2. Ahí empezarían y terminarían sus propuestas en materia climática. Nada de grandes programas de gasto ni de grandes programas de inversiones "verdes". A cambio, el aumento en las emisiones de CO2 sería hasta un 80 por ciento menor.
Sin embargo, "la política climática está siendo cada vez más exigente. Hay modelos que estiman que puede llegar a imponer costes superiores al 14 por ciento del PIB mundial. En el caso de la UE, se planteó originalmente una reducción de las emisiones de CO2 del 40 por ciento en 2030, revisada después al 55 por ciento. Si tomamos en consideración las metas que ha fijado Bruselas hasta 2049, la reducción de la temperatura global a finales de siglo sería de apenas 0,0057 grados". Una reducción prácticamente imposible de apreciar.
Lomborg lamenta que la UE está usando modelos econométricos que tienden a subestimar de manera significativo el impacto de sus políticas climáticas, hasta el punto de que algunos de sus cálculos han llegado a arrojar un saldo positivo en vez de negativo, circunstancia que no se encuentra en ninguno de los 128 modelos climáticos que ha avalado la ONU. Por eso, el autor propone emplear los modelos del Foro de Modelización Energética de la Universidad de Stanford, que figuran entre los más reputados del mundo. De acuerdo con los mismos, "la agenda climática hará que cada ciudadano se empobrezca en una cantidad que oscila entre 2.300 y 6.000 euros".
Incluso si hacemos una análisis coste-beneficio, las cuentas no salen: "según los cinco escenarios socioeconómicos de futuro que considera la ONU, el daño medio de una tonelada de CO2 a lo largo de veinte años se estima en torno a los 30 euros. Esto significa que la UE aportará al mundo un "beneficio climático" de 380.000 millones de euros…. gastando para ello entre 1,2 y 3 billones de euros. Obviamente, es un mal negocio".
El experto medioambiental subraya la importancia de promover la innovación y la adaptación y recalca que la reducción de las emisiones de CO2 que ya se ha dado en los países desarrollados desde hace décadas pone de manifiesto la capacidad de lograr mejoras sin necesidad de hundir la economía. Una advertencia que no debería caer en saco roto.