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Domingo Soriano

Sánchez y Montero se ríen de los madrileños... y lo peor es el recochineo

El aguirrismo-ayusismo lleva tres décadas aplicando la política más previsible de España. Y los ciudadanos de su región, apoyándola en las urnas.

El aguirrismo-ayusismo lleva tres décadas aplicando la política más previsible de España. Y los ciudadanos de su región, apoyándola en las urnas.
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez (i), junto a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero (d), preside la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del partido socialista este lunes en su sede en Madrid. | EFE

Ocupados en la amnistía, el referéndum pactado y cuál será la próxima exigencia nacionalista para garantizar la investidura, estamos dejando que pase medio-desapercibido el aspecto más sangrante de la gestión territorial de Pedro Sánchez. No digo que sea el más importante, porque está varios grados por debajo en cuanto a gravedad del proceso de destrucción y deslegitimación institucional en el que se han embarcado el Gobierno y el PSOE para asegurar su permanencia en el poder. Pero sí es el más desvergonzado, ese detalle que aporta el toquecito de recochineo que al final hace que explotes: lo otro es lo gordo, lo que te enfada y preocupa; pero esto es lo que te revienta.

Me refiero, por supuesto, a las maniobras de Hacienda y de María Jesús Montero contra las medidas fiscales del Gobierno de la Comunidad de Madrid (junto a otras regiones, pero el objetivo político es Madrid). Esta semana, conocíamos que el 90% de la recaudación del llamado "Impuesto temporal de Solidaridad a las Grandes Fortunas" provenía de la región presidida por Isabel Díaz Ayuso. Cero sorpresas en la cifra y en el reducido impacto que la misma iba a tener en el total de la recaudación (se ha obtenido la mitad de lo previsto). Casi al mismo tiempo, el Gobierno autonómico presentaba un recurso ante la Audiencia Nacional contra la orden de Hacienda que aprueba el modelo para su liquidación. Y al final, entre tanto ruido, para la mayoría va a pasar como un episodio más de la guerra Ayuso-Sánchez. Pero no debería.

El diseño autonómico

A mí no me gusta especialmente el diseño autonómico. Mi modelo ideal, de descentralización extrema, llevaría más competencias a diputaciones y municipios, eliminando las regiones, que no me aportan demasiado. Pero aquí no estamos para debatir sobre las comunidades autónomas, sino para glosar lo que dicen sus defensores, entre los que figura este Gobierno (especialmente en las últimas semanas). El argumentario con el que nos machacan cada día es que las CCAA sirven para reflejar la "diversidad" de los españoles. Es bueno, nos aseguran, que disfruten de amplísimas y crecientes competencias, porque eso permite a cada Gobierno regional adaptarse a las diferentes realidades de sus territorios y a las demandas de sus ciudadanos. De la inmersión lingüística a la Policía autonómica, todas estas medidas (incluso las que atentan contra los derechos de una parte de su población) serían sólo el reflejo de una España "plural".

Y en ese contexto de pluralidad, ¿qué ofrece el PP de Madrid? Impuestos algo más bajos (no muchísimo, pero sí lo suficiente como para que los trabajadores lo perciban claramente) y libertad de elección de servicios públicos. Ni más ni menos.

En ese juego político, de ciudadanos que eligen y modelos ideológicos que compiten entre sí, pocos casos hay más transparentes que el de los populares madrileños. Llevan 30 años prometiendo lo mismo: rebajas tributarias, sanidad y educación menos burocratizadas, e infraestructuras de transporte (sobre todo kilómetros de Metro). ¿Es debatible si esto es bueno? Pues claro. No hay más que ver el ruido que la izquierda hace a cada excusa que se le presenta. Pero es, al mismo tiempo, bastante transparente. Yo me quejo a menudo de que los partidos prometen lo que luego no cumplen o que los electores acuden a las urnas sin saber muy bien qué hará finalmente el Gobierno al que elijan. No en el caso de la CAM: el aguirrismo-ayusismo lleva tres décadas haciendo lo mismo y aplicando la política más previsible de España (en ocasiones, en mi opinión, de forma criticable, como la manera en que han tragado sin contestación con parte de la legislación social de la izquierda).

¿A la izquierda no le gusta? Está claro. ¿Creen que los ciudadanos de la región son (somos) unos idiotas que votan para que los ricos se ahorren impuestos? Lo han repetido hasta la saciedad. ¿Pero esos mismos ciudadanos siguen votando igual? Es evidente.

A partir de ahí, no debería haber mucho más que discutir. Lo digo por lo de la "diversidad". Pues no. En este caso... no. Todos los españoles deben ser capaces de elegir qué modelo político quieren, salvo los madrileños.

¿Paraíso fiscal?

Los argumentos para justificar este cambio de criterio son risibles. El primero es que Madrid es un paraíso fiscal. Se lo hemos escuchado incluso a Rufián ¡¡para justificar un recorte de competencias autonómicas!! En realidad, la presión fiscal en Madrid está por encima de la media. Es cierto que esto no se debe a que tenga los tipos más elevados, sino a que tiene ciudadanos que ganan más (y, por lo tanto, se sitúan en los tramos más altos de los impuestos progresivos). Porque a igualdad de ingresos, es verdad que Madrid presenta impuestos algo más bajos. Pero, ¿paraíso fiscal? ¿Dónde? Si ganas 60.000 euros y vives en Madrid, soportas un marginal en el IRPF del 43%. ¿Y esto es un paraíso? Pues no quiero conocer el infierno. Lo único que tiene Madrid son impuestos algo más bajos que los que piden socialistas y comunistas. Pero es que de eso se supone que van las elecciones, las autonomías y la pluralidad: de que cada ciudadano elija su opción preferida. Porque, además, esto no se quedará en este Impuesto: la izquierda española tiene entre ceja y ceja la obsesión de la armonización fiscal (al alza, siempre se armoniza con el que los tiene más elevados) y no parará hasta conseguirla.

También podríamos pensar que Madrid se aprovecha de los demás (baja impuestos porque sabe que tiene el respaldo del Gobierno Central) o es fiscalmente irresponsable: pues tampoco. Es la tercera región con una ratio inferior deuda/PIB tras de las dos forales. Por supuesto, tampoco puede defenderse esta tesis si miramos a las cifras de la financiación autonómica en las que Madrid es la que más aporta con mucha diferencia: más de 6.300 millones (casi el 24% de su recaudación), lo que supone casi el triple que Cataluña, por ejemplo, con un millón de habitantes menos. Hace unos meses, como ya no sabían de qué tirar, José Luis Escrivá incluso se sacó de la manga el ¡modelo australiano! para justificar el destrozo competencial que estaban haciendo con Madrid. Lo que sea con tal de que encaje el relato, aunque sea a martillazos.

A partir de ahí, no hay ningún argumento que no sea el juego del trilero en el que vivimos desde hace décadas. Es la izquierda española en su máxima expresión: si sale cara, gano yo; si sale cruz, pierdes tú. Para todo lo que a ellos les interesa, vaciamiento del Estado, cesión de competencias, interpretación ultra-flexible de la ley para dar más margen a los gobiernos regionales y discurso sobre lo bonitas y enriquecedoras que son las diferencias. Para lo que no, normas-trampa para impedir en la práctica que el Gobierno madrileño haga aquello para lo que le votaron. Recuérdenlo la próxima vez que escuchen a Sánchez, ahora por ejemplo con lo de los pinganillos en el Congreso, celebrar la diversidad. Nos están timando; se están riendo de nosotros. Sí, también en esto. Y es menos importante que las otras cuestiones; pero, después de escucharles tanta matraca en las últimas semanas sobre la necesidad de escuchar al otro o sobre la España plural... casi cabrea más.

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