La calefacción, los aviones, los coches, la ganadería, el plástico, el textil... cualquier sector (y hasta acto humano) es susceptible de ser acusado de contaminante, y por ende, de ser intervenido y penalizado por los Estados. Por supuesto, la construcción también forma parte de esa infinita lista negra.
En los últimos tiempos, el cerco verde al sector inmobiliario se ha intensificado y ya abarca a todo el proceso de construcción. Desde la energía que usará el nuevo edificio hasta el espacio que ocupa pasando por los materiales que se utilizan para levantarlo. Todas las etapas de la construcción pueden ser fiscalizadas por los guardianes del medioambiente.
El pasado mes de septiembre era un documento de la ONU el que ponía en entredicho al sector de edificios y construcción porque es, "sin lugar a dudas, el mayor emisor de gases de efecto invernadero, ya que es responsable de un escalofriante 37% de las emisiones mundiales" criticaba el informe. Por esta razón, la ONU exige al sector un cambio en su actividad.
Sustituir el cemento, el acero y el aluminio
Cabe recordar que, en un primer momento, políticos y ecologistas se fijaban en el tipo de energía que consumían los edificios e incidían en impulsar alternativas para consumir la menos posible (aislamiento, electrodomésticos eficientes...). Estos objetivos primigenios podrían suponer un beneficio para el bolsillo de los propietarios de los inmuebles (aunque con un coste inicial mayor). Sin embargo, tal y como reconoce la propia ONU, la intervención climática tiene que ir mucho más allá. Y pasa impulsar la sustitución del cemento, el acero y al aluminio.
"Históricamente, gran parte del progreso del sector se ha centrado en la reducción de las emisiones de carbono operativas de los edificios, es decir, las emisiones derivadas de la calefacción, la refrigeración y la iluminación. Sin embargo, las soluciones para mitigar las emisiones de "carbono incorporado" a los edificios, derivadas del diseño, la producción y la utilización de materiales como el cemento, el acero y el aluminio, se han quedado rezagadas" reza el texto.
El informe "ofrece a los responsables de políticas, fabricantes, arquitectos, desarrolladores, ingenieros, constructores y recicladores una solución de tres frentes para reducir las emisiones de carbono incorporado y los impactos negativos en los ecosistemas naturales derivados de la producción y el despliegue de materiales de construcción (por ejemplo, cemento, acero, aluminio, madera, biomasa)". Para ello, la ONU establece tres pilares:
- Disminuir la construcción: "construir menos mediante la reutilización de edificios existentes es la opción más valiosa, generando un 50-75% menos de emisiones que la construcción nueva; promover la construcción con menos materiales y con materiales que tengan una huella de carbono más baja y facilitar la reutilización o el reciclaje".
- Sustituir el acero o el hormigón por el bambú o la madera: "Cambiar a materiales de construcción renovables éticos y sostenibles basados en la biología, incluyendo madera, bambú y biomasa. El cambio hacia materiales a base de biología adecuadamente gestionados podría llevar a ahorros de emisiones acumulativos en muchas regiones de hasta un 40% en el sector para 2050".
- Y si no se pueden sustituir... "Mejorar la descarbonización de los materiales de construcción convencionales que no pueden ser reemplazados. Esto se refiere principalmente al procesamiento de concreto, acero y aluminio, tres sectores responsables del 23% de las emisiones globales totales hoy en día, así como vidrio y ladrillos. Deben priorizarse la electrificación de la producción con fuentes de energía renovable, el aumento del uso de materiales reutilizados y reciclados y la ampliación de tecnologías innovadoras".
Enemigos de los materiales que más duran
La ONU llega incluso a cargar contra la durabilidad del hormigón o el acero poniendo como ejemplo la tierra o las piedras para construir. "Hasta hace poco, la mayoría de los edificios se construían con tierra, piedra, madera y bambú de origen local. Sin embargo, los materiales modernos como el concreto (hormigón) y el acero a menudo solo ofrecen la ilusión de durabilidad, terminando generalmente en vertederos y contribuyendo a la creciente crisis climática", asegura Sheila Aggarwal-Khan, la Directora de la División de Industria y Economía del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Esta no es la primera vez que un organismo internacional se posiciona a favor de los llamados biomateriales, como el bambú o la madera, frente al acero o el hormigón. Un documento de la UE de hace meses así lo defendía en aras de la agenda verde. Por tanto, aunque el documento de la ONU no tenga ningún carácter vinculante, es posible anticipar el camino que seguirán las futuras regulaciones políticas.
"No tiene sentido volver al neolítico"
Organismos como la asociación de distribuidores profesionales de materiales para la edificación y rehabilitación Andimac recelan de propuestas como estas "sin tener en cuenta que la vida útil del hormigón o el acero es muchísimo más amplia que la de la madera o el bambú, lo que también contribuye a generar un menor consumo de recursos. No hay color" señala a Libre Mercado su secretario general, Sebastián Molinero.
"La durabilidad del acero o el hormigón y sus prestaciones hacen que sean materiales de primer nivel en comparación con los biomateriales, que son más caros y se deterioran más fácilmente. Además, hay que tener en cuenta que en España no hay bambú ni tanta madera para construir, por lo que si tenemos que exportar de fuera esos materiales estaríamos entrando en una contradicción ecológica por el coste extra del transporte en el que incurriríamos. Bien es cierto que la industria cementera o acerera ya está trabajando para fabricar sus materiales usando menos energía, y eso está muy bien, pero no tiene sentido volver al neolítico para conseguirlo" sentencia molinero