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Un informe encargado por el propio Parlamento Europeo cuestiona el euro digital: "No está clara la solución que da"

Surge de nuevo la duda de cuáles serían las razones de fondo que motivarían realmente la iniciativa de la UE de crear un euro digital.

Surge de nuevo la duda de cuáles serían las razones de fondo que motivarían realmente la iniciativa de la UE de crear un euro digital.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde. | EFE

El Banco Central Europeo tiene en marcha un programa para desarrollar una versión digital del euro. Como hemos informado en Libre Mercado, este proyecto sigue avanzando y ya está inmerso en su fase de preparación desde el 1 de noviembre. De hecho, hace un año el Banco de España ya estaba probando esta moneda digital para estudiar cómo podría implantarse.

Sin embargo, la necesidad de desarrollar un euro digital podría no estar tan clara para todos. Así lo expresa el economista y profesor de la University College Dublin, Karl Whelan, en un informe titulado El euro a los 25 años y ¿qué es lo próximo para el BCE?. Como se detalla en el propio documento, precisamente fue elaborado "a petición de la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios (ECON)" del Parlamento Europeo.

No es necesario

Dentro del apartado dedicado a los futuros retos a los que se ha de enfrentar el BCE (donde se incluyen también la cuestión de la deuda soberana, el tamaño del balance y las provisiones de liquidez, los intereses sobre las reservas o el cambio climático), el documento aborda la problemática que supone el desarrollo de un euro digital.

De esta forma, el autor explica que esta moneda "sería un equivalente electrónico del efectivo que la gente mantendría en cuentas en su banco central nacional". Sin embargo, advierte de que "se impondría un límite al tamaño de estas cuentas". En este sentido, Whelan expone que según el propio BCE el objetivo de limitar el tamaño de las cuentas que los ciudadanos podrían tener en euros digitales sería "evitar salidas excesivas de depósitos de los bancos" para preservar la estabilidad financiera. Así, apunta a que este límite podría rondar los 3.000 euros por cuenta.

No obstante, lo más impactante del informe es que, frente al empeño que existe por parte de las autoridades comunitarias de implantar la versión digital del euro, Whelan admite que éste podría no ser realmente necesario. En concreto, explica que "he leído los debates del BCE y de muchos otros bancos centrales sobre las monedas digitales de los bancos centrales, como el euro digital, y todavía no estoy seguro de si vale la pena molestarse en ellas".

Así, el economista trata de entender para qué sería necesario el desarrollo de estas monedas digitales, y al respecto apunta a que "posiblemente se podría justificar" sobre la base de la obligación que tiene el BCE de promover el buen funcionamiento de los sistemas de pago de acuerdo con el artículo 3 del protocolo legal del BCE. Sin embargo, tampoco le convence este argumento, pues a continuación concluye que, a pesar de lo anterior, "no está claro cuál es el problema para el que el euro digital es una solución".

En este sentido, Whelan hace referencia a las declaraciones que al año pasado hizo al Financial Times un antiguo funcionario del BCE, Ignazio Angeloni, quien sostenía que "no veo grandes fallos en el mercado que requieran que el sector público intervenga y proporcione un euro digital". Como él mismo declara, esto es algo con lo que concuerda Whelan, que añade que "hasta que se aclare de alguna manera el argumento económico a favor del euro digital, creo que este es un proyecto que debería permanecer en la etapa de planificación".

Coto al efectivo

Por todo lo anterior, una vez más surge la duda de cuáles serían las razones de fondo que motivarían realmente la iniciativa de la UE de crear una versión digital del euro. Incluso la propia presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha reconocido los peligros que supondría el coto al efectivo, admitiendo que la posibilidad de que la privacidad de los ciudadanos sea vulnerada es real.

Así, en Libre Mercado hemos informado también de cómo es inevitable que el euro digital, por muchas medidas de seguridad que se quieran desarrollar, deje algún tipo de rastro informático, lo cual facilitaría que las autoridades controlaran el flujo de transacciones. De este modo, advertimos de que, en realidad, este proyecto nace con el objetivo de sustituir al efectivo.

A ello podríamos añadir la amenaza que suponen criptomonedas como Bitcoin para las autoridades monetarias, pues con un sistema anónimo y descentralizado basado en la tecnología blockchain ponen en jaque el monopolio que tienen los bancos centrales sobre la moneda.

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