
El 19 de octubre de 1989 por la noche, un incendio en el edificio de turbinas de la central nuclear de Vandellós I, en Tarragona, se convirtió en el episodio más grave vivido en una central española. La central, operada por la compañía Hispano-Francesa de Energía Nuclear (Hifrensa), constaba de un reactor de primera generación y tecnología francesa (GCR, uranio y grafito refrigerado por gas). El incendio fuera de la denominada "zona controlada", cuando se desprendió un álabe de la turbina de vapor, que funcionaba a plena potencia en ese momento. El fallo provocó la rotura de tuberías con aceites lubricantes y el fuego se intensificó con el hidrógeno empleado para refrigerar el alternador.
Los operadores pararon el reactor pero el fuego alcanzó el cableado que pasaba por debajo al tiempo que se dañó una de las tuberías que transportaba agua de mar, lo que provocó una inundación que originó problemas en los sistemas de refrigeración, agravados por el agua que utilizaban los bomberos para sofocar el fuego. Todos quedaron fuera de servicio salvo uno. Tras varias horas, la situación quedó controlada sin que se produjeran heridos entre los trabajadores y tampoco daños en el reactor. La central ya nunca volvería a encenderse, en parte porque la tecnología ya se consideraba obsoleta y en parte porque las mejoras que debían implantarse, como prevención de incendios, separación entre edificios o independencia de cableados suponían un coste económico inasumible para una central que se quedaba vieja respecto al resto de centrales del parque español, de tecnología estadounidense, y sus gemelas francesas.

Lo ocurrido quedó clasificado como un "incidente importante" de nivel tres en la escala internacional de accidentes nucleares INES (en la que Fukushima y Chernóbil ocupan el nivel máximo, 7). Ni el combustible ni el reactor sufrieron daños en un episodio que sí reveló las carencias de la central y en la que tuvieron un papel fundamental los trabajadores, clave para mantener en funcionamiento los sistemas y devolver la situación a la normalidad.
"Grave engaño"
Expertos del sector aluden a lo ocurrido en Tarragona como "grave accidente industrial" que no fue a más gracias a las redundancias de diseño típicas en la industria nuclear, el buen hacer de los operarios y la "inercia térmica" del reactor, capaz de mantener la temperatura del combustible en valores seguros durante varias horas. Por ello, ha molestado intensamente que el programa Anatomía de... emitido este domingo en La Sexta hablara repetidamente de "accidente nuclear" y, sobre todo, que aludiera repetidamente a Chernóbil como lo que pudo haber pasado. "El día que Vandellós pudo ser Chernóbil", publicitaba La Sexta el programa que estuvo trufado de imágenes históricas del terrible accidente ocurrido tres años antes del de Vandellós y en el que uno de los invitados afirma que "estuvimos cerca" de tener un Chernóbil español.
Un incendio en una central nuclear.
Unos héroes que luchan por evitar el desastre.
Una población que duerme ajena a lo que pasa.El día que Vandellós pudo ser Chernóbil.
Empieza ya #AnatomíaNuclear 🔴EN DIRECTO: https://t.co/p1n6fMmnLK pic.twitter.com/e2hrM0NxBQ
— ANATOMÍA DE (@anatomia_tv) June 16, 2024
El divulgador Alfredo García, conocido como Operador Nuclear, criticó en un largo hilo con detalles de lo ocurrido el "tendencioso" programa de televisión, uno de cuyos productores es Jordi Évole, y acusó de "carencia de rigor y veracidad" a sus autores. "Catalogar el incidente de Vandellós I como un accidente nuclear de forma reiterada durante todo el programa y su amarillista promoción constituye un grave e irresponsable engaño a los ciudadanos", dice García, que avisa de que "cualquier extrapolación del incidente de Vandellós I a las centrales nucleares españolas actualmente en operación sería torticera y falaz".
Tras la emisión del tendencioso programa de televisión @anatomia_tv de @laSextaTV sobre el incidente de Vandellós I en 1989, considero necesario aclarar en un HILO algunas afirmaciones carentes del rigor y la veracidad que cabría esperar en profesionales del periodismo. pic.twitter.com/hy3bUllzQq
— Operador Nuclear (@OperadorNuclear) June 17, 2024
Desde la Asociación Jóvenes Nucleares, que publicó hace unos años un pormenorizado análisis sobre lo ocurrido, respondieron en su día a los que "se aventuran a comparar" los accidentes de Fukushima y Chernóbil con Vandellós. En la central española, señalan, la causa fue un problema mecánico en la turbina que supuso la pérdida de parte de los sistemas de refrigeración y el reactor no se vio afectado; en Chernóbil, señalan, la causa fue una "operación negligente y un diseño inseguro" que provocó un accidente catastrófico con una emisión radiactiva "extrema".
La "incorrecta" comparación con Chernóbil
"El accidente no nuclear" de Vandellós I no tuvo nada que ver con lo ocurrido en Chernóbil, que es "un ejemplo de falta de cultura de seguridad desde su concepción hasta el origen del accidente", subraya a LD el catedrático de Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid Eduardo Gallego. Mientras en Vandellós el origen "es una avería y los daños quedaron limitados a la parte no nuclear de la central", quedando el "reactor intacto", en Chernóbil había "problemas de seguridad desde su diseño (inestabilidad del reactor en ciertas condiciones). "Además, el accidente se produjo como consecuencia de la realización de un ensayo en condiciones no adecuadas, para lo cual tuvieron que desactivar todos los sistemas de seguridad del reactor. Físicamente, hubo una subida intensa y muy rápida de la potencia liberada por el reactor y varias explosiones de vapor y de hidrógeno, generado por el gran y rápido calentamiento del combustible al subir la potencia tan rápido", señala el catedrático, que considera "totalmente incorrecto" apuntar que Vandellós pudo ser Chernóbil. .
Lo ocurrido, como sucede con todos los incidentes vividos en centrales nucleares, tuvo como consecuencia la revisión de protocolos y medidas de seguridad en nuestro país y fuera de él, como lo relacionado con la protección contra incendios e inundaciones, la comunicación de incidencias a la opinión pública y la obligación de renovar las autorizaciones de explotación cada diez años.