En las últimas semanas, se han sucedido las noticias negativas relacionadas con la industria del automóvil europea. Algunas de las marcas más emblemáticas del Viejo Continente, han anunciado cierres de fábricas y miles de despidos. También los fabricantes de las industrias auxiliares pasan por enormes dificultades. E incluso el niño mimado de la nueva industria eléctrica, el fabricante de baterías sueco Northvolt, se declaraba en quiebra por la bajada en las previsiones de ventas e ingresos.
¿Qué está pasando? Esta semana, en La Pizarra de Domingo Soriano, analizamos una realidad que tiene un componente económico, pero también político.
En lo que respecta a la cuestión empresarial, es obvio que las grandes marcas europeas no están siendo capaces de competir con Tesla y los nuevos fabricantes chinos. El coche eléctrico es, ahora mismo, una lucha entre el gigante norteamericano y las marcas asiáticas. Mientras, las empresas alemanas, italianas o francesas, que durante años dominaron el mercado, luchan para meter la cabeza en el nuevo paradigma de la movilidad verde.
Si lo miramos en términos políticos, la cosa se vuelve todavía más incomprensible. La única gran industria que Europa dominaba hace 15-20 años era la del automóvil de motor de combustión. Éramos líderes y sólo algunas marcas japonesas nos hacían sombra. Incluso las grandes compañías norteamericanas se quedaban atrás frente a la pujanza europea. Y nuestras marcas eran respetadas y deseadas por consumidores del todo el mundo. Pues bien, con este panorama, los líderes de la UE no sólo no lucharon para proteger su industria, sino que comenzaron a aprobar leyes que la ponían en peligro y que facilitaban la transición al motor eléctrico. ¿Por qué? No es fácil responder a esta pregunta. Pero es lo que tenemos ahora mismo. Nuria Richart y Domingo Soriano intentan responder a uno de los grandes interrogantes del último cuarto de siglo: ¿por qué decidimos pegarnos este tiro en el pie?
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