
Me llega un vídeo en Twitter de un debate en LaSexta Noche sobre pensiones. La protagonista es Elisa Beni, aunque también intervienen José Carlos Díez y Juan Ramón Rallo:
Elisa Beni descubre cómo funciona el sistema de pensiones y pasa esto: pic.twitter.com/ed3fk4BFnw
— Wall Street Wolverine (@wallstwolverine) February 12, 2025
En las pensiones contributivas, hablamos de solidaridad intergeneracional porque se montó un sistema un poco piramidal. Pero yo en realidad no estoy pagando para las pensiones de los mayores, aunque se emplee en eso, estoy pagando para mí pensión. Si es contributiva mi pensión, está relacionada con mi contribución.
Lo que quiero decir es que yo no estoy contribuyendo para ahora. Sí, se usa mi dinero para las pensiones de los de ahora, de acuerdo. Pero yo estoy pagando para mi pensión contributiva. Yo estoy generando un derecho.
No le tocaría ni una coma. No tanto porque esté de acuerdo o no, como porque es un resumen perfecto de lo que piensan el 95% de los españoles y de cuáles son todos los problemas que rodean al sistema público.
Lo que sabemos
Más allá de la coyuntura (y sí, ahora estamos en un momento especialmente complicado) el sistema público de reparto tiene un problema de origen. Y es que se apoya en dos paradojas irresolubles que le abocan a una inestabilidad continua.
La primera es la de las motivaciones. Dice Beni (con razón) que ella ya sabe que sus cotizaciones de ahora van dirigidas a pagar las pensiones de los de ahora. Pero, al mismo tiempo, recuerda (con sinceridad) que el motivo por el que cotiza es que está generando "un derecho" a futuro. Es decir, que está dispuesta a pagar si a cambio le prometen que cobrará. Y no una cantidad cualquiera, no... una cantidad que se justifique por lo que ella ha cotizado (porque el sistema es contributivo).
Se dice mucho que los españoles no saben que su dinero en realidad no está ahorrado en ningún sitio. No creo que sea cierto. La mayoría sí sabe (y más ahora, después de que en los últimos años se haya discutido tanto sobre esto) que el dinero que ahora pagan en cotizaciones no se ahorra, sino que se gasta de inmediato en las pensiones actuales. La clave no está en si lo saben o no... sino en lo que esperan.
Digo lo que esperan porque esto es un poco como con los bancos. ¿Sabe el cliente medio que su dinero no está en la sucursal? Sí, creo que sí lo sabe. Nadie se pregunta en el día a día cuál es el coeficiente de caja o el nivel de reservas del sistema financiero. Simplemente, vas al banco, sacas dinero y sientes que el sistema funciona. ¿Cuándo comienzan los problemas? El día que surgen las dudas: da igual si el coeficiente de caja es del 1 o del 10% (bueno, no da igual... hay situaciones más inestables que otras, pero ya me entienden); si el cliente medio siente que puede no recuperar el dinero que tiene en la cuenta o en un depósito, entrará en pánico y el sistema colapsará. ¿Colapsa porque se haya enterado de que los bancos no tenían el dinero? No, eso ya lo sabía. Colapsa porque en caso de tormenta, ese factor no-dinero al que normalmente no prestamos atención se vuelve clave.
Pues lo mismo con las pensiones. Los jóvenes de ahora no piensan mal del sistema porque se hayan enterado de que es de reparto o porque tenga tintes piramidales, como admite la propia Beni. Eso también podían saberlo sus padres. Los jóvenes desconfían porque sienten que ellos serán los últimos depositantes del banco quebrado y no cobrarán (o cobrarán sólo una parte de lo que les prometieron)
"Derechos"
Aquí entra el segundo elemento paradójico: "el derecho". Y la "cotización".
Las pensiones son un sistema que rompe con la norma básica alrededor de la que está montado nuestro estado de bienestar. No lo pensamos en el día a día, pero es ilógico: en todas las demás prestaciones, cobramos del Estado en función de nuestras necesidades teóricas (hoy no entraremos en si esto es justo o si esas necesidades pueden ser cambiantes según nos pidan que mostremos unas u otras...). Si no tienes, recibes más. Y no importa cuánto hayas abonado en impuestos. Si pagaste mucho es porque podías permitírtelo (de nuevo, no juzgo: sólo describo la retórica imperante); pero lo que recibes no tiene relación con lo que aportaste.
Salvo en pensiones. En la Seguridad Social, la redistribución se termina y comienza el juego de "yo puse más, quiero que me toque más". Hasta la izquierda lo defiende con fiereza. Díganle a los sindicatos que van a igualar todas las pensiones y a ver qué les dicen. En teoría, sería más progresista coger el Presupuesto de la Seguridad Social y dividir: "Tantos miles de millones de gasto en prestaciones de jubilación; tantos millones de jubilados; la pensión será igual a... ".
Ahora mismo, ese "igual a" sería de 1.497,5 euros al mes. Por qué no. Entre otras cosas, porque el incendio que se montaría en España sería de aúpa. Es incoherente e intocable; aquí Alberto Olmos, uno de mis columnistas preferidos, lo plantea con argumentos muy buenos.
Yo no estoy de acuerdo, por supuesto. A mí me gusta la contributividad: el que más pone, que más cobre. Pero es que a mí no me gustan ni la redistribución ni la socialdemocracia. Por eso lo de la paradoja: defiendes de palabra un sistema "solidario", cuando en realidad sus integrantes lo que quieren es una capitalización encubierta.
En este punto, volvemos a la cola del banco. El sistema es cada vez menos contributivo. Por un lado, porque sus promotores se están cargando esa cualidad: subiendo más las mínimas y no contributivas que el resto; y cobrando impuestos que no se traducen en "derechos" (en la última reforma, hubo tres: el Mecanismo de Equidad Intergeneracional, la Cuota de Solidaridad y la subida de bases máximas por encima de la pensión máxima).
Por otro lado, porque cada vez exiges más para pagar menos: edad de jubilación más elevada, más años de cotización, más recortes a los que se jubilen antes de la edad.
La realidad
Y al final lo que queda es la realidad. Como explica Rallo al final del corte: "Comentaba Elisa que estamos devengando un derecho frente al Estado. Pero lo que estamos devengando es la posibilidad de que el Estado nos dé lo que el Estado nos quiera dar. Ése es el único derecho que tenemos".
Ni más, ni menos. Cero "derechos". Si mañana el Estado español decide que tenemos que jubilarnos a los 80 años o cobrar una pensión de 200 euros al mes, no podemos hacer nada. Bueno sí, protestar. Pero nada más. Ningún tribunal aceptaría nuestra demanda. Porque no tenemos derecho a nada. Lo único que tenemos es una promesa política.
Por eso, nuestros jubilados protestan en la calle. Y amenazan con sus votos. Saben que son muchos y eso es lo que cuenta para hacer valer esa promesa política. Hablan de derechos y de lo que han contribuido, pero en el fondo actúan como un grupo de presión de manual: págame o dejo de votarte. Por lo mismo, los jóvenes están hartos: saben que la promesa política que ahora les hacen vale de muy poco en el futuro. ¿Cobrarán pensión? Sí, claro. Pero mucho menos generosa que la de sus padres.
Y ahí es cuando muchos rompen la baraja. En realidad, dicen lo mismo que Elisa Beni. Algo que podríamos traducir como: "Yo no pago ahora porque me caigan muy bien estos viejecitos o porque esté deseando ayudarles. Pago sólo si sé que luego me pagarán a mí". El problema es cuando esto último no está asegurado. ¿Qué pasa si ya no estoy convencido de que a mí también me pagarán una cantidad que merezca la pena? Pues eso, corriendo a la puerta del banco; o, en el caso de las pensiones, a la frontera del país, o a un esquema salarial con menos cotizaciones. En ésas estamos. Lo que no me esperaba es que lo explicaran con tanta claridad en La Sexta. Y eran los tertulianos de izquierdas, se supone.