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Domingo Soriano

El sistema de pensiones ya no existe: ¿qué opciones tenemos ante la evidencia de la realidad?

El que paga las prestaciones no es el organismo llamado "Seguridad Social", sino el Estado español, con todo lo que eso implica.

El que paga las prestaciones no es el organismo llamado "Seguridad Social", sino el Estado español, con todo lo que eso implica.
La ministra de Seguridad Social, Elma Saiz, esta semana en Valencia, en la primera edición del Foro Económico y Social del Mediterráneo. | EFE

La Seguridad Social es una ficción contable. En realidad, siempre lo ha sido. Los impuestos, tasas y demás ingresos públicos van a la misma caja (no hay impuestos finalistas, como nos decían de las cotizaciones sociales). Y luego salen de esa caja para pagar todos los gastos.

Esto siempre ha sido así. Pero, es cierto que durante unos años pudo mantenerse la ficción. Cotizabas, te decían que generabas "derechos" y luego te abonaban la pensión correspondiente. Como, además, las cotizaciones de los trabajadores eran superiores al gasto en pensiones contributivas, se podía mantener la ilusión finalista: lo que pagan aquellos va destinado a pagar lo que reciben estos.

[Nota al margen: no creo que pueda hablarse de "derecho" cuando las reglas para cobrarlo las fija el mismo ente que las tiene que abonar. Si mañana un Gobierno decide recortar las pensiones un 20% o llevar la edad de jubilación a los 75 años, ningún cotizante, pasado o presente, podrá protestar. ¿Qué "derecho" es uno que nos puede cambiar a voluntad? En cualquier caso, hoy no entraremos en el fondo de este debate].

Hubo un momento, sin embargo, en el que los ingresos por cotizaciones dejaron de ser suficientes para pagar los gastos comprometidos. Y ahí se rompió todo. Si te crees lo del "sistema", entonces tienes que echarte a temblar. Porque el "sistema" no tiene dinero para pagar; y cada vez tendrá menos, porque los ingresos por cotizaciones se van alejando de los gastos por pensiones contributivas. Si no te lo crees, puedes estar más tranquilo, porque el ente que paga pensiones no es la Seguridad Social, es el Estado español en su conjunto, con el total de impuestos que recauda por todo tipo de conceptos.

Esta semana, Miguel Ángel García Díaz, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y uno de los grandes expertos en pensiones de nuestro país, publicaba para Fedea el informe "Evolución reciente y situación financiera actual del sistema público de pensiones" (aquí, la noticia de mi compañera Beatriz García en Libre Mercado en la que daba cuenta de sus principales conclusiones). Lo más destacado: los ingresos por cotizaciones han pasado del 9,1 al 9,0% del PIB entre 2010 y 2023 [Nota aclaratoria: ingresos sin contar el MEI, que no es una cotización, y detrayendo el gasto que debe destinarse a otras prestaciones contributivas, como la incapacidad temporal].

Enfrente, los gastos por prestaciones contributivas han pasado del 9,8% del PIB al 12,9%.

Resultado: lo que era un déficit preocupante, pero manejable, del 0,9% del PIB en 2010 se ha convertido en un agujero de 3,8% del PIB en la actualidad (unos 55.000 millones de euros).

Estas cifras no salen en las noticias, porque los sucesivos gobiernos han ido maquinando triquiñuelas contables para evitarlo. Con préstamos del Estado (que nunca se devolverán), con transferencias corrientes, no incluyendo en las cuentas las clases pasivas... Pero más allá del artificio presupuestario, lo que queda es lo obvio: la ficción de que hay un "sistema" no tiene demasiado sentido, afortunadamente para los pensionistas, porque si lo hubiera, ya no habría dinero en el mismo para pagar las prestaciones y nunca lo habrá. Decimos "nunca" y en realidad estamos hablando de las tres-cuatro próximas décadas: en ese período de tiempo podemos afirmar con razonable seguridad que los números rojos de la parte contributiva seguirán ahí salvo milagro.

[Nota al margen 2: también podría cerrarse el "déficit del sistema" si cambian las reglas que definen la "contributividad". Imaginemos un Gobierno que recorta 5 puntos el IRPF y sube esos mismos puntos las cotizaciones. Quizás la Seguridad Social tendría superávit, pero el saldo final del Estado sería el mismo. Todos estos ejemplos dejan claro el carácter ficticio-político del "sistema", para lo bueno y para lo malo].

A partir de ahí, que le queda a los pensionistas del presente y del futuro. Lo primero, lo ya dicho, la tranquilidad de saber que sus pensiones NO dependen de las cotizaciones. Afortunadamente, hay otros ingresos del Estado que permitirán que ellos sigan cobrando.

Y, además, la certeza de que quedan cuatro seis sobre la mesa. No hay cambios aquí, también son las mismas que han tenido todos los gobiernos a sus disposición (y las han usado) en los últimos 30 años:

1 Recortar las pensiones de los actuales jubilados. Es la que tendría más impacto a medio plazo, pero la más complicada de manejar políticamente. Salvo escenario a la griega, no lo vemos cercano.

2 Recortar las pensiones de los futuros jubilados, endureciendo los requisitos de acceso a la prestación: incremento de los años que se tienen en cuenta para el cálculo de la base, recortes por jubilación anticipada, retrasar la edad de jubilación... Esto ya se está haciendo y seguirá por el mismo camino. Sería casi igual de impopular que el primer punto si se explicara bien en qué consiste. Como no se hace (en ocasiones, con el silencio cómplice de los sindicatos) pasa más desapercibido, lo que lo convierte en una reforma más sencilla de aprobar.

3 Subir los impuestos finalistas para la jubilación (cotizaciones): no son finalistas, pero nos dicen que sí. Es la opción favorita desde hace años, entre otras cosas porque se vende que no los paga el trabajador (spoiler: sí lo hace) sino el empresario. El problema es que ya son muy elevados, por eso es complicado que se incrementen más.

4 Nuevos impuestos disfrazados de cotizaciones: es la vía que eligió José Luis Escrivá para su no-reforma de las pensiones que en realidad fue una reforma fiscal. Tres nuevos impuestos (MEI, Cuota de Solidaridad y subida de las bases máximas) que no son cotizaciones en ningún caso. Esta reforma es como un veneno administrado en pequeñas dosis: comienza poco a poco, con tipos impositivos que aparentan ser reducidos, pero se disparará según avance su implementación. En 2040, los sueldos medios en España pagarán bastante más de la mitad de su salario real en impuestos al trabajo (IRPF, cotizaciones, nuevos impuestos para las pensiones). Y a eso habrá que añadirle el resto de tributos.

5 Subidas del resto de impuestos para equilibrar el Presupuesto: IRPF, IVA, IIEE, etc... Probablemente habrá un poco de todo, porque el problema del incremento del gasto en pensiones es que presiona mucho el resto de las partidas. Los gobiernos lucharán por evitar recortes con los tributos menos impopulares (la UE nos pide subidas en los impuestos verdes-medioambientales y en los impuestos al consumo; lo normal es que algo de eso haya).

6 Recortes en otras partidas del Presupuesto para mantener las pensiones sin subir impuestos

A partir de aquí, cada uno puede escoger cuál de las siguientes cinco opciones le parece más justa o más factible. Que alguna de ellas va a tener que aplicarse no está en duda. Esto no es una opinión, es una evidencia objetiva: si el gasto en pensiones sigue subiendo (y lo hará) y los ingresos por cotizaciones con los tipos actuales no lo igualan (y no lo harán), cualquier ministro de Seguridad Social que suceda a Elma Saiz tendrá que escoger qué alternativa prefiere. Y que sub-alternativa dentro de cada punto: ¿subir IVA o IRPF? ¿Subir años para el cálculo de la base o retrasar edad de jubilación?

No hay más, ni menos. Eso sí, ahora que sabemos que con las cotizaciones sólo se pagan el 70% de las prestaciones contributivas, sería un primer paso que admitieran que el sistema no es tal. Aunque sólo sea para clarificar el debate.

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