Con los tipos de la deuda soberana de Madrid y Roma en las lindes del siete por ciento, el derrumbe del euro y el corralito, resulta cuestión de meses. De pocos meses. Meses que las liebres enloquecidas del mercado podrían convertir en semanas.

¿Qué hacían los cinco millones de parados cuando, estando activos, el PIB era sustancialmente el mismo que cuando están parados? Observemos que en 2008, 2009 y 2010, el empleo se contrae mucho más que el PIB.

El ciudadano, los especuladores, deudores, rentistas, asalariados, gobiernos… están en la UCI. El médico (banqueros centrales) no sabe cómo curarnos porque ni siquiera está en su mano hacerlo, así que nos da un placebo.

Tomemos nota. Los mercados están dispuestos a darnos un balón de oxígeno siempre y cuando vean que estamos haciendo las cosas bien, y parte de ello es saber cúando y cómo comunicar lo que vamos hacer y luego, por supuesto, hacerlo.

Si quiere reforma laboral, va a tener que aprobarla por decreto. Esa va a ser para él, muy probablemente, su verdadera prueba de fuego porque los mercados y los sindicatos van a tomar buena nota de ello.

Murió nuestra economista en 1983. No saben cómo me gustaría escuchar las conversaciones que, en el más allá, mantiene, sin duda, con Mao Tse Tung y Kim Il-Sung. Descansen en paz los tres.

Hay un problema muy importante que Costas ignora por completo: el control de los gorrones o parásitos, de los oportunistas que viven a costa de los demás, recibiendo más de lo que aportan.

Desde que se desatara la crisis griega las referencias a la Argentina se han multiplicado, incluso se sugiere aplicar similares soluciones. En algunos aspectos la situación parece similar.

Me parece que el silencio de Rajoy, ya sea por esperar a las elecciones andaluzas, ya sea por esperar a que su acción de gobierno nos lo anuncie Bruselas, revela que los complejos siguen gozando de mayoría absoluta en el seno del Partido Popular.

La tentación de Rajoy será ir a por los mercados financieros, a por los bancos. Culpar a los bancos de la crisis es pueril, injusto y, sobre todo, poco inteligente. Todo eso es, además de fácil, políticamente correcto y popular.