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Ignacio Moncada

Rajoy y el síndrome de abstinencia

La mayor dificultad a la que se enfrenta el gallego, y con él todos nosotros, serán las voces de todos los dependientes de dinero público que lucharán por una dosis más. Por una última subvención, por un privilegio adicional.

Jamás la victoria fue tan amarga. Mariano Rajoy culmina su camino a La Moncloa tras ocho largos años, y no sería de extrañar que esté sintiendo un arrepentimiento de última hora. Llega a la presidencia del Gobierno para recoger las cenizas de una España calcinada. No cuesta pensar qué debe estar pensando el gallego: con lo bien que estaría yo ahora en mi chalé, leyendo novela negra entre el humo de los puros. Quién me mandaría, etcétera. Aunque en público dirá que le ilusiona el reto, faltaría más. Pero en su fuero interno seguro que se da cabezazos contra un imaginario muro de las lamentaciones, preguntándose por qué no se retiraría tras su derrota de 2008. Y no es para menos. Lo que Rajoy se encuentra en España no es una crisis. Es toda una depresión económica.

La economía española es adicta a una poderosa droga: el dinero público. Durante años nuestros gobernantes han estado jugando con el sistema productivo a su antojo. Han subvencionado unos sectores, han penalizado con impuestos y regulaciones otros, y han prohibido o amparado lo que se les ha venido en gana. Siempre, eso sí, con el dinero y riesgo del contribuyente. Toda apuesta siempre es más llevadera con dinero ajeno, ya se sabe. Y esto no sólo ocurre en nuestro país, por supuesto. España es tan sólo uno de los eslabones más oxidados de una red mundial de economías profundamente enfermas. El resultado es el que se podía esperar tras tanto tiempo recibiendo el mortal estupefaciente keynesiano: la economía languidece sumida en una continua sobredosis. Y salir de ella cada vez resulta más costoso.

Si echamos la vista atrás y repasamos las noticias económicas de este año que acaba, encontraremos una triste realidad. Y es que la gran mayoría de los acontecimientos económicos que vivimos son noticias políticas. La economía hace tiempo que ha dejado de estar protagonizada por la sociedad civil, por la unión de empresarios, trabajadores y autónomos. Ahora se dirige desde las cumbres políticas. No es de extrañar, por ello, que el mundo económico viva pegado a las declaraciones de los políticos al igual que un perro depende de que su amo tenga a bien servirle hoy la comida. Los mercados sufren una letal adicción a las decisiones de los banqueros centrales y a los anuncios de los gobernantes. Es la constatación de esta dependencia que ha destrozado nuestro sistema productivo, y que amenaza con llevarlo a la misma tumba.

Hay que devolver la economía a la gente. Ese es el gran reto al que se enfrenta el presidente entrante. Es la única forma de que la economía vuelva a recuperar la salud. Mariano Rajoy tiene que someter a nuestro sistema productivo a un duro proceso de desintoxicación. Y su gran enemigo será, cómo no, el síndrome de abstinencia. La mayor dificultad a la que se enfrenta el gallego, y con él todos nosotros, serán las voces de todos los dependientes de dinero público que lucharán por una dosis más. Por una última subvención, por un privilegio adicional. ¿Será Rajoy capaz de aplicar la terapia de choque que España necesita? El tiempo dirá. Yo prefiero ahorrarme mis sospechas.

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