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Jesús Colmenares

La tragedia del euro

El euro ha vuelto a caer frente al dólar y al yen tras la decisión del Banco Central Europeo de mantener el tipo de interés quincenal en el 4,75 por ciento. Esta vez, el Consejo de Gobierno ha tenido que respaldar a su presidente, Wim Duisenberg, ante los rumores de que iba a dimitir. El presidente del BCE había declarado al diario británico The Times el lunes pasado que el aumento de tensión en Oriente Próximo no era una razón para que el banco de los once países del euro interviniera de nuevo en el mercado de divisas en apoyo de la cotización de la moneda única.

A partir de ese momento, los agentes financieros se dieron cuenta de que había una oportunidad de negocio si vendían euros, ya que la autoridad monetaria europea no iba a reaccionar, si Duisenberg decía la verdad. Entre las alertas enviadas el jueves en las pantallas de las agencias financieras, llama la atención la que aseguraba que Duisenberg no iba a comentar sus declaraciones al diario británico. Algunos analistas no se mordieron la lengua al opinar que la actitud del presidente del BCE era la de un elefante en una cacharrería. Otros, más sensatos, están convencidos de que el presidente del banco central ha entendido la lección y va a ser mucho más prudente en sus declaraciones.

Los economistas discuten sobre la posible influencia en la debilidad del euro del mayor crecimiento de la economía de Estados Unidos, de su diferencial de tipos de interés y también de que la inflación es la mitad en la otra orilla del Atlántico.
Pero, entre las ideas de los expertos, encontramos una que destaca por su claridad: la debilidad del euro se debe a razones mucho más profundas que van más allá de la posible ineptitud de un viejo profesor por cumplir dignamente con su papel.

El razonamiento básico para entender lo que ocurre es que las divisas se comportan en un mercado como mercancías cuyo valor se fija según la ley de la oferta y la demanda. Como, en estos momentos, las empresas europeas han decidido invertir en el mercado de Estados Unidos unos 220 mil millones de euros, es normal que el dólar valga más que el euro, porque existe una fuerte demanda, mientras que el euro tiene en su contra una excesiva oferta.

La inversión de las empresas europeas en Estados Unidos se debe a que han tomado la decisión estratégica de convertirse en partícipes mundiales de un mercado del que han desaparecido las antiguas fronteras regionales con la globalización. Así pues, las razones de la debilidad del euro hay que buscarlas en la consecuencia de la propia creación de esta moneda única: las empresas europeas han decidido hacerse mundiales al darse cuenta de que tenían que competir entre ellas para sobrevivir en un mercado abierto.

Por lo tanto, estamos asistiendo a un cambio de mentalidad que en el corto plazo ha debilitado la moneda única por razones de mercado, pero que en el medio plazo beneficiará a las empresas europeas porque serán más robustas y nos podrán garantizar un elevado crecimiento futuro al haber renunciado a la idea del coto cerrado de sus respectivos países y porque han recogido el reto de ser competitivas frente a cualquier rival. La consecuencia de este razonamiento es que las intervenciones del BCE para defender al euro serán irrelevantes y la moneda única empezará a recuperarse cuando los europeos dejemos de financiar el crecimiento de las empresas en Estados Unidos.

Naturalmente, el Banco Central Europeo tendrá que subir los tipos de interés otra vez este año, porque la inflación de los once países del euro es del 2,8 por ciento y el BCE tiene como misión reducirla a menos del dos. Es cierto que el euro se ha depreciado desde enero de 1999 un 27 por ciento frente al dólar y un 32 por ciento frente al yen, por lo que los europeos tenemos que comprar ahora barriles de petróleo más caros con nuestra moneda depreciada.

Para invertir la corriente y evitar la salida de euros hacia Estados Unidos, las empresas europeas tendrían que continuar con la ola actual de fusiones para crecer en tamaño y en rentabilidad hasta la escala que las separa de sus competidoras de Estados Unidos, lo que están haciendo estos días y no hay más que echar una ojeada a los titulares de la prensa financiera.

La situación actual tiene, además, la ventaja de que los gobiernos europeos se ven presionados a abrir a la competencia los sectores económicos regulados, a la vez que adoptan políticas de reformas estructurales en los mercados que convierten en más competitivas las economías europeas: esto se debe a que ya no pueden recurrir a las devaluaciones de las monedas nacionales para ganar competitividad y sólo lo pueden conseguir imitando al rival norteamericano recortando costes superfluos.

Mientras tanto, los mercados siguen con su tendencia normal: no hay novedades en el discurso del Banco Central Europeo y las subidas de tipos de interés no han logrado aupar al euro, por lo que los agentes del mercado de divisas seguirán con lo que están haciendo desde hace un año: vender euros.

En Libre Mercado

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