Protestas ante la Embajada de España en Londres
Diego Sánchez de la Cruz
Por las mañanas, piquetes informativos, –pacíficos todavía– se ponen en la salida de las principalesestaciones de Metro y Cercanías para entregar a los viajeros unos panfletos a todo color en los que se explica en un lenguaje publicitario las razones de la convocatoria de huelga.
Encontramos a Luis, 58 años y director de una sucursal de una caja de ahorros que dice estarpreocupado por su jubilación; a María, 30 años, operadora de telemarketing, que quiere ser fija en su empresa; a Ernesto, comercial de banca, 34 años, que teme que la reforma modifique su convenio; a Noemí, 36 años, oficial de Notaría, fastidiada también por los convenios y porque sus condiciones laborales estén "en manos de mi empresario"
a Rocío, comercial de seguros, 42 años, que se opone a que puedan despedirla con sólo 20 días por año trabajado; y a Juanma (sic), 57, gestor de morosidad de una caja rural, cuyo único motivo es que las huelgas, según él, sirven... "en el 88 paramos el abaratamiento del despido y los contratos basura y en el 2002 se retiró el decretazo".
Tal vez sean casos reales, pero las fotografías parecen de modelos publicitarios posando con una sonrisa de oreja a oreja. El combativo obrerismo de antaño ha dejado paso a la agencia de publicidad.