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Jesús Colmenares

Europa toma el relevo

Europa toma el relevo de la locomotora económica

El aterrizaje suave de la economía de Estados Unidos ya es un hecho: los economistas predicen un crecimiento del 3 por ciento en los próximos trimestres, frente a una subida a un ritmo del 5,6 por ciento anual hace seis meses. La locomotora que tira de la economía mundial ha pasado de Norteamérica a Europa. Pero eso es lo que dicen los análisis, la realidad puede ser muy diferente, ya que el viejo continente es, paradójicamente, una nación “joven” con una moneda única de dos años de vida que apenas ha dado sus primeros pasos en un mundo de economía globalizada.

La teoría también nos dice que la economía estadounidense ya realizó esta maniobra de aterrizaje suave en 1995, cuando el crecimiento bajó al 0,8 por ciento durante un trimestre, pero rebotó y volvió a acelerarse hasta hoy. En aquella ocasión, la teoría se cumplió y no se interrumpió la racha de fuerte crecimiento, pero los mismos economistas que creen en el aterrizaje suave recuerdan que las desaceleraciones llegaron a convertirse en recesión en 1980 y 1990.

Los últimos datos económicos de Estados Unidos sugieren que el frenazo de la actividad es más rígido que lo que en principio se pensaba: el índice de la Reserva Federal de Filadelfia y el de la producción industrial de diciembre han sido peores de lo esperado. El ritmo de crecimiento continuo y acelerado de la economía de Estados Unidos hasta hace pocos meses se estaba convirtiendo en una amenaza para la inflación, y por ello el Banco Central estadounidense, la Reserva Federal, había subido los tipos de interés seis veces desde junio de 1999; mientras que en Europa, el Banco Central Europeo hacía lo propio otras siete veces para atajar cualquier riesgo de inflación.

Ahora, la situación ha cambiado por completo y la Reserva Federal ha dado la señal de inflexión al bajar los tipos de interés en medio punto y de forma inesperada el tres de enero. La autoridad monetaria europea, por su parte, se ha tomado las cosas con calma y el jueves 18 de enero decidía mantener sin cambios el tipo de interés.

La economía europea está muy lejos aún del ciclo bajista y sigue creciendo a un ritmo del 3,4 por ciento, mientras que la inflación se mantiene cerca del tres por ciento, casi un punto por encima del límite máximo fijado por el banco central a medio plazo. Es verdad que lo peor de la inflación parece haber pasado ya y que el precio del petróleo se ha desinflado, mientras el euro recuperaba un trece por ciento del terreno perdido frente al dólar, pero los economistas apuntan también a la historia reciente: cuando la Reserva Federal bajó los tipos en 1998, el banco central europeo tardó cinco meses en imitarla.

Nos encontramos, por lo tanto, ante el paso del testigo en la carrera para conducir la economía mundial hacia el crecimiento estable y esquivar los peligros de la recesión. Se trata de una tarea que Europa puede realizar en teoría, ya que la economía se encuentra en una fase menos avanzada del ciclo alcista que la norteamericana, pero la pregunta es si el viejo continente tiene la suficiente pujanza para lograrlo.

Una de las armas para ello es aumentar el consumo privado, y la mayoría de los gobiernos de la zona del euro está apostando por una reducción de impuestos para lograrlo (de paso contentan a los electores), lo que quita protagonismo a la rebaja de tipos de interés, porque la política fiscal expansiva compensa la rigidez de la monetaria. Pero las expectativas apuntan también a una reducción de los tipos de interés europeos en los próximos meses: en el primer semestre, según la mayoría de los analistas, aunque algunos apuestan que para finales de febrero podrían bajar 0,50 puntos: sólo es cuestión de tiempo, mientras las autoridades de Francfort esperan más pruebas de que la inflación no va a dar más sustos.

Todas estas medidas indican que el crecimiento económico europeo tampoco será como para tirar cohetes este año y que el 3,4 por ciento de crecimiento previsto podría quedarse en un tres pelado, con menores ventas en las principales empresas y algunos planes de reducción de plantilla a la vista, que no ayudarán nada a afianzar el tono optimista.

Los países productores de petróleo acaban de anunciar una reducción de la producción diaria de 1,5 millones de barriles a partir de principios de febrero y planean reducir otro millón más en marzo, lo que difícilmente alejará el precio del crudo de 30 dólares por barril. Otro punto que preocupa al banco central europeo es la negociación salarial y las demandas de subidas de hasta el 5,5 por ciento de dos sindicatos alemanes: el doble de la inflación.

La situación internacional no es sólo una cuestión para debate intelectual de los economistas, ya que todos los factores que afectan al crecimiento en ambas orillas del Atlántico repercuten directamente en la economía española y son un buen observatorio para lo que se nos avecina: las hipotecas serán más baratas, pero los convenios colectivos de las empresas no podrán sobrepasar los límites que dicta la realidad, mientras que la recuperación económica de Estados Unidos se traducirá en subidas de la Bolsa y mejores resultados empresariales.

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