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Jesús Colmenares

La Bolsa ha tocado fondo

La Bolsa de Nueva York (y sus “filiales” europeas”) parece que ha tocado fondo y ha llegado el momento de invertir, si aún le queda algo de dinero después de la crisis de los últimos doce meses. La Bolsa ha perdido tanto, que no puede seguir cayendo más, dicen los sesudos analistas que parecen haber sacado esta conclusión después de consultar a Pero Grullo.

El índice Ibex-35 de la Bolsa de Madrid ha perdido el 35 por ciento de su valor desde estas mismas fechas de hace un año: por entonces había alcanzado un máximo histórico y era el momento de vender con fuertes plusvalías, pero casi nadie se dio cuenta de ello. La influyente analista de Goldman Sachs, Abby Cohen, ha anunciado por primera vez que las acciones han recuperado su atractivo y se encuentran estos días en precios adecuados para su compra.

Me estoy refiriendo a los índices generales de la Bolsa, porque esta opinión de la influyente analista se aplica a las empresas tradicionales: la cuestión de las nuevas tecnologías es otro cantar. El índice Nasdaq, donde cotizan las principales empresas mundiales de la nueva economía, ha retrocedido el 56 por ciento frente a su máximo del 10 de marzo de 2000: aquí los analistas no se atreven a asegurar que la crisis ha pasado, porque no hay referencias históricas.

Sin embargo, una sola voz no basta para que cambie el panorama de la noche a la mañana y algunos gestores de fondos de inversión se muestran prudentes: arguyen que el propio presidente del banco central de EE.UU., Alan Greenspan, lo tiene difícil para convencer al mercado, por lo que un analista aislado es poco significativo. Pero la realidad es tozuda y empiezan a aparecer hechos que confirman el cambio de tendencia de los mercados: los últimos resultados de las empresas cotizadas han cumplido las previsiones del mercado.

Toda situación tiene su pero, ya que la aparente mejora de la Bolsa puede volverse ahora en contra de uno de los pocos sectores que se ha salvado de la quema: la biotecnología. Las empresas de farmacia que han sacado al mercado productos contra el sida y otras enfermedades han conseguido fuertes revalorizaciones en los últimos meses (en España, tenemos el ejemplo de Zeltia. Otras multinacionales, como Merck, Pharmacia, Pfizer y Baxter han alcanzado cotizaciones tan altas que han dejado de ser consideradas baratas por la citada analista de Goldman, Abby Cohen.

¿Acaso los analistas no se equivocan nunca? Es la pregunta inevitable a estas alturas: la respuesta es que la mayoría ha sido incapaz de avisar de lo que se avecinaba y que los pequeños inversores “pillados” en plena crisis bursátil se han lanzado al contraataque. Un inversor particular ha demandado a Henry Blodget, analista de Merrill Lynch, porque recomendó la compra de acciones de la empresa Infospace al mismo tiempo que negociaba un suplemento para su sueldo si salía bien la operación. En otras palabras: le acusan de que sus recomendaciones no tenían ningún valor, porque obedecían al propio interés del analista por “inflar” artificialmente el valor.

Para luchar contra esta situación, empiezan a circular por las casas de bolsa de Wall Street versiones de los doce mandamientos para dejar de ser partidista y retornar al camino de la virtud.
Este catálogo está adaptado de la guía para dejar la bebida que publicaron los fundadores de Alcohólicos Anónimos allá por 1935 y que ha vuelto a tener plena actualidad, ya que uno de sus autores era también analista de Bolsa. Los consejos de buena conducta incluyen en primer lugar que el analista debe admitir que había perdido el control sobre sus propias recomendaciones, pero seguía confiando en que una Fuerza más poderosa le llevaría de nuevo al camino de la virtud.

La solución es dejar de recomendar la compra de valores sólo porque así estarán contentos los financieros de estas empresas, que por casualidad son amigos o clientes. Los economistas deben olvidarse de todo interés particular y volver a la verdad, porque así evitarán que sus empresas pierdan clientes que a la larga dejarán de seguir opiniones interesadas.

Otra regla de buena conducta: cuando veas que se avecina una crisis, no pienses que por negarte a reconocerlo va a dejar de producirse, ya que más vale afrontar la realidad por dura que sea y llamar a las cosas por su nombre.

El siguiente mandamiento es replantearse todas las recomendaciones pasadas y las razones que impulsaron a realizarlas y confesar las culpas ante la propia conciencia. Los analistas con el alma perturbada por sus malos consejos anteriores deberían buscar a sus víctimas e intentar compensar sus faltas con algún remedio.

Otro buen consejo es imaginar que el sueldo debe ganarse por la satisfacción del cliente: ¿Qué salario me pagarían los inversores que han seguido mis consejos? El último consejo es llevar por el buen camino a los demás analistas y aplicar estos principios a todos los otros asuntos de la vida privada de cada uno. Por poner un ejemplo, Ravi Suria, analista de Lehman Brothers, fue el único entre 50 que se atrevió a publicar en junio pasado que la empresa Amazon se encontraba con dificultades para conseguir más créditos y mantener su ritmo de inversiones y negocios. El resto seguía recomendando “comprar”.

Pero volvamos a Pero Grullo: está claro que si los analistas supieran predecir el futuro serían todos millonarios y no pasarían catorce horas al día delante de las pantallas para ganarse el pan con el sudor de los inversores.

En Libre Mercado

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