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Jesús Colmenares

Paro, tipos e inflación

Las últimas estadísticas sobre la economía europea no son precisamente optimistas, pero hay una que nos debe preocupar más que las demás: el índice de paro español sigue siendo el más alto de la Unión Europea y triplica al de Estados Unidos, lo que quiere decir que algo no funciona en nuestra economía. El índice de paro de la zona de los doce países del euro se situó en marzo en una media del 8,4 por ciento, mientras que en España llegó al 13,5 y en Estados Unidos al envidiable 4,5 por ciento, que resulta revelador de que nos encontramos en dos mundos económicos distintos.

El paro afecta también fuertemente a Italia, con un diez por ciento, y a Francia, con el 8,6 por ciento, mientras que en Alemania se mantiene en el 7,7 por ciento desde los últimos cinco meses y se resiste a bajar. Es cierto que el índice de paro en España era del 16,7 por ciento hace dos años y del 14,8 por ciento hace uno, pero estas mismas cifras indican que la fuerte reducción del desempleo que se empezó a notar en 1999 ya no es tan fuerte y exige medidas adicionales para bajar hasta cifras más acordes con nuestro entorno. Si vemos los datos con mayor detalle, España es también el país con mayor índice de paro de jóvenes menores de 25 años, el 25,8 por ciento, con un 20,5 por ciento de hombres y un 32,7 por ciento de mujeres, y también es el que más parados tiene entre los mayores de 25 años, tanto hombres como mujeres.

Esto quiere decir, ni más ni menos, que el Gobierno debe emprender una reforma del mercado laboral aún más valiente y decidida que la que ha realizado hasta ahora y que debe facilitar lo más posible la contratación y abaratar el despido para que los que se queden sin empleo puedan conseguir otro rápidamente. Justo lo contrario de lo que acaba de decidir el Gobierno francés, molesto por los anuncios de despidos masivos en varias multinacionales, ya que ha desenterrado la vieja receta de encarecer el despido para poner trabas a la regulación masiva de empleos.

Ante esta situación, algunos se vuelven hacia el Banco Central Europeo para pedirle que recorte los tipos de interés para aliviar el peso de los créditos y permitir a las empresas que se dediquen a invertir para crear más puestos de trabajo. La opinión de los empresarios y los consumidores europeos es cada vez más pesimista, tal como refleja la encuesta de abril, debido al descenso de los pedidos para la exportación que obedece a la desaceleración económica en Estados Unidos. Algunos empresarios que han participado en la encuesta piden una reducción de los tipos de interés en Europa y ofrecen como argumento que en Estados Unidos ya se está notando cierta recuperación desde que la Reserva Federal los bajara por cuarta vez.

Pero de sobra es conocida la postura del Banco Central Europeo, que se resiste a abaratar los créditos ante la evidencia de que la inflación sigue por encima del límite del dos por ciento que se ha comprometido a no rebasar: actualmente está en el 2,6 por ciento en cifras de marzo. Aquí también, España tiene el dudoso mérito de encontrarse en cabeza de los países más inflacionistas, con un índice de precios al consumo que sube en los últimos meses el 4 por ciento, el doble de lo que debería subir.

Por esta razón, nuestro Gobierno ha defendido la tesis de que no debe rebajarse el precio del alquiler del dinero, para no crear más tentaciones a los españoles de gastar con mayor facilidad un dinero que se convertirá en precios más altos. El BCE se ha aliado con las tesis españolas, pero esto no quiere decir que no haya dejado de pedir a todos los gobiernos europeos que tomen medidas para liberalizar los sectores económicos más reacios a introducir la competencia y por ello más inflacionistas.

Mientras los gobiernos se hacen los remolones y dejan para más tarde estas medidas necesarias, la OCDE acaba de aconsejar a las autoridades de Fráncfort que imiten a las de Washington y recorten los tipos de interés para conseguir revitalizar la economía en Europa, en consonancia con lo que ya han hecho en Norteamérica y Japón. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico pide un recorte “agresivo” de medio punto al BCE de aquí a junio para salir del bache del crecimiento y se une así a otras voces en el mismo sentido, como las recientes del Fondo Monetario Internacional.

Nuestro ministro de Economía, Rodrigo Rato, acaba de declarar en Estados Unidos, en el Instituto Tecnológico de Massachussets, que para aumentar el potencial de crecimiento de la Unión Europea se necesitan más reformas estructurales, pero en ningún caso reducción de los tipos de interés. Los economistas norteamericanos no acaban de entender la “fobia” del BCE por la inflación, que deja en segundo plano problemas más graves como el crecimiento y sobre todo el paro, pero que puede resultar una estrategia demasiado costosa para Europa en el futuro. Por lo pronto, en España ya nos está costando el alto precio de que resulta más difícil que en los demás países encontrar un puesto de trabajo.

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