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Jesús Colmenares

¿Quién dijo recesión?

La última moda entre los economistas es negar sus predicciones anteriores de que Estados Unidos iba hacia la recesión, ahora es más fino decir que el consumo está mejorando y que la crisis de las empresas está a punto de acabar. Ya se sabe que la economía no es una ciencia exacta, pero el cambio radical de opinión de los “gurús” más eminentes no deja de sorprender por la rapidez con que se ha producido.

Sin embargo, para salvar la cara y poder decir aquello de “ya lo había avisado yo”, que haya pasado de largo la amenaza de la recesión ahora resulta que tampoco es bueno para la economía, puesto que los expertos dicen que ha terminado demasiado pronto y no se han podido tomar las medidas necesarias para combatir los desequilibrios. Para ser totalmente exactos, vaya por delante que uno de los desequilibrios sí que se ha corregido, y además él solito: me refiero al pinchazo de la burbuja de la Bolsa, con la caída del índice Nasdaq de las empresas tecnológicas del 67 por ciento y del 20 por ciento del índice Dow Jones de las 30 principales compañías industriales.

Otros desequilibrios están a punto de corregirse, como la cifra anormal de existencias de las empresas que se manifestó a partir de agosto pasado y que está en vías de solución, aunque aquí la industria informática sigue sin salir del agujero negro.

Mientras tanto, la economía de Estados Unidos sigue descansando en una delicada base compuesta por un exceso de endeudamiento de las familias, con cada vez más casos de hipotecas impagadas, y otro exceso de deuda de las empresas. Las presiones inflacionistas se están intensificando, con aumentos de los salarios y de los precios energéticos, mientras la tasa de ahorro nacional se encuentra en terreno negativo y en cifras nunca vistas desde 1933; para ser honrados, diremos que la caída de las cotizaciones de la Bolsa está solucionando parte del problema.

La propia estructura de la distribución energética está en peligro porque los gasoductos, las centrales eléctricas y las refinerías están trabajando a plena capacidad y no pueden dar abasto: urge construir más centrales energéticas, pero se necesitan varios años para hacerlo. Es un tópico decir que el déficit corriente de Estados Unidos es enorme, pero es que representa ya el 4,2 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), lo que amenaza con llevar al dólar a la baja en un futuro próximo.

Ante estas perspectivas de los agoreros, algunos economistas recuerdan que ya se han tomado medidas para poner orden: las tres rebajas de los tipos de interés representan también un menor coste del servicio de la deuda para las familias y las empresas. Además, las empresas de las nuevas tecnologías están en plena reestructuración para conseguir ser rentables y podrían lograrlo en 2002, lo que significará otra aportación de optimismo para toda la economía y volver a las cotas de crecimiento del cuatro por ciento anual que hemos visto no hace tanto.

Por ese camino de retorno al crecimiento se encuentra precisamente la Europa del euro, como nos muestran las cifras del último trimestre del año pasado, durante el cual la economía creció el 0,7 por ciento trimestral y el tres por ciento anual. De seguir a este ritmo, se podría conseguir un crecimiento algo inferior a ese tres por ciento para todo el año 2001, teniendo en cuenta los efectos del amago de recesión económica en Estados Unidos que acabo de comentar más arriba.

Ante este menor crecimiento, la pregunta que se hacen en las tesorerías de los bancos es cuándo se producirá la rebaja del tipo de interés del banco Central Europeo (BCE), actualmente situado en el 4,75 por ciento. El Banco de Inglaterra ya se ha adelantado esta misma semana y ha recortado un cuarto de punto el tipo de interés de referencia para dejarlo en el 5,5 por ciento, ante las pruebas de que el crecimiento británico sufre de forma adelantada la debilidad de su aliado norteamericano. Los economistas esperan más y calculan para final de año otro recorte igual hasta dejar el tipo de interés en 5,25 por ciento, ya que la debilidad de la demanda ha forzado a los comercios a rebajar sus precios y la inflación está por debajo del 2 por ciento.

Ahora le toca el turno al BCE en su esperada reunión del once de abril y los analistas están todavía a la espera de tener signos claros de por donde van a ir los tiros, ya que una rebaja de los tipos de interés sería una señal para reconfortar la confianza en que lo peor del debilitamiento económico ha pasado ya. Sin embargo, el BCE sigue pendiente de la inflación como guía de su política monetaria, y los precios al consumo siguen estando muy por encima del límite del dos por ciento anual: en concreto se encuentran en el 2,6 por ciento y la circulación del dinero tiene también una velocidad ligeramente superior a la recomendada por las autoridades de Francfort.

Por lo pronto, las últimas cifras de comercio al por menor en la unión monetaria europea siguen mostrando su fortaleza, debido sobre todo a que los recientes recortes de impuestos en Alemania y Francia facilitan la disposición de mayor renta para gasto de las familias. El BCE tiene ante sí la difícil tarea de contentar a unos y otros en su próxima decisión sobre los tipos de interés, pero no debería olvidar que se está quedando sólo en su actitud de rigidez monetaria, ya que el resto de los principales países ya se le ha adelantado en la rebaja del precio de los créditos y la solución de la enfermedad exige dosis cada vez mayores de medicina conforme se retrasa su administración.

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