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Jesús Colmenares

Se busca: confianza

Los analistas han llegado a un acuerdo por una vez: los mercados están de capa caída por falta de confianza en las propias bases de la economía mundial, por lo que la solución es encontrar la confianza a cualquier precio. Las últimas palabras de Alan Greenspan no han servido de mucho: el presidente de la Reserva Federal ha dicho que la economía de Estados Unidos va mejor, pero la recuperación también va... para largo.

Los últimos recortes de tipos por parte del banco central de EE.UU. no han dado el resultado mágico de cambiar del día a la mañana el panorama de pesimismo producido por el parón de la actividad económica. La Fed no olvida la idea de recortar otro medio punto los tipos de interés hasta dejarlos en el cinco por ciento, pero no tan pronto como algunos esperaban, lo que explica la desilusión de los mercados.

Es posible que la desaceleración haya tocado suelo en enero de 2001, pero falta que los datos económicos devuelvan la confianza a los mercados y que las empresas y los inversores perciban el cambio de signo para que podamos recuperar los niveles de hace sólo unos meses. El crecimiento económico de Estados Unidos ha sido malo en el último trimestre del año, el peor en cinco años, con un aumento limitado al 1,1 por ciento que asusta a los más optimistas.

La Fed prefiere tomarse las cosas ahora con más tranquilidad y su presidente ha avisado que las próximas decisiones coincidirán con las reuniones de la Fed fijadas en el calendario. Esta precisión tiene su importancia: indica que la Fed ha abandonado su sistema de tomar decisiones por sorpresa, que rozaba la desesperación: nunca había recortado tanto (un punto) el tipo de interés en un sólo mes desde noviembre de 1984 y Greenspan no lo había hecho nunca, puesto que llegó al cargo en 1987.

De todas maneras, el banco central norteamericano se ha dado cuenta de que el enemigo es el declive económico, ya no es la inflación, que está más o menos contenida por debajo del dos por ciento y que tiene margen para seguir creciendo medio punto más en los próximos años. La autoridad monetaria vigilará en el futuro cualquier signo de recuperación del ánimo del consumidor, que en Norteamérica tiene un comportamiento un tanto atípico, ya que pierde la confianza, pero sigue consumiendo como casi nada.

Es cierto que el aumento del gasto de consumo se mantiene en cifras bajas del 2,8 por ciento, el menor ritmo en cuatro años, pero no se puede hablar de caída y las últimas cifras publicadas muestran alguna recuperación de las ventas minoristas. Permanece el problema de las existencias acumuladas y que no han podido vender las empresas porque no habían previsto el parón, pero las propias autoridades creen que ese problema está en vías de solución. En cuanto se liquiden las existencias, las mejoras en su gestión futura se traducirán en disminución de costes y aumentos de márgenes que pronto se harán patentes en las empresas.

A falta de un estímulo rápido que despierte la economía, es posible que el presidente George W. Bush tenga la solución con su plan de recorte de impuestos de 1,96 billones de dólares (en diez años). Los ministerios de energía, transporte y agricultura van a ver menguados sus presupuestos y estos recortes se van a destinar sobre todo a educación y algo menos a defensa.

Bush se encuentra estos días en plena campaña nacional para convencer a sus votantes de que el Congreso debe respaldar esta política, y además quiere amortizar de paso deuda emitida al más largo plazo por valor de dos billones de dólares, sin olvidarse de los pobres ni de los jubilados con un programa de subsidios para la compra de medicinas más baratas. Bush quiere ayudar a los niños para mejorar el grado de preparación de los futuros empresarios y por ello quiere redondear su programa con ayudas para los gastos de educación que duplican las anteriores.

Pero los demócratas no creen en las promesas del nuevo presidente: todavía están escocidos por la reciente derrota electoral y no les gusta que un gobierno de derechas haga una política de ayuda social a los desfavorecidos. Todos estos planes de Bush descansan en una premisa puesta en duda recientemente: que se mantenga un crecimiento económico cercano al tres por ciento en los próximos cuatro años, con una inflación del dos y medio y un paro rondando el cinco por ciento.

La falta de entusiasmo de Greenspan por más recortes de tipos de interés se ha contagiado a Europa, donde ya se sabe que somos más remisos a usar con audacia la política monetaria, por la sencilla razón de que para nosotros la inflación sí es un problema. El tipo de interés se mantuvo el jueves primero de marzo en el 4,75 por ciento para el euro tras la reunión del consejo de gobierno del Banco Central Europeo: tal como estaba esperado por el 95 por ciento de los analistas.

Los otros bancos mundiales sí que han seguido el ejemplo de EE.UU. y han bajado al unísono sus tipos de interés: Reino Unido, Canadá, Corea del Sur, Japón o Australia. Si Europa no les imita pronto, la teoría de que podemos ser la locomotora de recambio que necesita la economía mundial se puede quedar en eso: pura teoría.

En Libre Mercado

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