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Jesús Colmenares

¿Sube el euro o baja el dólar?

La pregunta no es un juego de palabras: no se trata de que Europa lo esté haciendo mejor que Estados Unidos, sino que la economía de este último país se está desinflando. Algunos podrían pensar que las intervenciones del Banco Central Europeo en septiembre y noviembre a favor del euro han dado por fin los resultados deseados, aunque con retraso, pero nada más lejos de la realidad.

La recuperación del euro desde el mínimo de 82,31 centavos de dólares que marcó el 26 de octubre hasta 96 centavos de estos días se debe sencillamente a que los economistas temen que Estados Unidos y de Japón se encaminen hacia la recesión. Los bancos centrales no cambian las actitudes de los inversores acerca del mayor o menor valor de las divisas, pero los inversores sí que se dejan influir por las condiciones económicas y acuden a los mercados con pujanza mientras abandonan los que dan signos de debilidad: es la ley de la economía globalizada. Se podría demostrar “a contrario” recordando cómo las intervenciones del Banco Central Europeo y de sus colegas de ambas orillas del Atlántico apenas consiguieron, hace cuatro meses, llevar al euro a casi 90 centavos de dólares.

Tampoco tuvo mayor suerte el Banco de Japón, que entre enero y abril de 2000 se gastó 80.000 millones de dólares en un vano intento por evitar la fortaleza del yen frente al dólar, que amenazaba con recortar fuertemente las exportaciones niponas. El yen siguió su carrera imperturbable y se apreció hasta 101,46 unidades por dólar, desde un mínimo de casi 125 yenes, hasta que empezó a debilitarse en cuanto los inversores tuvieron pruebas cada vez más sólidas de que la economía japonesa volvía a la recesión. El yen reflejó inmediatamente ese cambio de percepción y se situaba en 115 por dólar al empezar el nuevo año.

La economía europea no padece los males del gigante norteamericano y los expertos auguran que el euro recuperará la paridad con el dólar a finales de este año: ya se sabe que en los mercados se contagia pronto la percepción y que la bonanza económica cotiza al alza. La reciente rebaja por sorpresa del tipo de interés por parte de la Reserva Federal en los primeros días de enero amplifica aún más la preocupación de los inversores sobre el estado de la primera economía mundial, como ya comenté la semana pasada.

Algunos expertos perciben un cambio de actitud en el nuevo gobierno de Bush, que podría abandonar la cantinela de su antecesor acerca de que un dólar fuerte beneficia a la economía de Estados Unidos. El próximo secretario del Tesoro, Paul O’Neill, ha dejado entender que lo que le interesa es que llegue capital fresco a su país para poder financiar el esfuerzo de las empresas para mantener el ritmo de crecimiento de las última década.

El propio Bush está más decidido que nunca a seguir con su plan de reducir los impuestos para contribuir con una política fiscal laxa a las medidas de alivio de la política económica tomadas por Alan Greenspan, el poderoso presidente de la Reserva Federal, el banco central norteamericano. El programa de Bush consiste en devolver impuestos por valor de 1,6 billones de dólares durante diez años, gracias al superávit del presupuesto que están registrando las arcas de su país en los últimos años.

Los propios republicanos están pidiendo que el recorte fiscal sea lo más amplio posible, para ganarse las simpatías de sus electores, pero también para ahuyentar el fantasma de la recesión antes de que aparezca. El plan de Bush es empezar con el recorte de impuestos en 2002 en una primera fase de cinco años, pero algunos parlamentarios de su propio partido quieren aplicarlo con efecto retroactivo al primero de enero de este año, con lo que habría que devolver parte de las retenciones.

Sin embargo, los demócratas tienen capacidad para impedir que se realice este último proyecto porque cuentan con los suficientes escaños para ello y aducen amenazas para la economía si se llega a realizar el plan. La reducción del impuesto de la renta pasa por una disminución en cinco años de los tipos impositivos, que actualmente están en el 15, 28, 31, 36 y 39,6 por ciento, hasta el 10, 15, 25 y 33 por ciento, y equivale a medio billón de dólares.

Además, Bush quiere eliminar otros impuestos, como las transmisiones, las penalizaciones de los matrimonios, a la vez que planea aumentar las ayudas para la salud y la educación infantil. Es posible que esta receta de Bush tenga resultados, aseguran los economistas, pero será a un plazo medio y desde luego no servirá para atajar los problemas inmediatos de desconfianza económica y de temor a la recesión.

Mientras Bush resuelve la difícil situación, el euro tiene cuerda para rato en su carrera para recuperar el terreno perdido ante el dólar: la OCDE acaba de corregir a la baja hasta el 2 por ciento su previsión de crecimiento de Estados Unidos, mientras que la Europa del euro crecerá a un ritmo del 3 en el mismo periodo. Al final tenían razón los mandatarios europeos: la economía europea reposa en buenos fundamentos y el euro tendrá que reflejarlas y subir. Eso sí, se podrían haber ahorrado las intervenciones del otoño pasado.

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