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Apagones, subida de precios y escasez: el apocalipsis económico que pone en jaque al mundo

La economía mundial está sumida en una vorágine sin precedentes. Faltan suministros y los costes de producción no paran de aumentar.

La economía mundial está sumida en una vorágine sin precedentes. Faltan suministros y los costes de producción no paran de aumentar.
Caos económico mundial | LM

La economía mundial está sufriendo una tormenta sin precedentes. El encarecimiento histórico de la energía, la escasez de suministros y materias primas, la falta de transportistas, los atascos navieros en los puertos... La lista de contratiempos que están apareciendo en el mercado es infinita, y sus consecuencias se prevén demoledoras.

El principal efecto de todas estas circunstancias es que los costes de producción de las empresas se están elevando considerablemente, lo que está generando un aumento generalizado de los precios y, en algunos países como España, la mayor presión inflacionista de la última década. Así, en un momento en el que las economías ni siquiera han logrado reponerse de la debacle desatada por la pandemia del coronavirus, otra bomba económica ha estallado a nivel global amenazando con rematar las cuentas de resultados de las empresas y a los desafortunados bolsillos de los consumidores. A continuación, vamos a analizar cada una de estas adversidades.

La luz y el gas, las primera señales

La escalada del precio de la luz fue la primera señal de que algo empezaba a tambalearse en los mercados. En España, las alarmas saltaron en plena tormenta Filomena, cuando el precio del megavatio/hora comenzó a dispararse a principios del año 2021. A día de hoy, la luz todavía sigue rompiendo barreras y anotándose máximos históricos. Este jueves, por ejemplo, el precio medio diario de la electricidad en el mercado mayorista se ha situado en los 205,05 euros el megavatio/hora (MWh), manteniéndose por decimoquinto día consecutivo por encima de la friolera de los 200 euros.

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El alza de la electricidad ha dejado en evidencia al Gobierno de Pedro Sánchez, que llegó a la presidencia con la luz en 58,46 euros y, ahora, vale más del triple. El Ejecutivo adalid de la lucha contra la "pobreza energética" no ha aplicado ninguna medida efectiva para impedir que la factura siga creciendo. Bien es cierto que el encarecimiento del megavatio/hora se debe a circunstancias internacionales de las que PSOE o Podemos no son responsables, pero lo que sí está en manos de estos partidos es reducir los impuestos del recibo, por ejemplo. Y lo han hecho levemente, tarde y por poco tiempo.

El elevado precio del gas y el incremento del precio de los derechos de emisión de CO2 —que ejercen como un impuesto encubierto a nivel europeo y cuyos ingresos recauda la Hacienda de cada país—, son los motivos que explican este encarecimiento sin precedentes del precio de la luz. En el caso del gas natural, los precios siguen desbocados y ayer miércoles alcanzaron los 89,31 euros por megavatio hora, cuando hace justo un año apenas llegaban a los 15 euros, un ascenso que supone multiplicar por seis su valor. Lo mismo ocurre con los derechos de emisión de CO2, que ahora rozan los 60 euros, cuando en el mismo mes de 2020 apenas superaban los 25 euros. Al igual que la luz, el gas y el CO2 también han alcanzado máximos históricos.

La demonización de las nucleares, la insuficiente capacidad de las energías renovables para cubrir la demanda de energía o las tensiones internacionales en Rusia o Argelia —productores de gas— están haciendo que este producto se pague a precio de oro a las puertas de la llegada del invierno. Mientras tanto, el Gobierno de Sánchez se niega a reducir el IVA del gas.

Sube el combustible y faltan camioneros

Otra materia prima que está subiendo como la espuma es el petróleo. En estos últimos días, el barril de Brent (petróleo de referencia) ha llegado a superar los 85 dólares. Atrás quedaron las imágenes de miles de barriles de petróleo acumulados en el mar por la falta de demanda que ocasionó la pandemia. Ahora, en plena recuperación de la actividad y la movilidad mundial, el oro negro se está volviendo más cotizado que nunca. Mientras tanto, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) mantiene limitada su oferta, por lo que no se prevé un cambio de rumbo a corto plazo.

Este ascenso del petróleo mantiene en vilo a los conductores, que ya están sufriendo en sus propios bolsillos la escalada del combustible. El sector del transporte también está viendo cómo suben sistemáticamente la gasolina y el gasoil, lo que encarece sobremanera su actividad.

Pero este no es el único frente que se le ha abierto al sector, porque la falta de camioneros también está poniendo en jaque sus negocios. Bien es cierto que Reino Unido es el mercado que más déficit de conductores profesionales está teniendo debido al Brexit, pero en Alemania o EEUU también faltan transportistas a larga distancia, lo que ocasiona más subidas de precios y problemas de abastecimiento. Una de las razones principales, y más sencillas, de esta falta de conductores es que se trata de una profesión con unas condiciones muy duras que ha perdido el atractivo. ¿Y si les pagarán más? Pues implicaría más subidas de precios.

Caos en los puertos

Y si el transporte por tierra está teniendo las mencionadas complicaciones, la situación del transporte marítimo se torna todavía más grave. Tal y como explica el experto en logística y autor del libro Lean Service, José Luis Morato, a Libre Mercado, "lo primero que ha pasado es que, al pararse el mundo durante la pandemia, se achatarraron muchos buques porque eran muy antiguos y también, por las presiones ecologistas porque contaminaban mucho. Ahora, faltan barcos". Después, llegó la falta de contenedores. "China despertó y las navieras, que son las dueñas de los contenedores, eligen ir a China porque es el líder mundial de la producción. Como todo el mundo necesita contenedores porque la actividad arrancó, las navieras han disparado los precios del flete (coste de transportar el contenedor)". A día de hoy, el precio de transportar un contenedor ronda los 10.000 dólares, un 283% más que hace un año. En la siguiente tabla se pueden observar los diferentes precios de los fletes, según las rutas.

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Actualmente, "China está teniendo tal capacidad de producción, que sus empresas están retornando a sus territorios los contenedores vacíos para poder seguir llenándolos", lo que quita estos contenedores de circulación, que de otra forma, irían llenos a otros destinos. Mientras tanto, los puertos siguen sin retomar la normalidad de su actividad. "Como no hay contenedores suficientes, hasta que no se llene el barco, los buques no salen y se quedan parados en el puerto. Además, como también hay falta de conductores que se lleven la mercancía por tierra, los barcos tienen que esperar, lo que vuelve a generar atascos y a encarecer el precio de productos y alimentos. Es un cuello de botella desastroso que está atrasando mucho los periodos de entrega", apunta el experto, que vaticina que este desajuste entre oferta y demanda se normalizará, pero, probablemente, no antes de Navidad.

Falta de suministros y parones

La consecuencia directa de la falta de contenedores y de los retrasos en el transporte es que empiezan a escasear todo tipo de productos y que el comercio se asfixia. Los que primero se echaron en falta fueron los semiconductores, que se agotaron por otro motivo: debido a los parones en las fábricas asiáticas y a la alta demanda de ordenadores y aparatos digitales por la pandemia y el teletrabajo. Ahora, estos chips siguen escaseando (hay muy pocos fabricantes) y están golpeando duramente a industrias que los necesitan diariamente, como a la del automóvil.

En España, un gran número de marcas del sector de la automoción han tenido que parar la producción ante la falta de estos chips. A estos parones se les ha unido la metalurgia o la siderúrgica, que también se han visto obligadas a suspender su actividad, pero por no poder asumir los elevados precios de la luz, lo que provoca todavía más escasez de productos en esta vorágine económica.

Y ahora... ¿un apagón?

A todas estas catastróficas desdichas se le sumaba esta semana una aterradora hipótesis energética: ¿y si se llegara a producir un apagón generalizado? La cuestión surgía después de conocerse que el Gobierno de Austria llamaba a prepararse para un "gran apagón" en Europa en los próximos cinco años. ¿Exageración o previsión?

Fuentes del sector especializadas en el funcionamiento del sistema eléctrico se toman en serio la recomendación del Ejecutivo austriaco. Explican que "los apagones ocurren cuando se produce una perturbación muy fuerte en el sistema, como un cortocircuito o un fallo de generación, por ejemplo, cuando una central eólica se tiene que desconectar de la red porque hay mucho viento". Las mismas fuentes aseguran que los fenómenos climáticos, por ejemplo, los tornados o las tormentas son los que menos contribuyen a los apagones. "Las vicisitudes meteorológicas no son, al menos en Europa, la causa principal de los apagones. Pueden darse causas climáticas, pero las más frecuentes son los problemas en las redes o en generación". De hecho, en Europa hemos sufrido varios apagones en las últimas décadas: "Un apagón de ámbito nacional en Italia en 2003, que duró 24 horas, en Londres en octubre de 2006 o en Alemania en noviembre del mismo año...", enumera.

"También puede ocurrir que en un invierno, ante un aumento importante de la demanda, por una ola de frio fuerte, no se llegue a cubrir la demanda y hubiese que desconectar una parte del consumo durante unas horas, o que haya escasez de gas, si las reservas en Europa son más bajas de los deseable, o si se produce una avería de larga duración en un gasoducto ruso. Todo esto son causas posibles, pero las probabilidades no son altas. Si hubiera que dar una cifra, diría que no superiores al 3-5%", asegura. En el caso de España, la responsabilidad de que esto no suceda es de la operadora REE.

Otra de las preguntas fundamentales sobre un hipotético apagón es cuánto puede durar. "Lo lógico es que, ante una situación de insuficiente energía para cubrir la demanda, los operadores de los sistemas eléctricos deciden desconectar una parte del consumo (deslastrar) durante el mínimo tiempo necesario para que el sistema vuelva al estado normal, es decir, gestionar la escasez sin dejar que se produzca un caída general del suministro. Es decir, hacer apagones pequeños, locales y controlados durante un tiempo corto, para evitar un apagón general. Si hubiese un apagón generalizado en un territorio amplio por una causa incontrolable (Italia 2003) podríamos hablar de unas cuantas horas o un día, probablemente, no más" explica.

Resucita el fantasma de la inflación

Toda esta situación está contribuyendo a que la inflación se haya disparado hasta el 5,5% en octubre, según el dato que el INE ha publicado a primera hora de este jueves, lo que supone su tasa más alta en 29 años.

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Así, aunque el Gobierno siga restándole importancia al repunte de la inflación, las dudas sobre su carácter transitorio son más que evidentes. Y es que, si tenemos en cuenta el último dato de la inflación subyacente (sin alimentos no elaborados ni productos energéticos), que hemos conocido hoy, este indicador aumentó en septiembre hasta el 1,4%, cuando en abril la tasa interanual de la subyacente era 0.

Pero además del dato del IPC, que puede resultar engañoso para analizar el verdadero nivel de inflación, los consumidores se están dando cuenta de que el precio de todo tipo de bienes se está disparando en mayor cuantía. Por ejemplo, según COAG, el precio de los alimentos básicos se ha disparado un 15%. La tormenta económica no tiene visos de amainar.

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