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Domingo Soriano

Las siete reformas que deberá afrontar Feijóo (y las posibilidades de que lo haga)

Si el PP gana las elecciones se encontrará con un listado de tareas pendientes no tan diferente al que tenía por delante (y no acometió) en 2011.

Si el PP gana las elecciones se encontrará con un listado de tareas pendientes no tan diferente al que tenía por delante (y no acometió) en 2011.
Alberto Núñez Feijóo participa, este miércoles en Santander, en la junta del PP de Cantabria. | EFE

Me piden un pequeño resumen de las reformas pendientes que tiene España. Enfoque del tipo "los retos" que se encontrarán Alberto Núñez Feijóo y el PP a partir del 23-J (si es que ganan, que lo da todo el mundo por seguro, a derecha e izquierda, pero yo no lo veo tan claro). En cualquier caso, ya sea el dúo Sánchez-Calviño o el equipo económico del PP (del que todavía no tenemos claro quién lo encabezará) está claro que hay muchos temas pendientes que abordar. Serían más para los populares, porque un Ejecutivo socialista no se iba a poner a enmendar lo realizado en la última legislatura. Pero se supone que la principal promesa del gallego es "derogar el sanchismo" y ahí tendría trabajo desde el primer día.

Me salen siete (podrían ser más) reformas ineludibles, de las que nos señalan casi todos los organismos internacionales y los servicios de estudios. Primer apunte: ¿qué hemos hecho en los últimos quince años? Lo digo porque si hubiéramos escrito el mismo artículo en las semanas previas a las elecciones de 2011 en las que Mariano Rajoy logró la mayoría absoluta, las diferencias serían mínimas.

Cuando hablamos de que la economía española lleva dos décadas de estancamiento, no aludimos sólo al crecimiento o el empleo (que también), sino a las reformas que no llegan o que incluso deshacen lo poco que se había logrado anteriormente. En aquel ciclo 2008-12, enfangados en la peor crisis económica del último medio siglo, se generó un discurso reformista, en ocasiones muy tecnocrático y algo alejado de la realidad, incluso con cierto aire de ingenuidad académica, pero que hizo aportaciones muy interesantes y mejoró sensiblemente la calidad del debate público, al menos en lo que hace referencia a la economía. Recuerdo los informes de Fedea, los que publicaron los servicios de estudios de los grandes bancos, algunos del Círculo de Empresarios o el Banco de España, columnas de economistas en los principales medios en las que bajaban al barro de las propuestas concretas, etc... Pues bien, no sirvió de (casi) nada. Todas y cada una de las grandes reformas que necesitaba la economía española siguen pendientes. Y nuestro gran reto, que no es otro que disparar la productividad (detrás irán los salarios, el crecimiento, las inversiones...) sigue en el mismo punto. Si lo comparamos con otros países de Europa, peor.

La lista

- Pensiones: es la que se lleva más titulares, aunque no tengo claro que sea la más importante. En realidad, podríamos haber traído a este punto también el déficit público, porque el problema de las pensiones forma parte de la sostenibilidad general de las cuentas públicas. ¿Si recortas tres puntos de otros gastos se podría dejar sin tocar la Seguridad Social? Sí. ¿Alguien tiene la intención de hacerlo? No.

Si miramos sólo a las pensiones, hay tres reformas que todo el mundo tiene claro que habrá que hacer antes o después: retrasar edad de jubilación (llevando la oficial a los 69, eliminando la opción actual de los 65 para las carreras más largas o bien endureciendo todavía más los requisitos para los que se jubilen a la edad que les corresponda), alargar el período de cálculo (si no a toda la vida laboral, a 35-40 años) y aplicar algún tipo de recorte a las pensiones actuales si el déficit del conjunto de las administraciones públicas se dispara o la inflación vuelve a descontrolarse.

¿Posibilidades de que el PP se meta en este lío? Le doy un 75-80% a la parte paramétrica (endurecer los requisitos de acceso) porque no le quedará otro remedio. Y menos del 20% en lo de desindexar las actuales pensiones del IPC. Eso sí, en el caso de que se pongan feas las cosas en Europa y Bruselas decida apretarnos las tuercas, esto será lo primero que exigirán. Como, además, Escrivá ya le ha dejado a su sucesor una bomba de relojería en forma de revisiones periódicas, todo apunta a que el nuevo Gobierno algo tendrá que hacer en este punto, aunque intentarán que sea lo menos posible.

- Mercado laboral: ya en 2008 hablábamos del contrato único o la mochila austriaca. Con ese título o con otro, la clave es (i) flexibilidad para que las empresas se organicen en función del negocio; (ii) sacar el coste del despido de las decisiones laborales, de trabajadores y empresas. ¿Se avanzó algo con la reforma de 2012? Un poco en negociación colectiva y descuelgues de convenios de ámbito superior. ¿Ha cambiado sustancialmente el terreno de juego la reforma del año pasado? Más en la estadística que a pie de calle. ¿Seguimos teniendo un mercado laboral ultra-rígido que no ayuda en nada al empleo? Por supuesto.

¿Posibilidades de que el PP retome alguna de esas ideas interesantes que alguna vez llevó en su programa electoral? Ahora mismo ni se contempla.

- Fiscalidad: bajar mucho los impuestos será imposible, por el déficit y porque nadie quiere tocar la otra parte, la del gasto. Y ya ni nos acordamos de la reforma fiscal que los expertos de Montoro propusieron hace una década, para incrementar el peso de los tributos al consumo y aliviar algo la parte de los impuestos al trabajo. Incluso recaudando lo mismo, sería muy interesante cambiar la composición y el reparto de esos ingresos. También habría que simplificar el sistema fiscal: esa noticia que leíamos hace unos días sobre un manual del IRPF más largo que la Biblia es sólo el ejemplo más mediático de una complejidad legislativa que supone un enorme lastre para empresas y particulares.

¿Habrá bajas sustanciales de impuestos con Feijóo? No, ni por convicción ni porque la situación del déficit se lo permite. ¿Simplificará el sistema fiscal? ¿Aliviará algo la presión sobre el trabajo? No hay mucho a lo que agarrarse para ser optimista en ese punto. Mi intuición me dice que si la recaudación va muy bien y Bruselas se lo permite, bajará algún punto todos los tramos del IRPF y puede que incluso deflacte la tarifa en los primeros meses en el Gobierno. Todo alivio fiscal se agradece, pero yo tampoco esperaría una revolución por aquí.

- Presupuesto y déficit público: el interrogante es cuándo volverá España a ese 3% de déficit que se supone que es nuestro objetivo y si seguiremos por la senda camino del superávit, que es lo que necesitaríamos. También cabe la duda de si algún Gobierno se comprometerá a reducir la deuda de forma sustancial: ni siquiera damos una cifra, pero que parezca que esto nos importa algo.

¿Será más responsable el Gobierno de Feijóo que el de Sánchez? Sí, eso es fácil y ha sido siempre una de las marcas de la casa del PP: "Gestionamos mejor el Presupuesto que los socialistas". ¿Veremos recortes sustanciales de gasto? No. Menos ministerios sí, pero recortes de verdad, pocos. ¿De qué dependerá hasta dónde llegue el nuevo Gobierno? De lo que nos presione y permita Bruselas.

- Educación: dejamos a un lado la enseñanza obligatoria (aunque sería clave también) y nos quedamos con FP y universidad, por ser lo más cercano al mercado laboral. Desde hace décadas, todos los informes sobre la economía española nos dicen lo mismo: las aulas están a una distancia sideral de las oficinas o fábricas. Sin entrar en la calidad de la educación, lo que se enseña no es lo que piden las empresas. En la parte de FP, la idea sería avanzar más en ese modelo de FP dual que sí ha sido uno de los pocos avances de la última década (aunque limitado en extensión, menos del 5% del total de alumnos escoge esta opción). En la de la universidad, la idea sería hacer en parte responsables a las facultades de la empleabilidad de sus egresados (por ejemplo, asociando parte de su financiación a lo que consigan estos en el mercado laboral), en reducir estudios sin salidas, hacer los CV más prácticos, incentivar las prácticas en empresa desde antes...

¿Qué podemos esperar? En la formación profesional, soy más optimista. Es la típica reforma (o, más bien, mejora de lo que ya está en marcha) que un ministro popular ambicioso podría poner en marcha. No demasiado polémica, con impacto directo en la vida de las empresas, supondría impulsar lo ya iniciado... Acerca de la posibilidad de que en la universidad pública cambie algo sustancial en la próxima década: sobre esto, no apostaría un euro.

- Instituciones: un amigo de responsable de Correos, un marido de una vicepresidenta en los organismos reguladores, el CIS en manos de un miembro de la ejecutiva del partido, intervencionismo nunca visto en las empresas públicas cotizadas... Quizás lo peor del Gobierno Sánchez ha sido la erosión institucional (y, por supuesto, no hablamos sólo de economía). Ésta es una de las asignaturas pendientes más clásicas de la economía española. Algo se ha hecho (por ejemplo, el trabajo del Banco de España y la AIReF en estos años ha sido excepcional). Pero la sensación que queda es la de que el partido en el poder siente que el Estado son ellos y que durante cuatro años están casi obligados a tomar por asalto cualquier organismo asociado al mismo.

¿Será menos acaparador el PP de Feijóo? Más es imposible. ¿Veremos empresas públicas y organismos reguladores realmente al margen del partido en el poder? Ni siquiera lo esperamos. Sólo con que sean más discretos o con que los enchufados sean más solventes, nos conformaríamos.

- Seguridad jurídica: la reforma más necesaria. España tiene algo que nadie más podría igualar: situación geográfica, clima, cultura, calidad de vida... ¿Por qué no somos ya la Florida europea? Un poco por impuestos y costes asociados al empleo; y otro poco por regulación asfixiante y antiempresarial. Pero, sobre todo, porque no somos un país fiable. Atraer inversiones a España es complicado porque no sabes por dónde te va a saltar la liebre de la sorpresa normativa o administrativa. Hoy es la Ley de Vivienda, mañana las subvenciones de quita y pon a las renovables, pasado un acuerdo Gobierno-sindicatos que en la práctica prohíbe el despido y al otro una regulación extra que no esperabas y hace casi imposible el crecimiento de tu empresa. Hay que limpiar el BOE (los 18 BOE) y hacer que todo sea más sencillo y previsible. Cambiar el lenguaje para que inversores y empresarios sientan que aquí se les protege, no se les persigue. Poner coto a los excesos de una administración que se siente intocable, sobre todo Hacienda.

¿Confianza en que el PP sí se atreva con esto? No mucha, aunque no es descartable. Deberán abandonar su mentalidad administrativa, muy del opositor que siempre ha pensado que la solución es un nuevo comité o un reglamento algo más detallado. Podría ser, aunque me temo que siempre será un avance parcial: esa idea de que todo tiene que estar reglamentado (tan francesa, española y nefasta) está demasiado arraigada en nuestros partidos.

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