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José María Rotellar

El gran reto del próximo gobierno: los 369.000 millones de deuda que ha disparado Sánchez

La deuda es un problema estructural que limita la capacidad de acción de la política fiscal y que está sometida al encarecimiento de sus intereses.

La deuda es un problema estructural que limita la capacidad de acción de la política fiscal y que está sometida al encarecimiento de sus intereses.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez | EFE

La deuda, lo decimos mes tras mes en Libre Mercado, es un grave problema para la economía. Es, quizás, el problema estructuralmente más peligroso desde el punto de vista económico, pues limita la capacidad de acción de la política fiscal y carga a los ciudadanos con una enorme losa que pagarán varias generaciones, al tiempo que se encuentra sometida al encarecimiento de sus intereses cuando se produce subida de tipos, como ahora.

Sin embargo, no se pone el remedio para cortar el incremento de deuda, que sólo será posible acabando con el déficit. Es cierto que en abril, la deuda disminuye en 8.839 millones de euros. Ahora bien, esta disminución no se debe a una mejora del saldo presupuestario que hubiese llevado a un superávit que permitiese reducir la deuda. Sólo se debe, por tanto, al distinto ritmo entre las emisiones de deuda y los vencimientos de la deuda que se refinancia, pero como sigue existiendo déficit, la deuda se incrementará a lo largo del año, ya que la deuda es el resultado del saldo presupuestario de cada año, de manera que la deuda total es el sumatorio de los saldos presupuestarios de todos los años.

Así, la tendencia alcista de déficit y deuda continúa, pese al exceso de recaudación derivada de la inflación, que, además, ya se va ralentizando (crecimiento de ingresos fiscales de un 15% en el ITR-2022 frente al incremento del 2,6% en el ITR-2023, que con la deriva del gasto presionará más sobre el déficit y la deuda).

La deuda supera ampliamente los 1,5 billones de euros y se sitúa en abril en 1,526 billones de euros de endeudamiento, con 369.000 millones de euros de incremento desde que gobierna Sánchez (369.086 millones), según las notas iniciales de deuda de las AAPP emitidas por el Banco de España con carácter mensual.

De esta forma, la deuda sigue incrementándose en alrededor de 200 millones de euros al día (205,62 millones) -casi 1.500 millones a la semana, 6.000 millones al mes- desde que gobierna Sánchez. O dicho de otra manera, Sánchez incrementa la deuda cada minuto en 142.791 euros. Es decir, mientras un ciudadano hace una pausa de quince minutos para tomarse un café por la mañana, Sánchez habría incrementado la deuda en más de 2 millones de euros.

Y durante una jornada laboral completa, en la que un ciudadano habrá estado trabajando duramente ocho horas, generando actividad económica, empleo y pagando sus impuestos, Sánchez habrá aumentado la deuda en casi 70 millones de euros.

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Este grave problema puede poner en peligro a la economía española, tanto por su capacidad para financiarla si el BCE deja de comprar deuda, como por la repercusión de sus intereses en el presupuesto, que mermará recursos para servicios esenciales y que, a su vez, incrementará el gasto.

Esto hay que tenerlo especialmente en cuenta ante las turbulencias financieras ocurridas hace algunas semanas, que han tenido alguna repetición en Estados Unidos: si se reprodujesen más y de forma persistente, que esperemos que no suceda, podría haber un cambio en la política del BCE que dejase más frágil el respaldo de deuda española por parte del BCE o que encareciese su financiación. De momento, se mantiene la política monetaria contractiva a ambos lados del Atlántico, con una pausa por parte de la Reserva Federal, pero con intención de completar, al menos, dos subidas más de tipos.

El incremento del gasto es un problema importante, con el déficit estructural, construido sobre un gasto desmedido, que se ha ido consolidando en el tiempo, como principal problema.

Así, sobre la base de unos ingresos coyunturales, se ha ido asumiendo un incremento del gasto anual en el sector público, especialmente en el Gobierno de la nación, que nos lleva a una situación de insostenibilidad: con una recaudación adicional de más de 30.000 millones en 2022, el déficit sólo se redujo 2 décimas sobre el objetivo, que denota el importante incremento del gasto que se está produciendo.

Este endeudamiento se agravará a lo largo del año, pues los PGE para 2023 vuelven a sustentarse sobre unos ingresos coyunturales, derivados de la inflación -que ya están desacelerándose de manera intensa, con mayor crecimiento de gasto, que incrementará el gasto estructural y el déficit estructural, especialmente con las medidas electorales que está tomando Sánchez, redobladas ahora ante el adelanto electoral.

De esa manera, el déficit estructural español se situará en 2023 cerca de cinco puntos porcentuales sobre el PIB, elemento que señala un grave desequilibrio de la economía española. Déficit estructural que es la gran preocupación de la Comisión Europea.

De hecho, la Comisión Europea, pese a revisar ligeramente al alza la previsión de crecimiento, considera que España no cumplirá con el objetivo de estabilidad del 3% en 2024, al situarlo en el 3,3% del PIB. Eso se debe a que el gasto se está acelerando, de manera que se están desperdiciando los ingresos adicionales derivados de la inflación para reducir el déficit y la deuda. Así, el Gobierno ni deflacta para no subir los impuestos a los ciudadanos como consecuencia de la inflación, ni lo aprovecha para cuadrar las cuentas, ni reduce la deuda, que es una losa que se traducirá en más impuestos futuros para pagarla.

Sánchez no rectifica, pues la disminución de la deuda que algún mes se produce, como este mes de abril que analizamos, no es real, sino por efecto estadístico del distinto decalaje entre amortizaciones y nueva financiación.

La tendencia, así, sigue siendo alcista -y así seguirá mientras siga habiendo déficit, pues la deuda no es más que el sumatorio de los distintos saldos presupuestarios de cada ejercicio- con la aportación de inestabilidad a la economía que ello supone, como también ha sucedido en el pasado 2022 y sucederá en 2023, pese al incremento extraordinario de recaudación motivado por la inflación, que ya se desacelera a pasos agigantados.

La deuda con esos más de 1,5 billones de euros, supone el 110,52% del PIB español sobre la estimación de crecimiento de PIB nominal del plan presupuestario 2023 que el Gobierno envió a la UE: 1,3892 billones de euros), que asciende al 113% si se emplea el PIB agregado de los últimos cuatro trimestres.

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Aunque es obvio que el efecto del denominador derivado del crecimiento del PIB mitiga el cociente, como vemos, seguirá siendo muy elevado porcentualmente y, lo que es más preocupante, creciente en valores absolutos. La cifra de cierre prevista para 2023 por el propio Gobierno es de 112,14%.

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Todo ello, nos lleva a que desde que gobierna Sánchez la deuda se ha incrementado en 369.086 millones de euros. Durante el primer año, aumentó en 38.688 millones, y al cabo cuatro años de mandato el incremento es casi 370.000 millones de euros, según las notas mensuales iniciales publicadas por el Banco de España sobre la deuda de las AAPP.

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Así, si durante el primer año creció la deuda por persona en 828,03 euros, en los más de cuatro años de mandato de Sánchez la deuda por persona ha aumentado en casi 8.000 euros (7.778 euros, casi nueve veces el incremento del primer año).

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O visto de otra manera: en el primer año, la deuda se incrementaba a un ritmo de 105,99 millones de euros al día. Ahora, tras casi cinco años de Gobierno de Sánchez, la deuda crece 205,62 millones de euros cada día.

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De esa forma, seguimos con un incremento exponencial del gasto sin haber recuperado todavía con los datos del primer trimestre el nivel de actividad económica previo a la pandemia (tal y como corrobora Eurostat, ya que España está casi 1 punto por debajo de su nivel anterior a la pandemia), en un entorno económico complicado, de elevada inflación, siendo muy preocupante la subyacente -la mayor desde hace más de treinta años-, fuertes costes energéticos -que están propagando ese incremento de precios por toda la cadena de valor-, y un optimismo imprudente por parte del Gobierno.

Es más, la mejora en las revisiones puede ser temporal de materializarse los innumerables riesgos que existen sobre la economía.

Los ciudadanos necesitan que el Gobierno le aligere de cargas, como, por ejemplo, la deflactación del IRPF y la bajada de impuestos, especialmente el IVA de todos los productos básicos -también la carne, el pescado y las conservas-, no que los endeuden más.

Es imprescindible, por tanto, reducir el gasto ineficiente, porque es el origen del problema y vuelve insostenible el mantenimiento de la estructura económica con semejante endeudamiento, y devolver a los ciudadanos la recaudación extra que el Gobierno está consiguiendo gracias a la inflación, que asfixia a los españoles, les hace perder poder adquisitivo y les impide llegar a fin de mes y poder competir, en el caso de las empresas, en los mercados.

La reducción de la deuda es, por tanto, uno de los grandes retos del próximo gobierno, que habrá de realizar un plan presupuestario que permita devolver el equilibrio a las cuentas públicas, acabando con todo el gasto improductivo, para permitir liberar renta, en forma de menores impuestos, a los agentes económicos, que son los que generan actividad y empleo.

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