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Domingo Soriano

El "robo a mano armada" de Belarra o por qué es importante que Amancio Ortega se compre otro yate

Puede que la política navarra piense que es sencillo, pero la asignación del capital es una de las más complicadas que puede tomar un consejo.

Puede que la política navarra piense que es sencillo, pero la asignación del capital es una de las más complicadas que puede tomar un consejo.
Ione Belarra e Irene Montero, este fin de semana, en un mitin en San Sebastián. | EFE

El vídeo de la semana es de Ione Belarra en la tribuna del Congreso. Se debatía una proposición de ley de Podemos para recaudar, al menos, el 50% del beneficio bruto de las entidades financieras. Y se intuía que no iba a salir, porque ni siquiera todos sus socios de la coalición de la investidura votarían a favor. No le hizo gracia (llamó "lamebotas" de los poderosos a los diputados que votaron en contra) y se vino arriba. Dos minutos muy potentes, de los que seguro que encienden a parte de su parroquia:

Ana Patricia Botín y sus secuaces tienen tan poca vergüenza que, mientras la gente de nuestro país estaba pagando la cesta de la compra más cara de la historia reciente, se sentaron en sus consejos de administración y se repartieron dividendos por valor de 5.500 millones de euros. Una absoluta vergüenza, un robo a mano armada: eso es lo que es.

Los dividendos, para que lo entienda todo el mundo, es dinero que no va a puestos de trabajo, ni a la reinversión de la economía productiva. Es dinero que va directamente al bolsillo de los grandes accionistas. De todos los accionistas, pero especialmente de los grandes. Y yo se lo pregunto en serio: ¿para qué quieren tanto dinero? ¿Para comprarse un yate con helipuerto y piscina como ha hecho Amancio Ortega? ¿Para comprarse otra casa en los Alpes? ¿Para montar una empresa a su hijo meritocrático? ¿Para pasar un mes de vacaciones en un resort de lujo? Que le están robando ese dinero a la gente que está pagando 100-200-300 euros más en una hipoteca a tipo variable. Es una vergüenza y un robo a mano armada.

Más allá de los insultos y el folclore (incluso hablando de la banca sacan a pasear a Amancio Ortega), es evidente que el discurso llegará a mucha gente. Con esa idea de que los dividendos son dinero malgastado, que los muy ricos se meten en el bolsillo sin que el ciudadano de a pie se beneficie. Nada más lejos de la realidad.

Las cinco opciones

En primer lugar, algo que quizás Belarra nunca se haya planteado: qué puede hacer una empresa con los beneficios que genera.

Nota al margen: antes de que la líder de Podemos pregunte por si es conveniente que una empresa tengan grandes beneficios, le recordamos que sí. Como explicábamos hace unas semanas, tras la polémica por la publicación de las cuentas de Mercadona, los beneficios empresariales son buenos, una excelente noticia para una economía y para los consumidores, porque nos indican dónde y cómo destinar los recursos escasos de los que disponemos.

De vuelta a esos consejos de administración que tan mal le caen a Belarra, lo que tenemos es a un conjunto de ejecutivos que tienen que decidir cómo usar ese saldo positivo entre gastos e ingresos. Tienen cinco opciones:

  1. Invertir en otras empresas: hay muchas forma de hacerlo, desde una compra accionarial en otra sociedad a una OPA a un competidor
  2. Recomprar acciones propias, para premiar a los accionistas actuales (intuimos que a Belarra esto tampoco le convence mucho)
  3. Reforzar el balance: amortizando deuda o acumulando caja
  4. Invertir en la propia empresa: construir una fábrica nueva, lanzar una línea de productos diferente, etc (entendemos que es la única alternativa que satisface a Belarra, aunque si rascamos, veremos que tampoco demasiado)
  5. Abonar dividendos

Puede que la política navarra piense que es sencillo, pero esta decisión es una de las más complicadas que pueden tomar los directivos. Grandes empresas han colapsado por una mala política de asignación del capital. Y al revés, compañías con resultados no muy llamativos han logrado crecer y consolidarse porque sus responsables han elegido siempre bien cómo repartir los beneficios.

Segunda nota al margen: por si Belarra quiere iniciarse en este tema, apasionante y complejo, le recomendamos Los Outsiders. Ocho CEOs inconformistas y sus métodos radicalmente racionales para tener éxito, de William N. Thorndike, Jr.; o Rendimientos del capital, de Edward Chancellor; los dos en castellano y publicados en los últimos años.

En este punto, hay que decir que pagar dividendos no es, precisamente, la más popular de las cinco opciones entre los tiburones de Wall Street. De nuevo, otra idea que sorprenderá a Belarra: entre los pequeños inversores, sí hay mucho fan de la inversión en dividendos. Conocemos unos cuantos foros, grupos, estrategias de inversión, etc. que buscan a esos "dividend aristocrats": el nombre con el que se conoce en los mercados a las empresas que llevan al menos 25 años incrementando sus dividendos en cada ejercicio.

Pero, como decimos, si entre el pequeño inversor es una medida muy popular, entre los grandes no lo es tanto. Para empezar, porque se asocia a empresas sin demasiadas alternativas. Según esta línea de pensamiento, pagar dividendos equivale a reconocer que no se tienen grandes ideas ni muchas perspectivas de crecimiento. Si hubiera una opción atractiva a mano, vienen a decir, sería mejor destinar a eso los beneficios. Aquí volvemos a lo que decíamos antes: al construir una nueva fábrica o lanzar un nuevo producto, la empresa lanza el mensaje de que busca crecer.

Además (otra idea que Belarra puede que no se haya planteado) el pago de dividendos va a tener un impacto directo en la cotización. Resumiendo mucho y siendo muy poco técnicos: si una empresa con una capitalización bursátil de 100 millones anuncia un dividendo de 5 millones, lo normal es que la capitalización pase a 95 (es dinero que sale de la compañía y, por lo tanto, ésta pasa a valer menos). Esto lo decimos por lo de la avaricia del consejo: si los consejeros no son accionistas, todo esto les da más o menos igual; y si lo son, pues también (o ganan por el incremento de valor de las acciones o por el dividendo que cobran).

Con otro elemento añadido que debería gustar a Belarra aunque seguro que tampoco se lo espera: de las cinco opciones que apuntamos anteriormente, el pago de dividendos es la menos atractiva desde un punto de vista fiscal para el accionista. Los dueños de una compañía con dividendos verán cómo les llega un ingreso que deberán declarar y que se incorpora a su declaración de la renta. Es una de las razones por las que las recompras han ido cogiendo peso y popularizándose en los últimos años.

Opciones atractivas

Hasta hace unos años, yo estaba un poco con Belarra. No por lo del yate y el helipuerto, pero sí en lo de mirar con desconfianza el pago de dividendos. Como, además, muchas empresas españolas habían hecho auténticas barbaridades contables para continuar con esa política, pues me sumé al grupo de los anti-dividendos (hemos visto emisiones de deuda para mantener el titular "tal empresa paga dividendos").

Ahora me he moderado. Porque sí, es cierto que una empresa que crece y tiene opciones de inversión atractivas debe priorizarlas respecto al pago de dividendos. Pero no es menos cierto que del powerpoint del consejo de administración al resultado real de esas inversiones suele haber un enorme trecho. Empresas que generaban caja con solvencia y que acabaron arruinadas por inversiones faraónicas o compras absurdas a mayor gloria del consejo, también conocemos unas cuantas. Por eso, yo ahora estoy más en modo señora Paca - señor Antonio, los inversores menos sofisticados del mundo: "Si tienes beneficios y no sabes muy bien qué hacer con ellos, remunera a tu accionista, que para eso es el dueño" (repetimos, por si Belarra se ha perdido: aunque no se lo crea, son los pequeños accionistas los que más suelen presionar por el pago del dividendo).

Y también recuerdo que no es necesario un blanco o negro: casi nunca el 100% de los beneficios se dedican a una única de las cinco opciones.

Por último, quizás lo más importante, un argumento que va en la misma línea de los beneficios de los que hablábamos hace unas semanas: los dividendos son una parte del rendimiento que todos le pedimos a nuestras inversiones. Aquí Belarra patina por completo. Cuando dice que es dinero que no va a la economía productiva, no puede estar más equivocada.

Cualquier ahorrador (pobre, rico o mediopensionista) tiene innumerables opciones a su alcance. Algunas con más riesgo que otras. La renta variable, por ejemplo, suele considerarse más arriesgada que la fija, sobre todo a corto plazo (entre otras cosas, porque el accionista siempre cobra el último). Si yo voy a meter mi dinero en una empresa no sólo quiero ganar un poco. Lo que quiero es ganar lo suficiente como para que me compense frente a las alternativas a mi disposición. Porque si el bono alemán me paga un 5% a diez años... sacarle un 6% a las acciones de una tecnológica, ya no suena tan atractivo: porque ese 6% se puede convertir en un -15% el año que viene, mientras que el Gobierno germano es poco probable que nos falle.

La economía productiva necesita de capitales. De hecho, algo de eso hay incluso en el discurso de Belarra, que casi insinúa que si al menos el dinero de los beneficios fuera a este tipo de inversiones... tendría un pase. Lo que no ve la líder de Podemos es que el dividendo también forma parte de esas inversiones: porque para atraer a inversores, grandes o pequeños, les tienes que convencer de que les compensará dar parte de su ahorro a cambio de una fracción de la propiedad de una empresa. Nadie invertirá nada si no les dejas cobrar luego por los beneficios de su apuesta en caso de que ésta salga bien. Y sí, una vez que cobremos, queremos comprarnos una casa en St. Moritz o irnos de vacaciones a Las Bahamas o lo que nos dé la gana, sin que el Gobierno nos diga lo que hacer con nuestro dinero.

Como lo de los lujos le molesta tanto, le diría a Belarra que también intuyo que los Ortega de nuestras vidas son los que tienen más posibilidades de reinvertir esos dividendos en alguna otra empresa o apuesta productiva; y que los inversores que somos del tipo señora Paca-Señor Antonio, es más posible que acabemos dándonos un capricho con esa paguita extra que no siempre esperamos.

Más allá de las bromas, lo evidente es que es muy peligroso que un socio de la coalición de Gobierno diga que es un "robo" remunerar al accionista de esta manera. Piensen en cómo volarían los capitales de nuestro país si alguien pensara que puede haber una ley que prohíba o limite estos pagos. Tampoco hay mucho que imaginar: miren lo que ha ocurrido en el mercado de la vivienda tras las últimas leyes del alquiler.

Y una última nota al margen que me está reconcomiendo según escribo el artículo. Siguiendo con esta línea de pensamiento materialista, tan del gusto de nuestra izquierda, que desprecia el dividendo porque no implica producción... Digo que si esto es así, ¿por qué, entonces, les molesta tanto lo del yate? Cuando escuché a Belarra el otro día, lo primero en lo que pensé fue en astilleros, industria pesada, miles de trabajadores de alta cualificación y normalmente muy sindicalizados... Justo lo que siempre ha gustado más a la izquierda y lo que más falta le hace a España, que se desangra por su sector industrial a cada año que pasa. No veo yo a Amancio Ortega como muy amigo de estos lujos. Pero si lo fuera, debería ser casi un héroe para esa izquierda obsesionada con el consumo inmediato al que siempre echan la culpa (por su ausencia) cuando hay una crisis. Además, si montaron una descomunal cuando se filtró que quizás Navantia iba a perder el contrato de las fragatas para Arabia. Digo yo que mejor barquito con piscina y helipuerto. Pues no, tampoco. No lo puede ahorrar, no lo puede usar para comprar otras empresas, no lo puede gastar... A ver si lo que les molesta va a ser que alguien gane dinero sin su permiso.

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