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Así vive su penúltima recarga Almaraz I, el reactor que genera el 3% de la electricidad en España

LD visita los trabajos de recarga en la unidad 1 de la central nuclear de Almaraz, el primero que se apagará según el calendario del Gobierno.

LD visita los trabajos de recarga en la unidad 1 de la central nuclear de Almaraz, el primero que se apagará según el calendario del Gobierno.
Trabajadores examinando el combustible almacenado en la piscina de Almaraz | CNAT

Almaraz I, uno de los dos reactores de la central nuclear extremeña, se enciende este fin de semana tras 35,5 días parada para acometer su trigésima recarga, un complejo proceso cuya misión principal es renovar un tercio de los elementos combustibles del núcleo del reactor. La central se transforma en este periodo de actividades y trabajos extraordinarios mientras la segunda unidad sigue en marcha. A los 800 trabajadores habituales de la central se suman 1.200 adicionales, muchos de ellos de la zona, y la gran mayoría de empresas españolas.

El aumento de la actividad se nota en toda la planta, desde las constantes llamadas por altavoz en el parking al trasiego en algunos de los escenarios principales de los trabajos, como el edificio de las turbinas o el de contención. Una de las personas al frente del proceso, Antonio Calero, jefe de Soporte Técnico de la central, explica que se producirán casi 11.000 órdenes de trabajo estos días y ofrece algunos datos que dan idea de la actividad que se despliega: 1.600 entradas de empleados al día en la zona controlada (el edificio que contiene el reactor y el edificio de combustible), 3.000 kilos de ropa lavada al día, 500.000 horas trabajadas y la instalación de 2.000 andamios para acceder a todos los equipos, desde los más pequeños hasta estructuras de más de cuatro metros.

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Andamios para los trabajos en la zona de turbinas de Almaraz | CNAT

La actividad de cada día de recarga está planificada al detalle y se revisa en varias reuniones diarias. Ha habido recargas más largas y complejas, como la que en 2008 sirvió para aumentar la potencia de la central renovando los equipos principales; en la de este año, además de renovar el combustible se aprovechará la parada para inspeccionar, hacer mediciones y limpiar o sustituir máquinas. Entre las tareas citan la inspección mediante robots de los los generadores de vapor y la inspección visual y robotizada de la vasija del reactor.

Desde la central enfatizan que esta, si nada cambia, será la penúltima recarga de la unidad 1, la primera que cerrará dentro del calendario del Gobierno. Su apagado está previsto para octubre de 2027 y se recargará por última vez (el combustible se renueva por tercios cada 18 meses) en la primavera de 2026. En el caso del reactor 2, cuyo cierre está previsto para otoño de 2028, quedan dos recargas, en 2025 y 2027. Calero destaca que con los cierres, también estos "empleos de alta calidad se perderían" y enfatiza "el efecto tractor" que esta actividad genera en industrias españolas. Muchas familias de la zona, añaden desde la central, viven exclusivamente de las recargas, que también suponen, durante cuatro meses al año, un fuerte empujón económico para la hostelería y comercios del área.

Del reactor a la piscina

El día en que LD junto a otros periodistas visita la central, acaba de colocarse la tapa de la vasija del reactor tras introducir el combustible nuevo y trasladar el gastado a la piscina, donde se acumula bajo el agua para enfriarlo. Junto a la piscina, trabajan técnicos de ENUSA inspeccionando mediante un robot el combustible almacenado en el fondo, en unas celdas dispuestas a modo de malla, y trazando un "mapa" del combustible gastado tras los últimos movimientos. El combustible recién trasladado desde el reactor ha sido desplazado bajo el agua por un canal ahora vacío, explican las responsables de vigilancia radiológica, que destacan cómo el agua actúa como una especie de blindaje biológico para el combustible irradiado. Desde la parte superior de la piscina, vestidos con un mono y un gorro de algodón, unos guantes y el casco obligatorio en toda la central, los visitantes son testigos de unos trabajos que no ve casi nadie dentro de la piscina, donde el combustible aguardará cinco años enfriándose y perdiendo radiactividad hasta ser trasladado en bidones al almacén temporal en la propia central a la espera de que algún día se proyecte y construya un almacén definitivo.

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Trabajos en la vasija del reactor | CNAT

El edificio de combustible está conectado a la zona de contención por un largo pasillo que desemboca en una estructura de hormigón repleta de tubos y válvulas que recuerdan cómo se logra convertir el proceso de fisión nuclear en la electricidad que llega a nuestras casas: el calor que genera el reactor calienta el agua que circula por el circuito primario, a gran presión, hasta los 307 grados; en los generadores de vapor, el agua limpia que circula por el circuito secundario recibe este calor y se transforma en vapor, que acciona las turbinas cuyo movimiento activa el generador eléctrico.

Al edificio de contención, con muros con un grosor de 1,40 metros, se accede a través una gran puerta de acero que recuerda a la esclusa un submarino (en realidad, todo el edificio, cuya estructura es capaz de resistir una presión interna más de 11 veces superior a la presión atmosférica a nivel del mar). Desde ahí, unas escaleras conducen a lo alto de la cúpula, a unos 14 metros de altura, donde se observan los grandes generadores de vapor, la parte superior de la vasija que contiene el reactor nuclear y las barras de control que permiten detener la reacción en dos segundos. Una estructura destaca sobre el resto: la denominada grúa polar, encargada de la delicada tarea de levantar la tapa del reactor.

Los controles radiológicos

Entrar y salir de la zona controlada implica llevar un dosímetro, pisar cada poco tiempo adhesivos en el suelo para evitar contaminaciones y pasar por varios controles radiológicos. Nada más salir de la zona de contención, un primer control inspecciona guantes y suelas de zapatos; al salir de edificio, es necesario someterse a dos inspecciones más en máquinas similares a las de los aeropuertos que detectan radiación. Ya en el resto de la planta, "que en nada se diferencia de otras centrales eléctricas", continúa la actividad. En el edificio de turbinas, mientras las de la unidad dos giran a plena potencia los equipos revisan las de la unidad uno.

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Inspecciones en el edificio de turbinas | CNAT

Cuentan en la central, inmersa en la "cuarta semana" de recarga, la "fase de pruebas y preparación del arranque", que la seguridad es su "modus vivendi" y declaran con orgullo que están "camino de cumplir su séptima recarga consecutiva con cero accidentes". Ese orgullo por su meticulosidad y por lo que allí se hace se deja ver en cada conversación con los empleados de una central que cada vez se está dejando ver más y que en un momento crucial para su continuidad recibe visitas casi cada semana.

Incertidumbre y orgullo

"No tenemos nada que esconder", cuentan mientras enseñan, por un lado, la normalidad con la que viven el trabajo diario junto a un reactor, y por otro las estrictas medidas de seguridad que asumen cada día, desde los controles radiológicos y de explosivos a las indicaciones que evidencian que se trata de un sitio diferente, como la prohibición de comer chicle en el edificio del reactor o la petición de aparcar siempre de frente.

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Trabajos en el edificio de turbinas | CNAT

Entre los trabajadores, se enfatiza que seguirán trabajando de la misma forma en que lo hacen hasta el último minuto en medio de una incertidumbre cada vez más palpable. La unidad 1, la que se enciende este fin de semana y llamada a apagarse dentro de dos años, genera más del 3 por ciento de la demanda eléctrica española, equivalente al consumo anual de dos millones de hogares.

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