
Mucha gente quiere venir a España. Para pasar unos días o para quedarse toda la vida (o al menos unos años). El crecimiento económico español se asienta sobre el turismo y la inmigración (sobre todo la latinoamericana). Así que tiene pinta de que se mantendrá en los próximos años. Millones de personas se han dado cuenta de que (i) hay pocos lugares en el mundo con mejor calidad de vida (clima, cultura, seguridad...) y (ii) somos mucho más baratos que los destinos comparables. No estamos solos, por ejemplo, también Portugal lo está haciendo muy bien por razones parecidas. Pero ahí tenemos una ventaja que ya quisieran otros para sí.
Por eso, decíamos hace unas semanas, es tan peligroso el movimiento de Pedro Sánchez de lanzar un mensaje de rechazo a quien te ha traído hasta aquí. Y es que el Gobierno está feliz con lo de la moto y el cohete, pero luego toma decisiones contradictorias con esa felicidad: lo de las limitaciones a extranjeros y, en general, el tono anti-turistas y anti-residentes ricos no casa con la celebración del crecimiento que aportan. El resumen sería que los lunes celebro el cohete y los martes insulto a los pasajeros del mismo.
Más interesante es la repercusión que ha tenido un informe de JP Morgan sobre la integración de la inmigración latinoamericana y cómo está ayudando al crecimiento económico. Uno de los fenómenos más curiosos del post-covid ha sido la llegada masiva de colombianos, venezolanos, peruanos... Que es cierto que ya venían antes, pero se ha acelerado la tendencia en los últimos tres-cuatro años. Y tiene pinta de que esto no cambiará a corto plazo, entre otras cosas porque a eso contribuyen los gobiernos de izquierdas de sus países de origen. Y porque también ahí España tiene ventajas (idioma y cultura) que nos hacen salir con ventaja respecto a los países de nuestro entorno.
En este sentido, se multiplican los análisis que dicen que esta inmigración es la que los demás países querrían para sí: clases medias, hombres y mujeres repartidos casi al 50%, con todo tipo de formación (desde trabajadores de baja cualificación a universitarios), que ya conocen el idioma, integrados culturalmente... Estos sí se parecen más a esos "paga-pensiones" de los que tanto nos han hablado nuestros políticos. Con una duda: si vienen para siempre o volverían a sus países si estos se recuperaran a lo Milei. Y un apunte: no toda la inmigración consiste en colombianos de clase media: sí tenemos más que otros países europeos, pero también aquí hay mucha de la otra: muy baja cualificación, de procedencias menos cercanas cultural y socialmente, con menos posibilidades en el mercado laboral...
En el turismo, las cifras son impresionantes. Según los datos provisionales a cierre de 2024, estaríamos hablando de que el gasto habría crecido un 16% respecto a 2023 (hasta los 126.000 millones de euros) y el número de visitantes internacionales habría alcanzado los 94 millones (un 10% más). Son cifras que ya quisieran países menos visitados, pero que llaman la atención especialmente en el caso de destinos como España, que está en el Top 3 del planeta.
La lectura sanchista
Si lo miramos en términos políticos, que es como se mira todo en España últimamente, podríamos decir que el sanchismo aquí no pinta demasiado, para bien y para mal. A un noruego que viene a pasar un mes en Valencia lo del fiscal general del Estado le interesa más bien poco; y a un colombiano que huye de Petro el nuevo cupo catalán le afectará lo justito. A cambio, hay pocas medallas que pueda ponerse el Gobierno respecto a las mejores consecuencias de ambos fenómenos (que son lo que explica la mayor parte del crecimiento, junto a los fondos europeos y el propio impulso post-covid): porque ni en productividad ni en cambio de modelo hacia actividades de más valor añadido parece que las cosas estén cambiando sustancialmente.
Dicho esto, quizás lo que se pregunte Sánchez es por qué esto no supone un cambio de rumbo en las encuestas, que sin ser catastróficas para él, tampoco parecen reflejar un gran crecimiento. ¿Ha dejado de ser "la economía, estúpido"? No lo tengo tan claro. Creo más bien que en lo que al españolito medio le preocupa, ninguna de estas buenas noticias le aporta demasiado. La llegada de inmigración latinoamericana, de clase media y posibilidades más amplias que la africana en el mercado laboral, traerá demanda y consumo, pero también empujará hacia abajo los salarios en muchas profesiones en las que, de otra manera, quizás se estuviera sintiendo con más fuerza el comienzo de la jubilación de los baby-boomers. Y es que el Gobierno celebra más las cifras del PIB en absoluto que las del PIB per cápita: entre otras cosas porque en este último punto (y más si le añadimos el coste de la vida, con el efecto de estos tres años de inflación) las cosas pintan mucho menos de color de rosa.
Por supuesto, a este punto se añade lo más importante para cada vez más gente, especialmente entre los menores de cuarenta años de clase media: el precio de la vivienda. Tanto el turismo como la inmigración añaden presión a un mercado que tiene un agujero de oferta considerable. Y ahí el Gobierno no sólo no está facilitando las cosas, sino que las está empeorando. Los próximos 4-5 años se antojan muy complicados en esta cuestión. Incluso si nos pusiéramos a construir mañana (y nos vamos a poner a construir de una manera u otra) no llegaríamos a cubrir la demanda que aparece por todos lados. Pero es que, además, hay pistas que nos dicen que muchos no quieren construir o no al ritmo que deberíamos.
Por ahí, sueldos medios reales y vivienda, podría buscar las pistas el Gobierno de por qué no le ríen las gracias a lo del cohete. Ninguno de los dos problemas se resolverá mientras no atendamos a lo relevante (productividad a medio plazo, atracción de inversiones, empleo de alto valor añadido) y apliquemos la receta correcta (liberalizar y flexibilizar al máximo una actividad económica que necesita menos permisos, más gente dispuesta a arriesgarse y más movimiento entre los factores productivos en dirección al lugar en el que pueden ser más productivos). Mientras tanto, ¿seguiremos creciendo? ¿Seguirán viniendo turistas y nuevos inmigrantes, latinoamericanos y de otros destinos? Todo apunta a que sí. Y Sánchez seguirá preguntándose por qué no se refleja en las encuestas. Serán los bulos de la fachosfera.