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Argelia desintegra en 5 minutos la rebaja del 15% del gas anunciada a bombo y platillo por Sánchez

Si Argelia corta el grifo, España quedará a merced del gas licuado, procedente de EEUU y sensiblemente más caro.

Si Argelia corta el grifo, España quedará a merced del gas licuado, procedente de EEUU y sensiblemente más caro.
Pixabay

Cinco minutos. Eso es lo que le ha costado a Argelia desintegrar la rebaja estrella del gas anunciada a bombo y platillo y fabricada desde hace más de tres meses por Pedro Sánchez. Argelia acaba de poner en duda el suministro de gas a España. Ese es el país del que ha llegado en años normales cerca de un 30% del suministro total de este combustible a nuestras fronteras. Si lo corta, España tendrá que comprar un gas licuado, previsiblemente de Estados Unidos, y extraído por fracking. El proceso y transporte es sensiblemente más caro. Y, si Argelia no corta el suministro por el gasoducto que mantenía abierto, ya ha avisado de que elevará el precio en la revisión de contratos. Resultado: en cualquiera de los dos opciones, el encarecimiento será similar a ese 15% —más que dudoso— anunciado por Sánchez tras meses y meses de negociación con la UE.

Pedro Sánchez sostiene que, por fin, se bajará el precio de la factura de la luz gracias al tope del gas que Bruselas ha aprobado este pasado miércoles. Ya no será un 40%, como anunció Sánchez. Será un 15%, según sus cálculos. Pero lo cierto es que ni eso será verdad.
"Una vez aprobado por Bruselas, el mecanismo entrará automáticamente en vigor tras la convalidación del Real Decreto Ley", afirmó el presidente sin detallar cuándo se notará en la factura. "Supondrá una rebaja de entre un 15% y un 20% de los precios de la electricidad para las familias y las empresas de nuestro país", garantizaba Pedro Sánchez. Una rectificación en toda regla ya que durante los tres meses que han pasado desde que Bruselas aprobó la isla energética, el presidente del Gobierno ha estado asegurando que la bajada sería del 40%.

Tras más de 90 días, Sánchez asegura que el efecto será inminente. ¿Lo será? Lo cierto es que un nuevo nubarrón, provocado por el propio Sánchez, ha salido de nuevo al paso. Y ese nubarrón tiene nombre de país: Argelia.

Tres meses es también lo que ha tardado Sánchez en dar explicaciones ante el Congreso por su volantazo en política exterior en el Magreb tras su carta, remitida a Mohamed VI, en la que reconocía el Sáhara Occidental como parte del reino alauita. El presidente del Gobierno ha tardado más de media hora en explicar este cambio y lo ha hecho sin explicar quién escribió la carta, por qué no lo conocía su Gobierno, ni la oposición, ni Argelia. Unas explicaciones que se han limitado a asegurar que se ha abierto una nueva etapa con Marruecos, cuyo balance "es positivo", y ha vuelto a enmarcar su cambio en la política defendida por la ONU y las consabidas explicaciones de "la autonomía marroquí es la base más seria, creíble y realista".

Pero la realidad es que Argelia acaba de dar por roto el acuerdo de amistad con España y de poner en duda el suministro de gas. Argelia ha sido históricamente el suministrador de cerca del 30% del gas consumido en España. La enorme ventaja de este gas es que llegaba por gasoducto —se eliminan los grandes costes de licuado, transporte en metanero y regasificación— y se negociaba el precio cada tres años dentro de la órbita de "amistad". Traducido: el precio era más bajo que el estándar del mercado a cambio de la garantía de compra a largo plazo.

La entrega del Sahara a Marruecos por parte de Sánchez ha hecho saltar todo esto. Y ahora Argelia tiene dos opciones. La primera y más drástica es el corte del gas. Lo que llevaría a España a tener que comprar gas de otro suministrador. España sólo tiene gasoductos significativos con Argelia. Por lo tanto, el nuevo gas tendría que serlo por medio de licuado, transporte en barco metanero y gasificación posterior.

Lo cierto es que Argelia ya había cerrado uno de sus dos gasoductos el pasado mes de octubre: el del Magreb. Y había encontrado "problemas técnicos" en el segundo, el que entra por Almería y se había convertido en nuestra principal vía de llegada de gas. Y España ya había buscado un nuevo proveedor: EEUU. Pero su gas incorpora todos los costes adicionales descritos más uno, se extrae por fracking, lo que lo hace aún más caro.
Ese tipo de gas sustitutivo "multiplica por 1,8 los costes totales del gas argelino", señala una fuente del sector. Y eso significa que, aplicado sobre el 30% que ha representado tradicionalmente el proveedor argelino y el impacto en el recibo de la luz, literalmente anula la rebaja del 15% anunciada por Sánchez gracias al topaje del precio del gas. Todo ello, dando por hecho que el porcentaje prometido por el presidente fuese a ser real y el pequeño detalle de que el Gobierno ya admite que, además, ese topaje del precio sólo lo será temporalmente, porque se cargarán en recibos posteriores a los propios consumidores las rebajas iniciales por medio de generar un nuevo déficit de tarifa y negarse Sánchez a cargarlo a los Presupuestos Generales del Estado.

La segunda vía de la que dispone Argelia es más sutil. Los contratos de precio del gas se renuevan cada tres años y ahora está abierta esa revisión. Argelia ya ha anunciado que el único país al que le revisará los precios será a España. Argelia sabe el precio al que compramos a Estados Unidos, con lo que puede elevar el precio hasta la cercanía del marcado por EEUU de forma que, si España quiere seguir comprando gas argelino, lo tenga que hacer con muy poca rebaja de precio. Traducido: a gran escala el impacto en subida será prácticamente el mismo que en caso de corte y cambio de suministro.

En resumen, que una vez más el anuncio ha sido anulado por la realidad y los consumidores se quedarán sin alivio en el precio del gas.

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