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Domingo Soriano

Escrivá, Podemos y el fin del modelo contributivo de pensiones

A nuestros políticos les encanta (y por eso recurren a menudo) la imagen del ahorro y los derechos generados; esa idea (falsa) del "salario diferido".

A nuestros políticos les encanta (y por eso recurren a menudo) la imagen del ahorro y los derechos generados; esa idea (falsa) del "salario diferido".
José Luis Escrivá y Alberto Garzón, este martes, durante la sesión de control al Gobierno en el Senado. | EFE

¿En qué momento un sistema contributivo de pensiones deja de serlo? Hay muchos puntos intermedios entre el contributivo puro con una relación del 100% entre lo aportado y lo cobrado (algo así como unas cuentas nocionales sin ningún factor de corrección) y el modelo asistencial en el que cobran todos lo mismo (0% de relación).

Por eso, estamos ante una discusión que puede ser eterna. Y porque, además, no hay ningún país en uno de los dos extremos. Los que tienen sistemas contributivos casi siempre suelen corregir al alza las pensiones más bajas; y en los asistenciales también suele haber pequeñas diferencias entre los que más cotizaron y los que menos (a veces, con más peso al período cotizado que a la cantidad aportada).

Además, puede haber buenos argumentos y críticas relevantes a favor y en contra de las dos opciones (aquí un informe de Fedea en el que explica las diferencias y clasifica a los países en uno u otro sistema):

  • El modelo contributivo o bismarckiano (Francia, Alemania, Italia, Grecia, Suecia, España...) suele ser más caro. También tiene el problema de la demografía: no entraremos aquí a si es un esquema Ponzi, pero lo evidente es que necesita un reemplazo generacional constante. Además, como las pensiones dependen de lo aportado, te puedes encontrar con muchas personas mayores que no tienen apenas derecho a nada porque no tuvieron una carrera laboral convencional (interrupciones, mercado negro, etc.) A cambio, su gran ventaja es que genera un fuerte sentimiento de legitimidad en el sistema: esa idea del "tanto aportas, tanto recibes", que suena a retribución justa y recompensa en la vejez por lo generado durante muchos años de esfuerzo. Por eso a nuestros partidos les gusta tanto y recurren tan a menudo al lenguaje del ahorro y de los derechos generados; por ejemplo con esa expresión del "salario diferido", tan falsa desde un punto de vista jurídico como atractiva para el político.
  • El modelo asistencial o Beveridge (Dinamarca, Países Bajos, Suiza, Canadá, Australia...) tiene a su favor que suele ser más barato. "Más sostenible" diríamos ahora. Y que dejaa más margen para el ahorro privado. A cambio, la pensión se percibe como lo que es, un subsidio al que tienes derecho si cumples unos requisitos y estás en situación de necesidad. El "salario diferido" lo recibes si has ahorrado e invertido, en ocasiones a través de vehículos ideados o impulsados por los estados, pero en formato individual: más allá de la prestación de subsistencia que todos cobran, cada palo aguanta su vela. Curiosamente, en contra de lo que pudiera pensarse, algunas de las socialdemocracias más envidiadas por la izquierda del sur de Europa son las que más han avanzado en esta dirección y con muy buenos resultados.

A Podemos y a mí nos gusta más, a pesar de su nombre, el sistema asistencial. Por supuesto, entre mi asistencial y el que aplicaría Alberto Garzón hay mucho terreno. Pero al menos no nos engañamos (ni engañamos). Los morados, desde que llegaron a la política española, han sido coherentes en este punto. Puede haber algún matiz, pero en general piden lo mismo ahora que en 2015-16:

  • Destopar por completo las cotizaciones sociales sin generar por eso derecho a pensión en el futuro
  • Subir las mínimas y las no contributivas mucho más que el resto. Y hacerlo de forma relativamente rápida, con el objetivo de igualarlas al SMI (que, además, también esta subiendo de manera acelerada)

Incentivos vs igualdad

Por supuesto, a mí esto me parece una locura. Por qué digo entonces que coincido con Podemos en su propuesta de modelo asistencial. Porque bajo ese mismo nombre pueden existir realidades muy diferentes.

  • El que a mí me gustaría es el formato del que disfrutan daneses u holandeses: una prestación universal no asociada a contribución alguna y que se determina como el resto de los subsidios del Presupuesto anual. Sería más parecido a una renta básica universal garantizada a los mayores de 65-67 años que a una pensión. Y sería tan alta como los PGE pudieran permitirse, aunque siempre con el entendido de que no puede ir mucho más allá de garantizar un mínimo; algo no muy diferente a lo que ahora tenemos con las no contributivas, aunque con la idea de que cuanto más rico sea el país más generoso se puede ser también en este punto. La lógica de que la pensión universal sea baja es doble: por coste (cuanto más prometas, más impuestos tendrás que cobrar) y por justicia-incentivos (de esta manera, animas a todos los trabajadores a ahorrar en su bolsa privada y a hacerlo cuanto antes)
  • El ideal de Podemos probablemente se acerca más a un sistema en el que todos cobramos algo parecido a la actual pensión media. Un sistema que en teoría costaría lo mismo que el actual por el lado del gasto y que haría que muchos jubilados estuvieran mejor que ahora... y otros peor. En realidad, en cierto sentido, este modelo es más coherente con lo que predica la izquierda. Porque el principio es que todos recibimos una vez jubilados en función de lo que necesitamos, sin importar lo que hayamos aportado trabajando (si fuimos trabajadores privilegiados, dirían ellos, al menos que no mantengamos ese privilegio como pensionistas).

¿Cuál es el problema de esta última propuesta? ¿Por qué ni siquiera en Podemos se atreven a ponerla claramente encima de la mesa? Pues es evidente: (i) porque a muchos cotizantes la cuenta les saldría negativa, entre otros a colectivos que son votantes clásicos de la izquierda (funcionarios, trabajadores de la industria o la minería...); y (ii) porque incluso ellos saben que no sería tan fácil garantizar la parte de los ingresos: si a un trabajador actual le dices que cobrará exactamente la misma pensión tanto si cotiza mucho como si no... puede que deje de hacerlo (puede que se marche al extranjero o empiece a cobrar en negro, o pida retribuciones en especie, etc)

En España, hace años que vivimos una situación peculiar. Estamos abandonando el modelo contributivo. Nunca fue del 100%... pero es que cada vez se acerca más al 50% y bajando. Pero no nos lo dicen. Por eso hablamos de "reforma silenciosa".

Este mismo fin de semana, por ejemplo, Unai Sordo, secretario general de CCOO volvía en Twitter con la matraca del "salario diferido":

Y si nunca ha estado justificado ese término, estos días roza el sarcasmo. Porque lo que ha hecho José Luis Escrivá con la colaboración de Podemos y de los sindicatos es dar el mayor golpe que recordamos al modelo contributivo, a esa lógica del "salario diferido", al "tanto cotizas, tanto cobras". A partir de ahora, los españoles saben que una parte creciente de sus cotizaciones se perderá en los PGE de cada año: pagarán más para no generar ni un euro más de supuesto derecho a futuro. Para los que tengan sueldos medio-altos (a partir de 3.400-3.600 euros al mes) ese sablazo sin compensación será muy elevado y creciente. No sólo eso, viendo los planes que Escrivá ha enviado a la Comisión Europea para reajustar cada cierto tiempo el sistema, lo lógico es pensar que (i) el palo se irá incrementando y (ii) alcanzará a sueldos cada vez más bajos.

Esto es muy peligroso por lo obvio (encarece el empleo en general), pero también porque esos mismos sueldos altos y trabajadores de alta cualificación a los que les estamos cargando la reforma son los que ya sostienen nuestras finanzas públicas. A pesar de la retórica de que los ricos no pagan su parte... eso es mentira: en el IRPF, en cotizaciones o en Sociedades, la mayor parte de la recaudación llega de la minoría que tiene más ingresos. No voy a entrar aquí a cuestionar el sistema fiscal progresivo que tenemos, pero no lo olvidemos: se te marchan de España 50.000 trabajadores (el 0,25% de los activos) con sueldos por encima de 50.000 euros y el agujero en las cuentas públicas es colosal.

La quiebra más injusta

¿En qué punto estamos entre 100 y 0? Pues en un intermedio. No les voy a decir que cotizar ya no sirve de nada, porque sería mentira. Pero hoy sirve menos que ayer; y dentro de diez años... pues servirá de mucho menos todavía.

¿Esto es otra quiebra de la Seguridad Social? Sí, lo es en lo que tiene que ver con promesas incumplidas. Pero, además, es la quiebra más injusta. Y la más peligrosa, porque no quieren contárnoslo.

En su versión más optimista, la del Gobierno, la apuesta pasa por tener el modelo asistencial más caro del mundo: todos con pensiones parecidas, con una prima por cotización muy baja, pero con prestaciones altas también para todos. Eso es lo que se intuye en los modelos de Escrivá. Si le sale bien, todavía tendría un pase. El problema es que no le saldrá: si tienes un modelo contributivo, debe serlo de verdad; porque lo único que salva al esquema bismarckiano es la legitimidad y el incentivo del derecho generado. En el momento en el que pierdes eso, lo conviertes en un sálvese quién pueda.

¿Sirve de algo cotizar? Para los defensores del sistema ésa es la cuestión más peligrosa que puede aparecer en el debate público. El problema es que José Luis Escrivá, los sindicatos y Podemos han pactado hace unos días una reforma que es la puntilla de ese modelo contributivo que el ministro dice defender. A partir de ahora es inevitable que todos nos hagamos exactamente esa pregunta.

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