Miren los dos siguientes cuadros. Son el resumen de gastos e ingresos relacionados con las pensiones que Ángel de la Fuente, director ejecutivo de Fedea, presenta en su último trabajo, Las cuentas de la Seguridad Social Ampliada, series 2005-23. En el primer cuadro se incluyen todos los ingresos y gastos que asume el Estado relacionados con prestaciones de jubilación, incapacidad permanente o dependencia; en el segundo, sólo la parte contributiva del sistema:
Repasen cada línea, interioricen los conceptos a los que cada una de ellas hace referencia y miren la diferencia entre 2005 y 2023 (menos de dos décadas). A partir de ahí, todo lo demás sobra.
En los últimos años habrán ustedes escuchado muchas versiones sobre las cuentas de la Seguridad Social. Por un lado estamos los catastrofistas (intuyo que el ministro José Luis Escrivá me incluiría en este grupo): los que alertamos de que el sistema hace aguas, de que las obligaciones que se irán acumulando en los próximos años serán imposibles de pagar, de que podemos entrar en una espiral a la griega...
Por el otro, los oficialistas: la versión de este grupo es que aquí ni pasa ni pasará nada. Las dificultades financieras son menores y se irán resolviendo sin problemas. No hace falta imponer recortes ahora a los actuales jubilados para resolver una eventualidad futura que posiblemente ni siquiera se llegue a producir.
Y digo que deberíamos mirar todos estos cuadros e interiorizar las cifras que contienen porque, si no lo hacemos, corremos el riesgo de que el titular nos oculte la realidad. Por ejemplo, cuando el ministro Escrivá dice que el déficit de la Seguridad Social está a punto de convertirse en algo del pasado. Técnicamente podemos llegar a aceptar que es cierto. Incluso, que podría haber sido cierto hace muchos años. No hacía falta más que aumentar las transferencias desde el Estado o cambiar la definición de prestación contributiva o mandar a otro departamento alguna prestación no contributiva. Y ya lo tendríamos. Acabaríamos con los números rojos de la Seguridad Social de un plumazo.
En el titular, ese déficit desaparecería sin más; pero en estos cuadros sólo cambiaría de línea: ahora estaría en esas transferencias que se abonan cada año con los impuestos que todos pagamos.
¿Cuáles son las principales conclusiones mirando estas cifras? Pues, en realidad, las mismas de siempre:
- Llevamos veinte años (en realidad más, pero hoy nos centraremos en lo ocurrido desde 2005) en los que la relación ingresos/gastos es cada vez menos favorable para el Estado. Si miramos al total de prestaciones, hemos pasado de un gasto de unos 107.000 millones en 2005 a casi 196.000 millones en 2023. Mientras tanto, los ingresos (sin las transferencias del Estado) han pasado de 116.00 millones a más de 144.000 millones en el mismo período de tiempo. Es decir, el saldo básico ha pasado de +9.000 millones a -51.700 millones: un descuadre de 60.000 millones en menos de dos décadas.
- Si sólo cogemos el sistema contributivo, el saldo ha pasado de 9.270 millones positivos a casi 48.000 millones de números rojos (Nota: esta tabla también saca de la parte contributiva ese llamado "Impuesto de la Seguridad Social" que explicábamos este sábado y que incluye la parte de las cotizaciones que, por estar cerca de la base máxima, no genera derecho a futuro)
A partir de aquí, la pregunta que nos hacemos todos es cómo evolucionará en el futuro. Desde el punto de vista financiero, no hay dudas: cada vez habrá más gastos, con unos ingresos que serán crecientes (si el mercado laboral va bien) pero no suficientes para alcanzar el incremento de aquellos. O, lo que es lo mismo, el agujero financiero irá creciendo. ¿Qué se puede hacer? Pues, de nuevo, mirando los cuadros vuelven a nuestra cabeza las mismas opciones de siempre:
- Incrementar las transferencias del Estado: lo que significa subida del resto de impuestos (IRPF, IVA, Sociedades...) o recortes en otras partidas del Presupuesto
- Incrementar ese llamado "Impuesto de la Seguridad Social": cada vez cotizamos más a cambio de nada; aumentan los ingresos pero se erosiona la contributividad del sistema y se corre el riesgo de fuga de trabajadores hacia otras jurisdicciones en las que la tributación al trabajo sea menos onerosa
- Recortar el gasto en pensiones de los futuros jubilados y aumentar los ingresos vía reformas paramétricas. Básicamente, elevar la edad de jubilación (más personas cotizando y menos cobrando) o endurecer los requisitos para calcular la prestación mensual (período de cálculo igual a toda la vida activa, más años cotizados para cobrar el 100%, etc)
- Recortar el gasto (más bien, hacer que aumente a menor ritmo) tocando las prestaciones contributivas de los actuales jubilados o recortando el resto de prestaciones (Ingreso Mínimo Vital, dependencia, no contributivas...)
- Incremento de los ingresos vía mercado laboral
Esto es así, sin más. Aquí deberíamos estar de acuerdo el ministro Escrivá y el más cenizo de los analistas de la Seguridad Social (yo no estoy ahí; diría que mi posición es de un pesimismo intermedio: el sistema no quebrará a la griega, pero la tasa de sustitución irá convergiendo con los 55-50 puntos que es habitual en Europa frente a los 75-80 de la actualidad).
La diferencia tiene más que ver con las soluciones y con cuánto peso le demos al factor (5) - Mercado laboral. Si uno cree que España va a crear por arte de magia cinco millones de nuevos empleos bien remunerados y muy productivos en la próxima década, es verdad que puede plantearse hacer menos ajustes en los cuatro apartados anteriores. Incluso así, lo normal es que el agujero gastos-ingresos se mantenga o crezca (porque la demografía es la que es) pero ahí sería sostenible o bien derivando dinero de otros impuestos o bien retrasando el ajuste a cuando, a partir de mitad de siglo, empiece a bajar el número de nuevos jubilados.
Yo propongo más una combinación de las cuatro primeras, (incluyendo el tabú del punto 4, recortes a los actuales pensionistas) porque me da miedo que poner todos los huevos en la cesta del nuevo empleo sea muy arriesgado (si no te sale, te puedes ver en una situación de insostenibilidad del conjunto de las cuentas públicas muy pronto). Escrivá lo fía todo a ese punto (5) y, sin con eso no es suficiente, a ir metiendo mano a las tres primeras opciones, pero sin explicarlo nunca demasiado bien a los afectados (por eso los juegos de trileros con el déficit) y sin tocar nunca el apartado (4).
Todo lo demás, los titulares sobre el déficit de la Seguridad Social o la milonga del Fondo de Reserva (hucha de las pensiones), debe quedar en el lugar que le corresponde: el de la propaganda. Porque la decisión de cuántas transferencias hace cada año el Estado hacia este llamado "sistema" es política. El déficit de la Seguridad Social no es una cifra económica. Podría ser más elevado o podría ser superávit. Enredarse en esa discusión es absurdo.
Sean cuales sean las reglas para imputar ese déficit; tengan el montante que tengan las transferencias del Estado; incluso si decidimos sacar del alcance de la Seguridad Social prestaciones como el IMV... digo que en cualquiera de estos casos, la realidad no cambiaría. Los ingresos serían los mismos (ya lleguen vía cotizaciones o vía resto de impuestos) y los gastos, también (los abone un Ministerio u otro). Por eso, miremos los dos cuadros y no le demos la vuelta a nada más: hay un descuadre de -60.000 millones en 18 años; el agujero crece en más de 3.000 millones al año. Lo normal es que se mantenga esa tendencia o incluso crezca. Y a partir de ahí, que cada uno decida si puede seguir aumentando ese descuadre cargando al resto del Presupuesto la tarea de cerrarlo o si es mejor meter mano a los gastos por mucho que moleste a los beneficiarios.