
No habrá margen para sorpresas. Ni para un cambio de rumbo. No importa lo que está ocurriendo en Alemania, que tras el cierre de sus centrales está teniendo que volver al carbón. Ni las advertencias de los expertos. Ni la guerra de Ucrania ni el conflicto de Israel. Ni los gobiernos socialdemócratas en otros países europeos que han anunciado planes para nuevas centrales. Ni siquiera las declaraciones de científicos, personajes famosos o empresarios muy preocupados por el cambio climático que han dicho que el futuro está en el uranio.
PSOE y Sumar no piensan dar ni un solo paso atrás con la energía nuclear. Habrá quien piense que, dado su pasado, la contundencia de sus declaraciones, la rigidez-dogmatismo de la izquierda española en algunos temas, etc... era casi imposible que hubiera un cambio de postura. Y sí, eso es cierto.
Pero no lo es menos que a veces el pragmatismo se impone. Las necesidades a corto plazo pesan más que las promesas a tus bases más ideologizadas. Y que, además, en este caso hablamos de un tema en el que muchos de sus socios y aliados en otros países europeos están virando con rapidez, en un movimiento de 180 grados. La etiqueta verde que la propia UE concedió a la nuclear hacer unos meses (en lo que fue una derrota contundente de Teresa Ribera) no fue sólo impulsada por el lobby nuclear o los partidos de derechas. Cada vez son más las voces a la izquierda del espectro político que aseguran que sólo se podrá luchar contra el calentamiento global y reducir las emisiones de gases contaminantes (algo que, se supone, es la prioridad para estos partidos) si se apuesta decididamente por la nuclear.
Pues bien, ni pragmatismo ni oportunismo político. PSOE y Sumar han despejado las dudas. Si alguien pensaba que quizás esos nuevos aires que se perciben en Europa podían llegar a España, mejor que se quite esa idea de la cabeza. Si lo temía, puede estar tranquilo; si lo esperaba, que deje de soñar. Porque el párrafo que han incluido los dos partidos que, salvo sorpresa, formarán parte del próximo Gobierno en su pacto de investidura no puede ser más claro:
Haremos un cierre de las nucleares planificado, seguro, ordenado y justo socialmente, escalonando el cese de operación de todas las centrales españolas entre 2027 y 2035, continuando los instrumentos ya desarrollados en la Estrategia de Transición Justa.
¿Y esto es noticia? Pues, aunque parezca un juego de palabras, es noticia porque no es noticia.
Lo que queremos decir es que el calendario 2027-35 ya estaba aprobado. De hecho, es lo que todo el mundo tiene en la cabeza desde hace muchos años. Las centrales en funcionamiento tienen una vida útil que termina en esa franja (Almaraz I es la primera, en 2027; y Trillo la última, en 2035) y ningún Gobierno, ni del PP ni del PSOE ha tocado esto. Se sabe y se sabía que, salvo modificación inesperada, las fechas están fijadas.
Pero, precisamente por eso, es significativo que el Pacto PSOE-Sumar lo haya recogido. Si no hubieran dicho nada, ¿habría supuesto algún cambio? No, 2035 seguiría siendo la fecha de cierre de la última central española. Pero al decirlo, los negociadores de ambas formaciones mandan un mensaje político nítido, claro, meridiano: no habrá marcha atrás; si alguien pensaba que aquí podíamos pensárnoslo dos veces, como en otros países de Europa, que deje de hacerse ilusiones; éste es un tema cerrado. Punto final.
Y casi podríamos decir que están en lo cierto, pase lo que pase a partir de ahora. Cerrar una central nuclear no es una tarea sencilla. Hay que tomar medidas con mucha antelación, tanto para bajar la persiana como si queremos ampliar los plazos. Por ejemplo, si una central que cierra en 2027 quiere llevar esa fecha unos años más allá, debería estar desde ya mismo invirtiendo: en nuevos empleados que reemplacen a los que se jubilen, en renovación de equipos, en nuevas instalaciones, etc... Lo que queremos decir es que si esta legislatura es larga (no hay motivos para pensar de otra forma) y el Gobierno de PSOE y Sumar llegan a 2028, las centrales nucleares en España serán cosa del pasado. Incluso aunque en ese año llegase a La Moncloa un partido con un enorme fervor pro-nuclear (que tampoco parece que sea el caso en la oposición, aunque Alberto Núñez Feijóo sí ha llevado en su programa la promesa de ampliar los plazos de cierre), lo tendría muy difícil para desandar el camino emprendido. Quizás con alguna de las centrales que tienen previsto cerrar entre 2032-35 (Ascó II, Vandellós II, Trillo) habría alguna (pequeña) opción. El resto, los cuatro reactores con cierre entre 2027 y 2030 están condenados salvo que se produzca una enorme sorpresa. Ya sabemos que es habitual que Pedro Sánchez cambie de opinión. Pero incluso así, no parece haber muchos resquicios: la nuclear en España tiene por delante poco más de una década de vida. La pregunta es cómo sustituiremos una fuente de energía que aporta más del 20% de la electricidad y que sirve de respaldo para las muy intermitentes renovables. Sobre esto último, en el acuerdo de Gobierno, no hay demasiado.